Sestao - Rodeado de agua por casi todos sus costados, Sestao -apenas 3,5 kilómetros de municipio- es para sus habitantes como una isla en la que aún siguen a flote valores como la solidaridad, la camaradería entre diferentes, la relación social en la calle o, como resume Yolanda Martínez Poyo, “las ganas de vivir en paz y armonía de su trabajo y desear que sus vecinos puedan lograr lo mismo”. Para esta mujer, casada con un muskiztarra y madre de dos hijos que no parecen muy dispuestos a seguir la saga comercial de sus aitas y aitites, Sestao es un pueblo peculiar por muchas cosas pero sobre todo porque “puede ser un pueblo pequeño, a pesar de que tengamos de todo, pero gracias a su gente... qué grande es”. Regente de la zapatería Ana Mari, uno de los comercios más antiguos de Sestao, e impulsora de la recuperación de las fiestas de San Miguel, Yolanda no duda de que su querido municipio tiene un gran porvenir.

Desgraciadamente, Sestao está muchas veces en los medios de comunicación por sus problemáticas vecinales...

-Parece como si hubiera un interés oculto por desvirtuar lo que de siempre ha sido el espíritu y seña de identidad de los sestaotarras. Un pueblo que ha crecido con la aportación de diferentes personas llegadas de muchos sitios para labrarse un provenir y que hicieron de la camaradería, la solidaridad y la buena vecindad su bandera. Nunca hemos tenido problemas e incluso se dejaban las puertas abiertas. Solo nos importa el trabajo y el bienestar de todos.

Un bienestar que debe lograrse en apenas 3,5 kilómetros de terreno. ¿Ya cabe todo lo necesario?

-Te diré que en tan poco espacio tenemos dos polideportivos, varios frontones y campos de fútbol. Aúpa River. Tenemos escuela de fútbol, de pelota, dos clubs de remo, Kaiku y La Iberia, que debe su nombre a la fábrica a la que nosotros llamábamos La Hojalatera. Tenemos un anfiteatro al aire libre en Markonzaga, en lo más alto de Sestao está la Cruz de Kueto, Escuela de Música... y un largo número de infraestructuras públicas repartidas por los barrios y comunicaciones. Como todo, también son mejorables, pero hay un poco de todo.

Lástima de la reconversión industrial que se llevó Altos Hornos y su industria auxiliar.

-Aún me parece oír el ir y venir de los trabajadores por Txabarri y Urbinaga, aquellas recordadas bajadas festivas por Simondrogas hasta el viejo puente de hierro de La Punta donde están los escudos de Sestao, Barakaldo y Bizkaia o la procesión marinera del Carmen por el río Galindo. Fue un época que los andaluces, gallegos o castellanos eran, primero, de Sestao, del orgullo que sentían por este pueblo que llegó a contar con 39.993 habitantes y al que nombraron en 1978 como el mayor del mundo por su alta densidad demográfica.

Supongo que gracias al empuje de su industria.

-Hay tenemos el Alto Horno que están restaurando, testigo de aquella época que se nos fue, aunque permanece el carácter de la gente, algo que se hace patente en el hecho de que somos un pueblo obrero, pero nos encanta disfrutar en la calle con la gente y si hay fiesta ni te cuento. Hace unos años recuperamos las de San Miguel, luego están las patronales de San Pedro, El Carmen y qué decir de los carnavales, referente para muchas cuadrillas del entorno. Somos como Montecarlo en extensión pero sabemos divertirnos mejor.

Desde luego, tabernas, cafeterías y zonas de ambiente no faltan.

-Ni una amplia y completa actividad comercial a pesar de la crisis, que nos ha obligado a todos a adaptarnos como el famoso plante que hicieron los hosteleros de la zona de La Pela (calle Manuel Andrés) que decidieron mantener el precio del vino a sus clientes a pela el txikito.

¿Por qué ha elegido la ría?

-Porque en la Zurrena y en La Benedicta aprendíamos a nadar. Luego, tomábamos el sol en el muro, nuestra playa de La Concha particular, paseábamos por el Paseo Marítimo y subir por la Cuesta La Iberia lo que fortalecía nuestros glúteos, los mejores de Euskadi.