Bilbao - Si hay algo que define a Itxaso Atutxa es su eterna sonrisa. Firme en su toma de decisiones, pero cercana en el trato -hay quien la llama doña besos-, Itxaso accedió el 21 de febrero de 2013 a la presidencia del Bizkai Buru Batzar del PNV, un sillón reservado a los hombres durante 120 años. Quizás sea su personalidad, “marcadamente arratiana”, o las lecciones de vida que aprendió de su padre, Javier Atutxa, curtido capitán de marina e histórico jeltzale -“él quería hijas fuertes y duras”-, lo cierto es que Itxaso es una mujer solvente, capaz de moverse sin complejos en un mundo de hombres; primero lo hizo como profesional del sector audiovisual y, ahora, en la política. Reconoce cierta misoginia en el partido, “afortunadamente son tan pocos que empieza a ser meramente anecdótico”, con la misma sinceridad que critica a aquellas mujeres que adoptan estereotipos masculinos para ejercer puestos de mando.

Itxaso Atutxa tiene tres pasiones reconocidas: la familia, la política y su profesión. Creció en Deusto, pero su corazón pertenece a Arratia. Las “hermanas Atutxa” son una piña a la que han incorporado a sus parejas. En su caso, su marido, “su novio”, como sigue llamándole, es Aitor Esteban, portavoz del Grupo Vasco en el Congreso de los Diputados en Madrid. Tienen dos hijos, Aritz y Oier, de 21 y 18 años.

Aprendió a cocinar de la nada, “mi madre me llenaba el arcón con un montón de tuppers”, y ahora es una consumada chef que atiende a sus amigos con turrones, chocolates e incluso golosinas caseras. Ella misma dice de su casa de Zeberio que es “un agroturismo” y, como buena “yonqui de las obras”, hace todas las reformas que considera oportunas para recibir a la ingente cantidad de amigos que tiene repartidos por todo el mundo. La amistad es sagrada; por eso, uno de sus mayores placeres es compartir “una cervecita” al final de una dura jornada.

Es una mujer coqueta que busca sus momentos para cuidarse -ahora está perdiendo peso- y que se muere por un buen bolso o unos fantásticos zapatos. Le gusta el deporte en general, pero presta especial atención al baloncesto -fue jugadora en su juventud- y, por supuesto al Athletic. Y de cuando en cuando hace sus escapaditas a la nieve para esquiar.

Su mundo ha girado hasta ahora en torno al sector audiovisual, en el que ha estado involucrada como socia de la productora 3Koma durante dos décadas. Dice que desde agosto está “en desintoxicación” del control de audiencias y que ve un reportaje en cada rincón. Es su pasión, su vida y el trabajo al que está convencida de que volverá algún día.

Los días de Itxaso Atutxa tienen más de 24 horas, porque si no es imposible cuadrar la cantidad de actos, visitas, reuniones y entrevistas en las que participa cada día. “Tengo insomnio, así que articulo medidas para estar despierta durante el día”.

No quiero ni mirar su agenda.

-La máxima de mi padre era organización, organización, organización. Yo no tengo los ocho apellidos vascos, los tengo arratianos, pero dice Aitor que debo tener un gen germánico. Lo cierto es que si te organizas un poquito siempre te cabe una cosa más.

Desde que accedió al cargo se ha recorrido todos los batzokis del territorio, se ha reunido con todas las juntas...

-Yo recorro batzokis todas las semanas y es una cosa de la que disfruto muchísimo. El gran chollo de este curro es la cantidad de gente, gente muy interesante, que conoces, que seguramente no saldrá en la portada de un periódico pero que es la bomba. A veces me digo, aquí tengo no un reportaje, tengo un serial.

¿Sigue viendo reportajes en todas las esquinas?

-Mira, hoy mismo salía de la radio de una entrevista y en una sala estaban en una reunión de brainstorming los de una productora con la que nosotros hemos sido UTE muchos años. Les he dicho: Si me hacéis un hueco, me quedo.

Me han dicho sus colaboradores que puede estar por la mañana en un acto y por la tarde haciendo la compra en el supermercado. Eso es cuadrar una agenda.

-(Ríe). Bueno, estoy acostumbrada. ¡Cuántas veces he hecho la compra en Usurbil al salir de Miramón y venir a casa!

Y que la gente le para en la cola de la pescadería o en la de la caja...

-La gente es superamable. He tenido algún episodio... Una vez se metieron con la rubia del PNV y yo estaba justo en el carro de delante. ¡Es la anécdota de mi vida!

Cuéntela, por favor.

-Fue el día de la mani del año pasado de enero, la de los presos. Estaba yo en la cola del Eroski whastappeando precisamente para la manifestación de la tarde, y detrás se pusieron dos chicos y una chica. Estaban quejándose de que tenían que ir con nosotros en la mani. Y yo escuchando. Y van y dicen: Seguro que va Atutxa con sus cipayos. ¡Me molestó tanto que todavía le tuvieran esa tiña a Juan Mari después de tantos años... y el rollo de los cipayos! Ahí estuve a punto de girarme, pero no lo hice. Entonces, uno de los chicos dice en tono despectivo: Bueno, o la otra Atutxa. Y contesta la chica: No, esa estará haciéndose las mechas en la peluquería. Ahí cogí, me giré y... (se echa a reír).

¿Y qué les dijo?

- El chico empezó todo nervioso: ¡Ay tía, tía!

Le dije que a mí también me costaba ir, pero que creía que tenía que hacerlo. Entonces, la chica se sintió muy violenta, cogieron el carro y se fueron a otra cola.

Itxaso Atutxa es, como muchas mujeres, profesional y ama de casa a la vez. Reconoce tener suerte en esto de la pareja, porque Aitor Esteban arrima el hombro en las cosas de casa como el que más, “se machaca para conciliar”, resalta. De hecho, y hablando de compras, más de una vez le manda por whatsApp la lista para que se encargue de llenar la despensa.

Con Aitor en Madrid, ¿cómo se las arreglan?

-Aitor va a Madrid el lunes por la noche o el martes por la mañana y vuelve los jueves por la noche. Ahí tenemos tiempo para aprovechar.

Y cuando se juntan, ¿hablan de política?

-Antes hablábamos y ahora también, pero no más desde que estoy en el Bizkai. Pero ¡como tienes otras tantas cosas que comentar?! Lo seguro es que discutimos tanto como antes.

Cada uno en su sitio.

-A ver, es cierto que ahora me resulta raro hablar con Aitor de cosas de trabajo, porque nunca había pasado. Es más, yo siempre le decía: Menos mal que tú y yo no trabajamos juntos, porque no podríamos. Tenemos una forma de ser muy diferente. El se pone muy nervioso muchas veces con mi forma de ser; y yo, no nerviosa, me pongo lo siguiente?.

Aparca entonces esa sonrisa...

-Hombre, a mi hijo el mayor le dijeron una vez que qué simpática era su madre. Y él contestó: Eso es porque no le conoces en casa. (ríe). Es verdad. En casa, el tranquilo, el que pone calma, el que es capaz de aguantar lo mío, lo de mis hijos? es Aitor, no soy yo.

¿En la familia Atutxa reina el matriarcado?

-Totalmente. Mi ama es hiperprotectora y lo sigue siendo ahora con los nietos. Aita, en cambio, venía de un mundo muy duro, de hombres (capitán de barco), y veía que tenía tres hijas. Eso creo que marca mucho a los hombres. El quería hijas fuertes, duras... Jamás te daba un consejo, pero sí te contaba de vez en cuando cosas que te ponían en la crudeza de la vida.

Y así crecieron las hermanas Atutxa...

-Somos hiperpiña. Tú no eliges a tus hermanas, pero sobre todo no eliges a tus cuñados. Y claro, cuando además de llevarte bien con tus hermanas, te llevas bien con tus cuñados? y tu marido se lleva bien con los otros dos? Eso no tiene precio. He visto en otras casas lo mal que se pasa con estas cosas.

¿Es ama su maestra en la cocina?

-Es hipercocinillas. Hace cantidades industriales pero todo superexquisito y refinado. Cuando me casé no sabía cocinar nada, de nada. Nunca había hecho nada. Cuando volvimos del viaje de novios, pensaba? ¿qué vamos a comer? Porque a mi novio también le gusta comer.

Pues se ha aplicado mucho, porque tiene fama de ser una cocinera de primera.

-Ahora? ya ves. Busco en Internet y hago las recetas. El otro día hice gominolas (se las llevó a la hija de una compañera), pero también he hecho turrón, chocolate blanco con arándanos, avellanas? son cosas sencillas. A los críos siempre intento hacerles algo especial. ¿Sabes? Mi sueño, cuando me jubile, es aprender todo sobre vino y sobre cocina.

Creo que sus amigos se dan por satisfechos y lo comprueban cuando pueden en su ‘agroturismo’.

-Es una gozada. Tenemos muchos amigos de fuera que vienen a mi casa. Lo cierto es que siempre hay alguien; es que yo no me imagino vivir en soledad.

¿Mantiene las amistades de siempre?

-Las amigas de siempre de Deusto seguimos haciendo el Tomateras day.

¿Disculpe?

-Bueno, que nos reunimos dos o tres veces al año en casa de alguna. Luego también tengo otro grupo de cinco amigas que nos escapamos un fin de semana al año. Nos conocimos en Zeberio, por el tema de los niños, y llevamos ya diez años.

Bonita reunión, sin duda.

-La historia es que siempre decíamos que en cuanto crecieran los críos nos iríamos las cinco. Y nunca lo hacíamos. Un domingo, en una comida, el marido de una nos picó. Y mi marido le decía que no siguiera por ahí, que yo me estaba picando. Aquella noche en la cama hice las reservas. El primer año nos fuimos a Londres, y hemos estado en Sevilla, Barcelona? Pero también quedamos los viernes. Igual termino tarde, porque he tenido una charla o lo que sea, pero siempre paro en Miraballes a tomarme una cervecita.

Itxaso Atutxa se ha pasado dos décadas mirando audiencias y valorando ideas sobre nuevos programas como socia de la productora 3Koma. De su mano aparecieron en la parrilla espacios de éxito como el histórico Esta es mi gente o El coro de la cárcel, formatos que recogieron numerosos éxitos y que fueron adaptados por otras cadenas, incluso internacionales.

¿Echa de menos su trabajo?

-Sí, reconozco que lo echo de menos. Yo vengo de un curro en el que estás con muchísima gente, nuestros equipos rotaban tanto que permanentemente estabas con gente nueva. Y te acercaba a una diversidad enorme de opiniones, de vidas, de realidades? Echo de menos eso e incluso la lectura de los periódicos por la mañana, los comentarios mientras te tomabas un café o después de comer...

Sé que sigue mirando las audiencias.

-Llevo desde el 1 de agosto en desintoxicación. Lo hago zeharka (de reojo) que diríamos. Y si tengo mucho mono, no puedo evitar preguntar. El otro día, en una reunión del EBB, hicieron referencia a alguna cosa; me traicionó el subconsciente y di el rating y el share exacto del programa. Y, claro, hubo gente que me dijo, ¿pero tú no lo estabas dejando? A ver, es que es mi profesión.

¿Una profesión más dura que la política?

-Hombre... nunca lo olvidaré, cuando vine aquí, una persona de ETB me dijo: A ver Itxaso, el audiovisual está mal, pero ¿cómo se te ocurre ir a la política? Yo entiendo que te pega, pero cómo puedes irte a algo que es peor (ríe). Me encantó la frase y me he quedado con ella. Dicen de usted que es muy abierta, que tiene una gran capacidad para hacer equipo y sacar lo mejor de cada uno.

-Es que siempre he estado con gente, siempre he trabajado en equipo. Pero también me he pasado toda la vida tomando decisiones que, por mucho equipo que tengas... la última te toca a ti.

Sí, claro, usted decide con una sonrisa, pero tiene pinta de ser muy firme.

-Mira, he tenido suerte porque he tenido muchos jefes, y pocos que hayan sido gritones y autoritarios. Por otro lado, quien se confunde normalmente es también quien se responsabiliza. Y ahí las chicas corremos un problema serio.

¿Y eso?

-Yo he tenido muchas directoras de programas, productoras? y hay que decirlo, hay un tipo de mujeres que termina copiando estereotipos masculinos para que parezca que su autoridad es mayor. Y con esto no digo que las tías tengamos que estar todo el día sonriendo.

Hace dos años, el Bizkai Buru Batzar la eligió para presidir al PNV en el territorio. Nunca antes había tenido un cargo de relevancia, pero Itxaso decidió que era hora de “pensar un poquito menos” en ella y “dedicar más al partido”. No le molesta que le recuerden que es la primera mujer en llegar a este puesto; lo que realmente le solivianta es cuando le preguntan por la conciliación familiar. “Siempre pienso, ¡cuántas charlas habrá dado mi marido en los últimos 25 años y quién le habrá preguntado a él que cómo se las arregla! Seguro que nadie”.

¿La política es un mundo de hombres?

-Buff, sí, es un mundo de hombres.

¿Cómo lo lleva usted?

-Cuando estaba en EGI, que por cierto ahí conocí a Aitor, íbamos todos juntos, chicos y chicas. De repente llegó un momento en que algunos de ellos siguieron y, de hecho, tuvieron cargos internos o públicos, mientras que las chicas nos fuimos desligando incluso de la propia vida interna del partido. Esto sí se lo he echado en cara a ellos. Éramos las chicas majas de EGI, pero en la vida interna del partido hemos estado muy puntualmente y ellos han hecho ese recorrido continuo. Ahora en cambio vuelvo a estar yo con la cuadrilla de chicos, pero claro también soy la única.

Como presidenta, ¿se ha sentido discriminada?

-No me he sentido, pero sí noto, y les estoy poniendo cara, nombre y apellido, lo cual es todavía más doloroso, cierta misoginia. Pero esto ya lo he vivido antes en mi trabajo. Hay hombres a los que les cuesta mirarte a la cara; cuando vienen a mi despacho yo sé que es algo cortante, pero es que además de no estar de acuerdo, que la de enfrente sea una mujer... Aquí hay hombres a los que les sigue costando. Afortunadamente son tan pocos que empieza a ser meramente anecdótico.

Queda camino, está claro.

-Dentro del partido me siento más obligada a que esto evolucione. Acabamos de presentar candidatos y cada vez hay más mujeres, pero todavía nos falta un recorrido. Y les cuesta más decir que sí a las mujeres de entre 35 y 45 años que a los hombres, porque tenemos una carga inconsciente que sigue pesando sobre nosotras.

De ahí la discriminación positiva.

-Yo sigo defendiendo que tenemos que tener unos mínimos cuando se configuran las listas. Creo que es un sistema hasta que esto mejore, porque solo desde que hay cuotas y hacemos que las mujeres sean visibles conseguimos hacer el esfuerzo de buscar a las personas aptas para esos puestos. El hecho de que yo sea una mujer no quiere decir que ahora todas las candidatas vayan a ser mujeres. Alguien me echaba en cara que teníamos la oportunidad de que Bilbao tuviera una alcaldesa y creían que estando yo aquí iba a ser el momento, era cuando el nombre de Ibone (Bengoetxea) estaba ahí.

Pasan los minutos e Itxaso se explaya en hablar de la igualdad entre hombres y mujeres, de cómo el lehendakari Ibarretxe acudía a las reuniones de Emakunde con los deberes hechos, implicándose en cada debate. Habla de cómo le alarma la edad, cada vez más joven, de los maltratadores y del rol que asumen ciertas jóvenes como normal en la relación de pareja. Habla de partida presupuestaria y de que todos los partidos deben ir a una en la lucha contra la violencia machista. Y recuerda demasiado bien el peor trago de su vida, el asesinato de la joven de 21 años Laura Orue cuando ella era teniente de alcalde en Zeberio.

¿Sigue teniendo en mente a Laura Orue?

-Yo no conocía a la familia ni a ella. Javi Uria (alcalde entonces) y yo fuimos elegidos en junio y su muerte ocurrió en septiembre, en fiestas de Zeberio. Me pasé aquella semana con aquella familia en la cocina de aquella casa. ¡Se me pone la carne de gallina!

Comunicar su muerte será lo más duro que haya hecho.

-Cuando me confirmaron que el cadáver hallado era el de Laura, volví a la casa -acababa de irme de allí- toqué a la puerta y me abrió el cuñado. Cuando me vio, no dije nada, y él se echó a llorar, salió su ama de la cocina y su aita detrás? La imagen la tengo en la cabeza: se abrazaron y se echaron a llorar, pero la cara de la madre me hizo entender la importancia de que apareciera el cuerpo. Su mirada era como de paz?

Lo cierto es que nunca se detuvo a su asesino.

-Exacto. El caso se reabrió varias veces, cambió de juzgado? Ahí he visto un esfuerzo de la Ertzaintza impresionante; al de mucho tiempo, vuelven a llamar con nuevos indicios?

También sigue el caso de Hodei Egiluz.

-Comprendo a los padres, porque hay una esperanza de que pueda seguir vivo y ellos la contemplan. Pero una familia que después de más de un año no sabe dónde está su hijo... ¿cómo te acuestas cada día? Cada vez que veo a su padre no puedo evitar recordar a la madre de Laura Orue y su mirada. A aquella mujer nadie le va a devolver a su hija, pero al menos ella pudo descansar en paz.

Itxaso repite una y otra vez que se considera una persona con suerte. A veces, cuando la muerte te toca de cerca hay algo en tu cabeza que te hace replantearte las prioridades de la vida. A ella le pasó cuando su gran amigo Javier Uria falleció en 2003, pero sobre todo cuando murió su padre, Javier Atutxa, el Capi del PNV, a los seis meses de acceder al cargo. “Me he ganado todos los txalos de mi madre y con mi padre hacía guerras frías. Éramos muy parecidos de carácter y nos pasábamos meses sin hablarnos”.

¿Era usted una hija rebelde?

-Contestona, insoportable de contestona. A mí me llega a tocar un hijo así y no hubiera podido con él. Mira, aita nos hablaba en castellano solo algunas veces, cuando nos iba a echar la bronca. Ahí te desmoronabas directamente.

¿Cómo era la relación con él?

-Muy buena, nos llevábamos muy bien, pero chocábamos mucho también. Hacíamos guerras de silencio. Y, sobre todo, a los dos nos costaba encontrar un punto de inflexión. Sin embargo, hablábamos mucho. Recuerdo una cena en mi casa, aita ya estaba enfermo, que me recordó un día que pasábamos por delante de la Universidad de Deusto y me preguntó qué iba a estudiar; le debí de contestar que lo único que sabía era que no iba a trabajar. Yo ni me acordaba de ello, pero él me dijo que fue el disgusto de su vida. Para mi aita, los vagos no tenían derecho a la vida.

¿Hablaban de política en casa?

-No, lo cierto es que no hablaba mucho de su época en el Bizkai (fue presidente en dos época diferentes), del cargo, de las riñas internas... Muchas de esas cosas se quedarán ahí y, aunque nadie tiene que saberlas públicamente, alguien las tendría que haber guardado.

¿Tampoco le dio algún consejo para este mundo de políticos?

-Mi primer problema fue decirle que iba a ser candidata, no me atrevía. Sabía que no le iba a gustar, que me iba a preguntar si iba a dejar mi trabajo, él no lo hizo, porque decía que teníamos que ayudar al partido pero sin depender económicamente de él.

¿Y qué le dijo?

-Pues nada, me escuchó y cuando terminé de hablar, se quedó mirándome y me dijo: ya sabes lo que significa, compromiso total. Nunca volvimos a hablar del tema.