Bilbao - Los pelos de punta. Con Charo Ruiz al piano y la prodigiosa voz de Eider Torrijos, miembro de la ABAO, los arcos de la catedral de Santiago fueron testigos de un concierto improvisado que dejó boquiabierto a más de uno en el Casco Viejo. La música llenó de ambiente las calles bilbainas y dejó interpretaciones de altura a pie de calle.
La iniciativa presentada por Seguros Bilbao y la Fundación Jesús Serra, en colaboración con el concurso de música María Canals Barcelona, permitieron disfrutar de una cultura musical en la que tuvo posibilidad de participar cualquier persona que se acercara a los siete lugares donde se encontraban los pianos de cola. El Museo Guggenheim, la Alhóndiga, la calle Diputación, la catedral de Santiago, la Plaza Nueva, la Gran Vía y la plaza Corazón de María fueron los lugares elegidos para dar sonido a las teclas. Profesionales, autodidactas, bilbainos, extranjeros, jóvenes... Todas las manos tuvieron oportunidad de posarse sobre las teclas.
A pesar de que es el segundo año en que la iniciativa Bilbao se llena de pianos se celebra en la ciudad, la de ayer fue la primera ocasión en que se situó en la plaza Corazón de María del barrio de San Francisco. "Lo mío es cantar, tocar el piano me resulta difícil, pero lo aprendí a tocar con mi primo y ahora ensayo con un teclado que tengo en casa", cuenta el joven José Vargas, de 23 años, mientras sus amigos acompañan con palmas al ritmo que les marca el instrumento. "Hay que promover este tipo de eventos para que el barrio se regenere", dice la vecina Mari Manso, mientras escucha la melodía de José al fondo. Es la cara autodidacta de la música, al igual que Fernando Botanz, un guipuzcoano afincado en Lemoa que ayer decidió interpretar varias piezas en el piano situado en la Plaza Nueva. Desde las bandas sonoras de las películas Memorias de África, Cantando bajo la lluvia o Sonrisas y lágrimas, hasta boleros como Contigo en la distancia o música clásica; Fernando ofreció un concierto en toda regla al lado de la cafetería Víctor Montes. "Toco el piano cinco horas diarias, nunca he recibido clases, pero pienso que el oído musical es algo genético. No concibo la vida sin música". La expresión de su cara refleja la pasión con la que vive la música. "Me parece una iniciativa maravillosa. En mi casa siempre ha habido una guitarra y he luchado por llegar donde estoy, ya que no había dinero para recibir clases", confiesa.
Xabier Iriarte, un bilbaino de 18 años, se encontró con los pianos ayer cuando salió de la universidad. "No tenía ni idea de la iniciativa y llevo un año sin tocar. Además, me da vergüenza tocar el piano delante de la gente, pero me han animado", declaraba después de tocar la canción Space Dementia frente a El Corte Inglés de la Gran Vía. Otro joven inglés aprovechó el viaje de estudios en Bilbao con los alumnos a los que imparte clase de música para dar rienda suelta a su amor por el piano en la calle peatonal Diputación. "Vamos a estar en Bilbao cuatro días con 60 estudiantes y me he animado a tocar el piano. Llevo 10 años estudiando. También toco el saxo y la guitarra", contaba Joe Manning, después de interpretar Autumn Leaves.
La soleada mañana y las agradables temperaturas de ayer pusieron más luz a las actuaciones espontáneas que impregnaron la ciudad de un espíritu primaveral y cultural muy especial. Las calles de Bilbao se convirtieron en palacios de música, en teatros, en escenarios repentinos. "Nos hemos conocido ahora mismo, hemos pensado un esquema y nos hemos puesto a tocar". La bilbaina Ane Legarreta, pianista del Conservatorio de Bilbao, acompañó al violinista cubano Ledian y al chileno Óscar, con el trombón en mano. En la explanada del Guggenheim, la música clásica y el jazz se unieron para dar pie a una pieza única, improvisada. "Está teniendo mucho éxito", remarcaba Ane, encargada de cuidar el piano de cola del Guggenheim.
Actuaciones profesionales La pianista Soo Jung Anng, japonesa vencedora del Concurso María Canals 2012, paseó por Bilbao antes de su concierto de la tarde en el Palacio Euskalduna y se acercó al Guggenheim para disfrutar del ambiente diurno de la ciudad: "Es una idea brillante para que la gente pueda disfrutar más de la música. Es la primera vez que estoy en Bilbao y me parece una ciudad ordenada, moderna y limpia". Mantuvo un encuentro entre pianistas junto con Joshua Edelman, director de una escuela de jazz de Bilbao. "La música debería estar presente en la vida, no solo en eventos elitistas. Es magnífico ver la música que surge de la mezcla de distintos estilos", relataba Joshua, quien realizó el recorrido por los siete pianos, junto con alumnos de la escuela y sus hijos gemelos, de 7 años, que tocan el piano "desde que nacieron". De hecho, se animaron a hacerlo en la Alhóndiga, donde antes actuaron juntas por primera vez Maite Olmos, profesora de piano de BilbaoMusika, y Begoña Barbero, alumna que en esta ocasión cantó el Voi se Chapete, de Mozart.
Aplausos. Piel de gallina. Los buenos conciertos no tienen por qué interpretarse en grandes teatros. El pórtico de la catedral de Santiago también puede ser un buen lugar. Y ayer lo fue. Charo Ruiz, directora de la escuela de música Soinu de Algorta, convenció a Eider Torrijos para que interpretara junto a ella el Intermezzo de Cavallería Rusticana. Eider es miembro de la ABAO -Asociación Bilbaina de Amigos de la Ópera- pero ayer no le hizo falta un gran escenario para dejar sin palabras a los bilbainos y turistas que escuchaban embelesados su interpretación. "Llevo 60 años tocando el piano y es mi vida. No puedo estar sin tocar y creo que debería haber más iniciativas como esta", manifestaba Charo emocionada ante la ovación.
Con muy buen sabor de boca. Y con ganas de más. Los pianos trajeron mucho más que música a Bilbao, porque la ciudad se vistió de color, alegría, cultura y sensibilidad.