para llegar al último piso hay que ascender desde abajo. Así lo hacen los jóvenes de Balmaseda que año tras año propician el relevo generacional en la Pasión Viviente, siguiendo el ejemplo de Yosu López, el último Jesucristo, que asumió el mismo personaje en los dos Vía Crucis en los que se han fundido las procesiones de los barrios: la infantil de la Magdalena y la adolescente de Santo Domingo, con la que hoy concluye la Semana Santa.

La lluvia que el año pasado obligó a suspender la Pasión Viviente de los más pequeños no impidió ayer que más de 150 niños con edades comprendidas entre los 4 y los 14 años vistieran sus túnicas, vestidos y uniformes y permitió a la organización sacarse la espina. Han ensayado aprovechando las vacaciones escolares de la Semana de Pascua lo que ha dejado el espíritu inquieto de los protagonistas. Por ello, los componentes de la Asociación de la Procesión Infantil de La Magdalena no perdieron detalle de la representación entre bambalinas para dar indicaciones si fuera preciso. "Con lo revoltosos que son, hay que estar pendientes", contó Unai, miembro del colectivo.

Kemen Ibargüen fue un Jesucristo rubio, de pelo corto, que lució una barba creada casi artesanalmente que le fijaron al rostro con pintura de uñas. A sus doce años espera continuar la saga familiar en el futuro, ya que "mi aita, que salió de Jesús, me ha dicho que no esté nervioso", explicó antes de salir a escena. Para entonces ya había superado con nota la prueba de recrear la Última Cena, la oración en el huerto y el prendimiento el viernes. También Iñigo Valle, de trece años, quedó satisfecho con los pasajes de la víspera. "Anoche me tocó hablar más y hoy -por ayer- no se me ha visto mucho; el ahorcamiento es justo al principio", comentó quien por unas horas se metió en la piel de Judas. Al igual que su amigo, lleva la Semana Santa en la sangre. "Mi tío hizo este mismo papel en el Vía Crucis mayor del año pasado y a mí me gustaría interpretar a Jesús algún día", reveló.

Si Judas se retiró al poco tiempo de comenzar la representación, Poncio Pilato tomó el relevo en el escenario acondicionado en las escaleras del Ayuntamiento de Balmaseda y ante un nutrido público que no quiso perderse la Pasión Viviente más espontánea. Diez niñas ataviadas con elegantes vestidos de corte romano y elaborados peinados escoltaron a un tranquilo Julen González, de doce años. Una de ellas fue Aitana, quien realzó con un broche y un collar de perlas en la frente, "de mi tienda", según detalló su madre, Trini, el traje que le había cosido Laura, una amiga de la familia y que donarán a la Asociación de la Procesión Infantil de la Magdalena, "para que tengan un vestuario para los chavales".

Aunque con menos medios, Balmaseda siempre ha cultivado ese vínculo. "Había un Vía Crucis casi en cada barrio y un camisón de las amamas nos valía para salir", recordó María Jesús, familia de una de las participantes. Así, a fuerza de implicarse, "empezabas a vivirlo y terminabas enganchándote; yo participé por primera vez con seis años y veo que los chavales de hoy conservan esa ilusión", valoró Mari Paz, madre de Mikel Goikoetxea, Jesucristo el Jueves y Viernes Santo de 2013 mientras ayudaba a una joven a vestirse. A ellos le toca ahora perpetuar la tradición.