Bilbao - Hace apenas unas semanas, una griega llamada Maria Spantidi agitaba las redes sociales a través de un vídeo viral en el que mostraba sus progresos en euskera, aprendido de forma autodidacta desde su país. Con su ejemplo, capaz de revolver conciencias, exhibía el poder que detenta la voluntad cuando algo se desea fervientemente. De la misma forma que ella, otros muchos euskaldunes (porque ese es el nombre que les corresponde, sea cual sea su procedencia) superan diariamente toda traba comunicativa en la asimilación de un idioma considerado complejo a la vez que especial.
Como un corazón palpitante en medio de la ciudad, el resultado del esfuerzo que los euskaldunberris residentes en Bizkaia conquistó ayer el atrio de la Alhóndiga, donde alrededor de 1.600 participantes hicieron posible la tercera edición de Berbagunea organizado por el Ayuntamiento de Bilbao y la Diputación Foral de Bizkaia. Camuflado entre la multitud, Francisco Vaccari, un italiano que lleva cinco años en Euskal Herria, interactuaba con sus compañeros de mesa en una charla distendida. Atónitos nada más escuchar su historia (“Bost urte hemen eta horrela hitz egiten duzu euskaraz?”, se sorprende Ainhoa), su identificación con el resto de los contertulios hace que se desvanezca la importancia que a priori se le otorga a su origen.
Siguiendo el esquema planteado por la iniciativa, en la que cada grupo de seis personas debe hablar durante veinte minutos sobre un tema de conversación establecido, Francisco -elegido moderador por su profesor de Ulibarri Euskaltegia- inquiere con curiosidad a un compañero: “Eta zuk, noiz erabiltzen duzu euskara?”, pregunta. Romper el hielo resulta fácil en un grupo homogéneo de adultos. “Nik lanean erabiltzen dut, behar dudalako”, responde una; “Nik ere bai”, señala otro. En poco tiempo se percatan de que la necesidad laboral es la principal para aprender euskera, y lo admiten sin complejo. Sin embargo, tras haber invertido tanto tiempo estudiándolo, muestran su anhelo de darle uso en otros ámbitos.
Tras pasar muchos años de su infancia en Suiza y vivir en Perú, Argentina o Estados Unidos antes de instalarse en Valladolid como paso previo a recalar en Bilbao, Francisco, de 37 años, puede presumir de ser políglota. Lo poco que sabía acerca del euskera hacía mención a su dificultad, algo que Alfredo, compañero de mesa tinerfeño, comparte: “Kanpotik pentsatzen dugu ezinezkoa dela ikastea”. Una vez superado el reto del aprendizaje el siguiente paso es ponerlo en práctica. “Herrietan gehiago hitz egiten da, Bilbon ez dago ohiturarik eta praktikan jartzea gehiago kosta-tzen zaigu”, reconoce el italo-euskaldun, consciente de la realidad lingüística del territorio.
Entre los escrúpulos existentes para practicar la lengua vasca más a menudo, Cristina subraya la vergüenza, una rubor que incrementa a medida del conocimiento que tenga del euskera su interlocutor. “Euskalkietan ez gara ulertzen”, es el sentir general. “Gure doinua ezberdina da”, se lamentan. En seguida, Alfredo quita hierro al asunto: “Ingelesez ahoskatzea ere oso zaila da, Ingalaterran bizi den nire lagun batek hartza eskatzen omen du tabernetan”, apunta en alusión a la semejanzas entre la pronunciación de los vocablos ingleses beer (cerveza) y bear (oso). Todos ríen al recordar que cualquier idioma conlleva dificultades antes de que la periodista Sara Gándara, presentadora de la iniciativa celebrada en cuatro turnos de 400 personas, anuncie a los participantes que han de cambiar de mesa.
Concienciación Psiquiatra de oficio, Francisco está habituado a tratar con niños y adolescentes y, quizás por ello, actúa con la misma naturalidad cuando le toca compartir mesa con estudiantes de instituto, mucho más cohibidos que los adultos. Demasiado jóvenes para apreciar la fortuna de haber nacido prácticamente bilingües, la realidad de Jenni y Oihane contrasta con la de Edurne e Iratxe, pertecientes a una generación en la que no tuvieron oportunidad de alfabetizarse en euskera. Más concienciada está Paula, una joven que pasó del modelo A al D y aprendió el idioma a base de bien para comunicarse con sus nuevos compañeros de ikastola. “Sozialki aldaketa handia bizi izan nuen”, recuerda.
El tema de conversación Euskararen erabilera eta autoestimua arroja luz sobre una sospecha: los jóvenes de Bilbao hablan poco en euskera fuera de los centros de enseñanza. A pesar de ello, se muestran receptivos a las opiniones de los adultos, que los miran con envidia. “Berbagunea beharrezkoa da, euskaraz hitz egiteko aukera ona delako, baina etxean ere sartu beharko li-tzateke”, considera, reflexiva, Paula.
Cuando la tercera ronda, en la que Francisco vuelve a mezclarse con adultos euskaldunberris y adolescentes euskaldunzaharras, llega a su fin, el italo-euskaldun confiesa: “Sentimendu kontraesanak pizten dizkit euskarak”. La parte más académica, aquella que implica examinarse, es la que se le atraganta al psiquiatra, quien está a la espera de obtener los resultados del PL 2 de Osakidetza. Donde se maneja con soltura y agrado, como Maria, la griega-euskadun de Youtube, es en la charla fluida del tú a tú. Ambos demuestran, luciendo con orgullo el esfuerzo de haber aprendido un idioma complejo en principio y especial en cualquier caso, que la clave del euskera está en la voluntad de aprenderlo para después utilizarlo sin complejos.