RAÚL ha sido un manitas desde niño. “Se me daba bien y, además, siempre me ha gustado estar entretenido con las manos”, confiesa. Así que a los diez años ya montó su primera maqueta. “Fue un barco”, recuerda, que llegó a buen puerto gracias a su pericia y a la de sus tres hermanos, que también eran unos manitas. “Ahí me enganche”, dice. Y ahí sigue, a sus 42 años, construyendo maquetas, viñetas y dioramas por hobby, siempre y cuando su trabajo y las obligaciones familiares se lo permiten. “Tengo que quitarme horas de sueño porque esto requiere mucho tiempo”, reconoce. Debido a esas limitaciones de tiempo ha bajado su producción, pero no la calidad. Sus creaciones siguen teniendo un reconocimiento en los concursos más prestigiosos del Estado y en algún que otro extranjero. A raíz de uno de estos concursos, la revista italiana Model Time, referente en su género, le dedicó la portada a una de sus maquetas, y un extenso artículo. Pero las habilidades manuales de Raúl no se quedan en el maquetismo. Desde hace más de veintidós años se dedica profesionalmente a arreglar bicicletas. Trabaja de mecánico en Ciclos Santana, de Las Arenas, una mezcla de tienda y escuela de ciclismo, además de cuna y refugio de muchos jóvenes vizcainos aficionados a la bicicleta. Él también se crió allí, de la mano de Jesús, su propietario. Llegó a correr en aficionados, pero lo dejó ante la gran exigencia del deporte de las dos ruedas. Raúl optó por quedarse en la trastienda del ciclismo, “montando y desmontando bicicletas, que también me gusta mucho”.

Volviendo a su niñez, tras su primera incursión en el mundo del modelismo, Raúl solía ir a Bilbao con sus hermanos “a enredar en Guerra San Martín”. Allí se le ponían los ojos como platos, compraba algo de material, “lo más barato”, y almacenaba ideas para construir sus maquetas. Y así, poco a poco, fue haciéndose con una interesante colección de figuras, viñetas y dioramas. Pero al final, lo fue dejando por culpa del ciclismo. “No tenía tiempo”, dice. Pero retomó la afición años después, una vez liberado de la esclavitud de los entrenamientos y las carreras. “Con 25 o 26 años me volví a enganchar”, recuerda. Fue por culpa del descubrimiento de una tienda especializada, Mister Model, que entonces estaba en Romo y ahora en Las Arenas. “Allí aprendí mucho gracias a Patxi y a un grupo de amigos que hice”, afirma. Desde entonces ha mantenido viva la afición. ¿Cómo lo hace?, le preguntamos, teniendo en cuenta que tiene un trabajo absorbente en horas y una niña pequeña correteando por la casa. “Aprovecho a las noches, cuando llego a casa y mi hija está dormida, porque si no, no me deja trabajar”, contesta.

Su hobby necesita “mucho tiempo, mucha concentración y un sitio tranquilo”. Y ese sitio es el salón de la casa. “Tengo una habitación para ello, pero sería lo último llegar y encerrarme después de haber estado todo el día sin ver a mi mujer”, dice. Así que, sacrificando horas de sueño, va construyendo viñetas. “Yo lo que más hago”, dice, “son figuras y vehículos militares”. Con ellas ha ganado premios en concursos tan importantes como el de Torrent, en Valencia, o Leganés, en Madrid. De sus manos también han salido barcos, un Titanic, por ejemplo, y un submarino, el Calipso de Cousteau. “Fue una locura, porque me la pasó un amigo a medio hacer, sin las instrucciones y tuve que hacerlo a base de fotos e imaginación”.

Gasto

Eso es precisamente una de las cosas que más le atraen del modelismo: “buscar una idea y hacer algo original, porque este mundo de las maquetas está todo muy visto”. Para ello parte de los kits comerciales que venden en las tiendas y luego aporta sus variantes. Pero tampoco se gasta mucho. Raúl es capaz de desmontar un televisor o cualquier electrodoméstico desechado para aprovechar una pieza que le sirva para sus construcciones en miniatura. La misma técnica es capaz de emplear en su trabajo como mecánico de bicicletas. “La única diferencia”, dice, “es que aquí, en el taller, me mancho las manos de grasa”. Con cadenas, radios, bujes y piñones comenzó a familiarizarse también desde muy joven. “La bici también engancha”, confiesa. A él le enganchó la competición y la mecánica. Alcanzó la categoría de Aficionados en Cafés Fortaleza, donde estuvo dos años, pero “lo dejé porque tuve problemas de anemia y era muy duro”. Pero no se desligó del ciclismo. Siguió de mecánico en el equipo hasta que Jesús le hizo un hueco en la tienda donde sigue trabajando.