Más de uno se frotó los ojos cuando los vio pasearse por Bilbao. Otros, en cambio, se acercaban para inmortalizar el momento. El Guggenheim, el Teatro Arriaga o el Puente Colgante pasaron a un segundo plano en cuestión de minutos. Sólo importaban ellos. Y es que si cerraban los ojos y escuchaban el sonido de su motor muchos hubieran jurado haber vuelto a los años 50. Los culpables de esta breve vuelta al pasado fueron los 17 Citroën Tiburón que durante la mañana de ayer recorrieron varios puntos de la villa en honor al 60º aniversario de su presentación en el Salón del Automóvil de París.

“Hace tiempo que San Mamés no tiene una delantera como esta”, exclamaba ayer uno de los conductores al aparcar frente a La Catedral. Aunque en realidad, el rugir de sus motores bien podría haberse medido al de los leones rojiblancos. Orgullosos lucían sus propietarios unos coches que, en alguna que otra ocasión, se acercaban al siglo de antigüedad. Aunque había algo que inevitablemente todos tenían en común: una historia. “Hace diez años que lo cogí de la chatarra y durante ese tiempo me he encargado yo mismo de restaurarlo”, contaba Juan Mari Etxeberria. El donostiarra miraba con cierto orgullo su coche mientras los curiosos se acercaban a las ventanas para poder disfrutar también de su interior. Desde su jubilación, la restauración de coches antiguos se ha convertido en su día a día. Desde las 9.00 hasta las 21.00 horas, los cuatro automóviles que tiene se convierten en su pasatiempo.

Pero si cuatro coches les parecen muchos, imagínense tener 24. “Un compañero de la asociación en Donostia tiene 24 coches antiguos, pero claro para eso se necesita demasiado sitio, así que yo con los míos soy feliz”, explicaba Juan Mari.

A otros, por el contrario, le acompañaba un tinte histórico. Antonio aún recuerda con exactitud el día en el que decidió pedirle a un amigo que moviera hilos para poder conseguir un Citroën Tiburón. El sueño de su infancia se vio cumplido en 1999. Él se convirtió en el tercer dueño de un vehículo que recorrió por primera vez el Circuit de Charade, a quince kilómetros de la ciudad francesa Clermont-Ferrand. Al volante no iba otro que el entonces presidente de la República Francesa, Giscard d’Estaing. O eso le contaron el día en el que lo compró. “Igual me mintieron para subirme el precio, quién sabe”, reconocía, entre risas.

Pero quien tiene un tesoro se arriesga también a que los demás quieran admirarlo. Antonio Etxeberria contaba que esta es la mayor desventaja de tener coches antiguos. “No me gusta sacar mucho el coche porque llamas la atención. Una vez estuve en Legorreta y acabé medio loco con tanta pregunta”, recordaba el guipuzcoano.

Avances Aunque este no es un coche cualquiera. El Citroën DS, que es como se le conoce oficialmente, fue presentado en 1955 como un automóvil de diseño futurista y tecnología innovadora. Resultó ser el primer vehículo de Europa con frenos de disco en la parte delantera, según explicaba Josu Andikoetxea, propietario de uno de los coches y organizador del evento. El Tiburón consiguió marcar un antes y un después en la historia del automovilismo gracias a su “comodidad y a la velocidad en carretera”. Estos avances lograron que la marca francesa vendiera un total de 1,5 millones de unidades, especialmente incentivada por su producción en masa durante los primeros veinte años tras su presentación. De hecho, tal fue la expectación que se formó ese día que en los primeros quince minutos los allí presentes realizaron hasta 743 pedidos. Quién sabe si uno de esos vehículos recorrieron ayer la villa haciendo rugir su motor.