Bilbao - “Oso ondo Ibon”. “Así se baila, alkate”. “Esta hecho un figurín”. Estas y algunas otras lisonjas se escucharon ayer mientras el alcalde de Bilbao, Ibon Areso, se hacía dueño de la plaza de la trasera de la basílica de Begoña marcándose un aurresku en homenaje a los bilbainos de la mano de Ramón, dantzari del grupo Beti Jai Alai. Una tradición que ha vuelto en fecha tan marcada como es la celebración de la asunción de la Virgen de Begoña y de la que fueron testigos miles de personas que abarrotaban el lugar. Un gesto que históricamente el regidor de la villa tenía con sus conciudadanos siglos atrás, que en décadas pasadas retomaron los alcaldes Gorordo y Azkuna y que no quiso rehuir Areso.
Y eso que no estaba claro que saliera. “No ha bailado nunca antes y solo ha ensayado los últimos tres días, tras venir de viaje”, desveló una de sus colaboradoras más cercanas. Pero se lo había tomado como un reto a superar y lo consiguió. Encima con buena nota y unos saludos finales de aurresku, sinceros y contundentes, que arrancaron los aplausos de los presentes. “Para él era el acto más importante de las fiestas. Ha dicho que, si lo conseguía, el resto va a ir rodado”, confesó la jefa de protocolo del Ayuntamiento, Begoña Ibargüen. Y ese deseo de que todo vaya bien en la Aste Nagusia que empieza hoy lo expuso unos minutos antes, nada más concluir la misa mayor. Ibon Areso aseguró tener “un optimismo terrible de que vamos a tener unas fiestas tranquilas, a gusto de todo el mundo y participativas, no solo de los bilbainos, sino de todos los que van a venir, a los que vamos a recibir muy bien”.
También solicitó “por favor” que “no haya temas de violencia y agresiones. Con eso, tolerancia cero”, y finalmente deseó “zorionak a todos los bilbainos”.
El alcalde valoró positivamente la homilía del obispo Iceta, la cual, con un carácter muy internacional, repasó todas las crisis que hay en el mundo y cómo el ébola azota África. El prelado envió un abrazo “a los cristianos y a las minorías étnicas que están siendo perseguidas y masacradas en Irak”, a los que definió como “la Iglesia martirial contemporánea”. A ellos fue destinada la colecta recogida después. Asimismo pidió “la paz en Oriente Medio y el cese de toda violencia”, y destacó que “es inaceptable la muerte de civiles e inocentes, muchos de ellos mujeres y niños”. Extendió sus plegarias “a Ucrania, a Siria y a tantos lugares donde se violenta la dignidad humana”.
Mario Iceta también recordó la figura del anterior alcalde, Iñaki Azkuna, de quien dijo que aguardaba esta fiesta con “ilusión” y la celebraba “lleno de alegría”. Unas palabras ante una feligresía que saturó literalmente el templo y que se desparramó por las tres puertas abiertas de la basílica. A pesar del aire que entraba, el calor era insoportable y más de un asistente sufrió mareos. Este año tuvieron más consideración los fieles que pudieron ocupar los bancos frontales de la basílica. Al lado derecho del altar había sitio para la corporación municipal. El alcalde Areso compartió asiento con los portavoces de PNV, PSE y PP, Ibone Bengoetxea, Alfonso Gil y Cristina Ruiz, respectivamente.
Cerca de ellos pasaron José Antonio, el mayordomo de la basílica, y sus cinco ayudantes, cuando salieron a recoger la colecta, una de las más numerosas del año “por la cantidad de gente que viene”, indicó el veterano empleado del santuario. Mientras tanto, las sacristanas, Lourdes y Antonia, junto a su compañera Agustina, se afanaban en ordenar las formas que iban a comulgar en unos minutos los fieles. Antes, habían dejado todo listo para la eucaristía más importante del año, que fue concelebrada por siete sacerdotes.