Sopela - Hay gustos y aficiones que se heredan de generación en generación, de padres a hijos como una tradición familiar que, pese al paso de los años no cambia un ápice. Este es el caso de los Bujanda, una familia sopeloztarra que ha encontrado en el mar, más concretamente en el mundo del buceo y de la pesca submarina su gran nexo de unión, una afición que los cinco hermanos de esta familia han desarrollado, cada uno a su manera, pero muy especialmente Iván, Edurne y Mitxel. “Empezamos por mediación de nuestro aita y nuestro tío”, explican. Ellos prendieron la chispa que encendió su pasión por sumergirse en las aguas y descubrir lo que la profundidad del mar esconde.
Iván es el mayor de los hermanos y, por eso, para Mitxel, el menor, siempre ha sido un referente. “Además de mi aita y mi tío, mi hermano también es un referente para mí”, explica Mitxel ante la atenta mirada de Iván. En la actualidad, ambos comparten club de buceo, el Ugarisub de Gorliz del que Iván es presidente. “Mi hermano me dio un poco la lata para que me apuntase al club y la verdad es que ha sido una muy buena decisión”, indica Mitxel, uno de los 65 componentes de este grupo. Esta no es la única experiencia que han compartido los hermanos: de vez en cuando pescan y se sumergen juntos. “Solemos ir un poco a nuestra bola, pero a veces nos juntamos y vamos unidos”, explica Mitxel. Él fue el último en sumarse a esta actividad al ser el más pequeño, pero el ver a sus hermanos Iván y Edurne en el agua fue el detonante para animarse y con 14 años sumergirse por vez primera en las aguas de Meñakoz.
Los inicios en el buceo son especiales, pero tampoco son fáciles. Ejemplo de ello es Edurne quien hoy en día trabaja de instructora de buceo. “Al principio llevaba fatal lo del esnorquely, casualidades de la vida, ahora soy instructora de buceo”, señala esta sopeloztarra con una gran sonrisa. Ella ejerce de maestra de buceo, pero Iván, pese a ser también instructor, ha derivado su vida profesional a otros ámbitos. “El buceo ha hecho que estrechemos más si cabe los lazos entre hermanos”, reconoce Iván. Muestra de todo ello fue cuando, tras lograr Edurne un puesto de instructora en Nicaragua, su hermano Mitxel se trasladó allí a pasar unos mes con ella. Evidentemente, en aquel viaje no faltaron las experiencias de buceo en aguas del Caribe. “Estuve tres meses en el centro de buceo y las aguas del Caribe son una gozada. Tienen una temperatura magnífica y ofrece unas vistas submarinas impresionantes”, indica Mitxel. Edurne es quien mejor sabe lo que ocurre al dar clases de buceo a personas que se están iniciando. “Hay muchas anécdotas desde gente que te pega por la impresión de la primera vez que bucea hasta otras muchas cosas”, señala entre risas.
La pesca es la otra afición que han desarrollado Iván y Mitxel bajo el agua. “Iván es mejor que yo”, asegura Mitxel. “Yo no me creo bueno, seré mejor que otros y peor que otros muchos”, explica el mayor de los Bujanda. Congrios, mojarras, pulpos... que en algún caso han acabado formando parte de grandes comilonas familiares. Por su parte, Edurne ha desarrollado otra afición bajo el agua: la fotografía. “Llevo varios años con la cámara a cuestas. Dentro de lo que ofrece el buceo siempre está bien probar cosas nuevas”, reconoce.
Remanso de paz Para el menor de los Bujanda, Mitxel, bucear es experimentar una “sensación de libertad”. “He llegado a estar hasta ocho horas en un día buceando, es una locura, pero me siento a gusto observando lo que ocurre en las profundidades”, declara.
Ver las diferentes especies que pueblan el fondo marino, cómo se comportan y contemplar esos paisajes totalmente desconocidos para muchos mortales son sensaciones que enganchan. “Meterte debajo del agua supone para mí, tranquilidad. Allí abajo solo escuchas tu respiración, no oyes ningún otro ruido”, señala Edurne, la mediana de los hermanos Bujanda, una familia con el buceo en los genes.