BOB ESPONJA, la viuda de negro, princesas enamoradas y príncipes en busca de ellas. Ayer, todo el mundo salió a las calles de Bilbao para despedir el Carnaval después de seis días de intensa fiesta en la capital vizcaina.

Al inicio de la fiesta, en la Plaza Nueva se respiraba el nerviosismo continuo que tenían los más pequeños. "Corre ama, si me lo pierdo me muero", comentaba Beñat, de cinco años, a su madre con miedo de perderse la llegada de Doña Sardina.

La lluvia, que también quiso tener su parte de protagonismo en la fiesta de ayer, acompañó sin descanso durante todo el desfile. Pero no importó para dar el último adiós a Doña Sardina. Ainhoa, de cuatro años, vestida de vaca, tampoco quería perdérselo. "Vamos a ponernos los primeros para acompañar a la sardina", le exclamaba a su amama, mientras correteaba por la plaza para arrancar en primera fila.

Durante el recorrido de la despedida por las calles del Casco Viejo, se vivía mucha fiesta. Color. Y ruido. En el transcurso del pasacalles, las paradas tuvieron un fondo de luz, especialmente rojo, y música que animaba a todos los bilbainos que caminaban al ritmo de los percusionistas.

Una vez más, el escenario elegido para dar fuego a Doña Sardina y dar por finalizado así los seis días de intenso Carnaval, fue la plaza del Arriaga. "No veo, no veo, déjame subir", repetía constantemente Nuria, disfrazada de india, para subir a hombros de su aita.

Después del paseo donde no faltaron las sonrisas y el ritmo fiestero de los percusionistas llegó la tristeza. La música varió el ritmo. En la plaza del Arriaga todo cambió de humor y los más pequeños ya no sonreían. "La van a matar ya, qué pena", se oía decir a una pequeña vestida de Edurne Zuri.

Bajo una balada que anunciaba el fin, y en cuestión de pocos segundos, Doña Sardina ardió ante la mirada de todos los bilbainos que la arroparon hasta el final. A la sardina le costó morir un poco más de lo esperado. Pero mientras tanto, y una vez asimilado su adiós en los más pequeños, fuegos artificiales sin descanso animaron a los más apenados. "Pobre sardina, todavía sigue ardiendo", se lamentaba Nuria.

Y así, bajo la lluvia y el fuego, se acabaron los carnavales 2014. Pero un año más se fueron por la puerta grande y con la participación de todos.