Mañana, día 25 de marzo, se cumplirán 140 años del comienzo de una de las batallas más sangrientas de la Guerra Carlista que culminaría, un mes después, con la caída de las villas de Portugalete y de Bilbao en manos del ejército liberal. Con este motivo, una veintena de miembros del Partido Carlista de Nafarroa y de Bizkaia se acercaron ayer a los principales escenarios donde se desarrolló esta batalla conocida como la Batalla de Somorrostro que tuvo lugar entre el 25 y el 27 de marzo de 1874.

La visita fue organizada en colaboración con el Museo de la Minería del País Vasco -que cuenta entre sus fondos con abundante material de este episodio bélico- y contó con la participación del historiador Carlos Glaria y el estudioso Armando Cruz, autor del blog Kilómetro 130 donde explica con profusión de datos e ilustraciones históricas los pormenores de este conflicto que tiñó de sangre las verdes campas y collados del pico Montaño, San Pedro de Abanto o Murrieta. "No se sabe oficialmente el número exacto de fallecidos en aquella batalla que tuvo tres importantes episodios en febrero , marzo y abril de 1874, pero se calcula que superaron los 5.000 e incluso hay quien lo eleva hasta los 8.000", reseñaba Armando Cruz al grupo de carlistas mientras oteaban los escenarios de la refriega desde el barrio abantoarra de La Balastera. "Era tal el número de cadáveres que ambos bandos alcanzaron un acuerdo para dar sepultura conjunta a los caídos de ambos ejércitos en un lugar que aún no se sabe a ciencia cierta, ya que la única referencia es que se situaba cerca de un collado", apuntaba Cruz.

25 de marzo

Según el relato de Cruz, el día 25 por la mañana, el ejército liberal inició la segunda ofensiva de la batalla de Somorrostro que iba a durar varios días. Uno de los asaltos tuvo como objetivo el avance sobre las posiciones carlistas de los Montes de Triano a través del barrio de Las Cortes (Abanto) utilizando la vía del tren minero a Galdames y a través del portillo de cortes para desplegarse y asaltar en vertical las posiciones carlistas en las alturas. Otra columna avanzó por el río Cotorrio para la toma de Putxeta. Otra Columna tomó Las Carreras para instalar las baterías y asaltar Murrieta y San Pedro de Abanto. Y por la Izquierda se avanzó por la vega para asaltar Montaño y La Guija por la vaguada de Mantres como en febrero", indicaba el estudioso a sus atentos visitantes que lidiaron con un día típico de primavera donde el sol y la lluvia se alternaron de manera continua. "Hace un poco de frío pero hemos salido de Pamplona en plena nevada, así que ..", señalaba uno de los navarros.

Al día siguiente, el 26 de marzo, ocurrió el famoso asalto y toma a la bayoneta del barrio de Putxeta. Los liberales avanzaron desde Muskiz a través del río Cotorrio y les esperaban los carlistas atrincherados en la mina Rubias. "La batalla tomó dimensiones de masacre, la posición ventajosa de los carlistas y la cantidad de efectivos desplegados por los liberales hizo de esta acción un episodio especialmente sangriento", rememoraba Cruz quien destacaba que hubo episodios de lucha cuerpo a cuerpo con bayoneta en lo que hoy es la plaza de Putxeta, los liberales avanzando desde lo que hoy es el pozo Ramón y los carlistas bajando de las alturas a su derecha.

Este día ocurrió el episodio más famoso de la batalla. Los carlistas atrincherados en Murrieta tuvieron que defender su posición en combate cuerpo a cuerpo de las tropas liberales que avanzaban por el camino de La Trinidad y llegaban al cruce del Mortuero donde hoy está el campo de fútbol del Abanto Club. Los carlistas tuvieron que retirarse a las casas de Murrieta Alto y proseguir la defensa desde allí.

Por otra parte, ese mismo día por la tarde, ocurrió el famoso asalto a la iglesia de San Pedro, El Arroyo de La Bárcena, llamado de San Pedro en las crónicas, fue el punto de disputa hasta el punto de dejar sembrados de cadáveres los prados circundantes. Unos prados que ayer los carlistas pudieron visitar como antaño hiciera el escritor Miguel de Unamuno quien centró en esta épica batalla el argumento de su primera novela Paz en la Guerra en la que recoge como "por la parte de San Pedro iban las masas a estrellarse a la colina dejando en su reflujo cuerpos ensangrentados, como el mar algas. Caían a las veces sobre los muertos los vivos y ahogaba las quejas de los heridos el roncar del fuego".