EL sol salió anoche de paseo por los dominios de la luna. No un astro cualquiera, no. Ni siquiera ese sugerente sol de medianoche, fenómeno natural observable al norte del círculo polar ártico y al sur del círculo polar antártico, que consiste en que el sol es visible las 24 horas del día y provoca las noches blancas, dicho sea sin segundas que no quiero dar referencias en comisaría. El Sol, así con mayúsculas, es el festival iberoamericano de la comunicación publicitaria que llena estos días Bilbao de creativos, hombres y mujeres capaces de leer la realidad con el alfabeto de la imaginación, una lengua antigua y sorprendente.
Pero decía que el sol salió de paseo al recordar el cóctel que ayer se celebró en el Museo Guggenheim tras la última palabra de Toni Segarra en una charla que despertó el interés de los presentes. Cómo no hacerlo si se trata de uno de los hombres más reconocidos en el paisaje publicitario actual. A él se atribuyen pensamientos dignos de un Confucio de la publicidad, ideas tales como aquella en la que recordó que nueve de cada diez lanzamientos fallan, con lo cual no es verdad que la publicidad cree necesidades falsas. Unas excelente campaña de imagen para su gremio.
La necesidad, no sé. Pero lo que si es cierto es que buena parte de los asistentes al encuentro lúdico-festivo de ayer en el Museo Guggenheim sí estaban necesitados de una noche entre diversiones. El gentío de gente en su mayoría joven y con ideas a flor de piel, pura creatividad, parecía celebrar la llegada de la luna, su solsticio como un akelarre. Se escuchaban gritos de guerra y se intuía que la maltratada noche de Bilbao iba a lanzarse a tumba abierta. Se intuían los escarceos y ese "nos vemos dentro de un rato" que sonaba tan clandestino.
la luz de las bombillas Entre los presentes se encontraba el presidente de la Asociación de Agencias de Publicidad de Bizkaia, José Félix Ruiz, junto a dos de los creativos que trabajo codo a codo en su empresa, Antxoka Uria e Iñaki Abasolo; Jon Ortuzar, quien cruzó a la otra orilla del río Pecos -desde el Euskaldunapor donde sale y se pone el sol hasta el Guggenheim...-, Koldo Bernaola, Agustín Atxa, Juan Baliño, Itziar Azkargorta, Cristina Ayuso, Ingrid Olmedo, Marian Remeri, María Pilar Palos, Pepa Bartolomé; los hermanos Juan y José de la Herran, Carlos Rubio, gerente del festival; Jordi Palomares, director de El Sol; Antonio Piñero y un buen número de gente que tiene un don, el arte de encender la luz de las bombillas de la imaginación.
Antes de que la noche se despendolase del todo en los corros se palpaba la última hora de la publicidad. Así, por ejemplo, se escuchó que El Dorado vuelve a ubicarse en un lugar desconocido de Suramérica, y que la masiva presencia de creativos iberoamericanos viene a darle la razón a esa voz que dice que el continente crece a ritmo de un 8%. Se escuchaban debates sobre el manejo publicitario de la sorpresa del año, Podemos, quien tenía detractores y partidarios a partes iguales; desde quienes masacraban la idea de convertir la imagen de Pablo Iglesias en icono de la formación política, hasta quienes le veían como un genio capaz de sacar votos de la lámpara maravillosa.
De estas y otras cuestiones se habló, claro. Lo hicieron, entre otros, Javier Hermoso, Daniel Zarate, Isabel Ortega, José María Alonso, June Smith, Yolanda de la Iglesia, Denís Hernández, Gloria Rueda, Oriol Ferrán, Julio Pizarro, Luis Manuel Ortigas, María Elena Suárez, Inés Urrutia, Diana Clemente, Xavi Romero y así hasta poblar el atrio del museo de gente ligera de ideas y encantadas de conocerse. No por nada, Marshall McLuhan dejó claro en su día que la publicidad es la mayor forma de arte del siglo y los creativos están convencidos que ellos son los Da Vinci de la creación en este tiempo.