Getxo - Hace 125 años tuvo lugar la colocación de la primera piedra de una Bizkaia vanguardista, moderna y que se haría con un espacio notable en el mundo.

El 4 de agosto de 1890 se inició la construcción del Puente Bizkaia, una idea que a algunos les parecía una utopía, pero que con la fe y el trabajo de Alberto de Palacio y Ferdinand Arnodin se convirtió en una feliz realidad, en un proyecto que, además de unir lo que la ría separaba con su cauce, ha servido de escaparate del territorio ante el resto del mundo.

Fueron casi tres años de trabajos para crear el elegante esqueleto de 160 metros de longitud que cambió la vida de ambas márgenes y dio a toda Bizkaia un icono de la labor que se desarrolla gracias a su actividad. “No nos imaginamos ambas márgenes sin el puente”, señala el ingeniero Javier Goitia, asesor externo del puente y uno de los responsables de que este transbordador esté en total plenitud de uso con 122 años a la espalda.

Ese puente que surgió de la inagotable imaginación de Alberto de Palacio se convirtió en toda una referencia, ya que fue la primera infraestructura de este tipo en el mundo. Cuando se puso la primera piedra, la industria estaba empezando a aflorar en Ezkerraldea y las minas de hierro eran la principal fuente de riqueza de la zona. “Esta estructura es todo un ejemplo de la alta tecnología de Bizkaia. Refleja el espíritu trabajador, luchador y soñador de nuestra sociedad”, explica Goitia.

Considera que ha sido el hecho de que esta infraestructura sea de iniciativa privada lo que ha supuesto que “el Puente Bizkaia siga en activo y evolucionando constantemente”. En 1890, los coches eran una utopía, pero pronto, dos décadas después, el conocido puente colgante tuvo que tener en cuenta esa nueva realidad. “La aparición de los vehículos fue la primera circunstancia a la que tuvo que adaptarse el puente y lo hizo bien. Otros transbordadores que estaban proyectados, finalmente, no se construyeron por esta circunstancia y, los que ya estaban levantados no se supieron adaptar al nuevo tráfico y acabaron desapareciendo”, señala Goitia.

Este especialista lleva dos décadas trabajando para que el transbordador mejore y sepa evolucionar con los nuevos tiempos como lo hizo en aquella ocasión.

Desde sus 61 metros de altura, el transbordador ha sido testigo de la historia y la Guerra Civil, uno de los hechos más importantes y que más le marcó directamente. En ese pasaje histórico, su figura de hierro también fue triste protagonista, ya que el 17 de junio de 1937 el puente fue bombardeado y destruido parcialmente. Allí comenzaron cuatro años de sequía, de no poder ofrecer servicio a la ciudadanía y, en ese tiempo, se podía haber tambaleado el proyecto, pero no lo hizo.

Tras la contienda se decidió su recuperación y el 19 de junio de 1941, el renacido transbordador volvía a prestar servicio. Todo ello fue gracias a la labor de José Juan Aracil, el ingeniero encargado de elaborar el proyecto de reconstrucción del puente.

En la posguerra, mientras Euskadi se levantaba del conflicto y se veía sometido a la dictadura franquista, el puente fue sentando sus bases para convertirse en uno de los grandes iconos de Bizkaia. La industria ganaba músculo en la Margen Izquierda y, con ella, la labor del conocido como puente colgante y su trascendencia se multiplicaba. Su silueta ganaba en grandiosidad en mitad de ese paisaje gris en el que el hierro era el gran sustento de la población. “Creo que el puente hubiese tenido más fuerza si cabe si se hubiese urbanizado a su alrededor”, valora Goitia.

Reconversión y crisis

La reconversión industrial de los años 80 fue un periodo duro, aquel músculo de hierro de Ezkerraldea se desinflaba y el puente también vivía en primera persona el final de aquella era dorada de la industria. Fueron años difíciles y el transbordador debía renovarse o morir, dar una vuelta de tuerca al servicio que ofrecía y volver a reinventarse.

En 1995, comenzó esa transformación y modernización. “De cómo estaba entonces a cómo quedó en 1998 había un mundo. Se mejoró muchísimo”. Pero fue un año después cuando llegó el gran cambio en este transporte. La instalación de sendos ascensores en las torres que dan acceso a la pasarela superior permitió que se pudiera cruzar a pie de un lado al otro de la ría gozando con las privilegiadas vistas de El Abra.

Así, entraba el Puente Bizkaia en el siglo XXI readaptándose a la nueva época en la que atraer turismo iba a ser otro de sus objetivos. Toda esa labor tuvo como premio el remonte en sus usuarios y la declaración de la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Y los cambios continúan ante las demandas de la sociedad y los nuevos tiempos. El pasado mes se abrió su primera exposición permanente con el objetivo de museizar el transbordador y ofrecer una experiencia cultural más amplia a sus usuarios. “Tiene mucho futuro”, asegura rotundo Goitia. “Esta estructura es la gran vía entre Portugalete y Getxo. Pocas calles de Bizkaia tienen la densidad de transeúntes que tiene el Puente Bizkaia”, indica el asesor externo. El dato que lo confirma es que el transporte da servicio cada día a entre 12.000 y 15.000 personas, un flujo de usuario que se suman a los millones que lo han utilizado en los últimos 125 años.