Por eso gusta tanto. Porque el txakoli sabe de qué hablar con nosotros. O porque tiene un sabor que, buscándoselo, rememoramos tiempos, lugares, amores, celebraciones, despedidas... He ahí nuestro vino de casa, ese vecino del quinto que tiene buena conversación, es amable y cálido y abre la puerta del portal cuando debe y te ve venir cargado de bolsas. Por eso gusta tanto. Porque nos abriga al beber sin sed, porque consuela a los tristes, rejuvenece a los viejos, inspira a los jóvenes y alivia a los deprimidos del peso de sus preocupaciones, como dijo Lord Byron y como firmamos tantos y tantos otros.

Ayer volvió a demostrarse ese cariño en la cita de Mendibile Jauregia, donde se celebró la gala de entrega del IV Premio Laboral Kutxa a la profesionalidad en el trato al Txakoli de Bizkaia, que se merece un usted como la copa de un pino. Antes de conocerse el veredicto de un jurado representado por Patxi Zabala, Antxon Txapartegi, Jokin Gorriti, Marta Acilu y Bittor San Miguel los nervios corrían por el Mendibile Jauregia, aunque el ratón de las filtraciones corría por los rincones. Ha ganado tal o ha ganado cual. El director territorial de Laboral Kutxa, Peio Ugalde, habló de las excelencias del txakoli, al igual que lo hizo Juan Carlos Ercoreca, quien pidió más: nacionalizarse del todo antes de internacionalizarse, pidió. Fueron discursos técnicos y elogiosos. Buenas palabras que retumbaron en palacio Mendibile Jauregia, aunque algo más sosas que las de Gurutze Beitia y Gorka Aginagalde, quienes arrancaron racimos y racimos de carcajadas a los presentes, del "yo no bebo agua porque en ella follan los peces" hasta el "whisky que cuece y el txakoli que enriquece", entre una divertida sucesión de gags. José Ramón Taranco y Jokin Gorriti entre otros se tiraban por el suelo. Y no solo ellos, también Irene Pardo, Joseba Arregi, Josu Loroño, Pedro Berger, Manu Calera, Verónica Calera, Andoni Martínez, Carmen Navarro, Valentín Moro, capaz de transformarse en el Mago Valen con un solo agitar del pañuelo; Alex Candina, Sorkunde y Gotzone Longarai, Jon Aldeiturriaga, Arantza San Andrés, Ramón Muro Gaztañaga, Patxi Larrocha, Julio Alegría, Javier Onandia, Jesús Mari Orella, Oscar del Hoyo, José Luis Herrero, Nieves Pedrero, Susana Benítez, el acordeonista Asier Loroño y un buen número de adoradores del buen vino.

Pero vayamos al desenlace. A la final llegaron cuatro restaurantes: Lubarrieta, de Zamudio; Gotzon, de Bakio; Zarate, de Bilbao, y Jauregibarria, de Amorebieta; y doce bares -Sustrai (Getxo), Barrukoa (Getxo), Hermo 2 (Galdakao), Copi (Astrabudua), El Bodegón (Barakaldo), Brass (Bilbao), Gaztandegi (Bilbao), Ramona (Bilbao), Corinto y Oro (Bilbao), D.O. Bilbao (Bilbao), Gure Toki(Bilbao) y Patxi Larrocha (Bilbao)...- lo que amplió el esfuerzo del jurado. Entre ellos se juzgaba la forma de servir el txakoli: su temperatura (en general, demasiado fríos), la vajilla, la selección de vinos, el maridaje y un sinfín de detalles más. Tomadas las medidas de todos esos atributos con la precisión de aquellos sepultureros del salvaje oeste, anunciaron que Jagoba Beitia, de La Ramona, y Begoña Urberuaga, del Barrukoa, son las mejores barras txakolinadas, mientras que Sergio Ortiz de Zarate, patrón del Zarate, mima en su casa el txakoli como nadie entre los restaurante de Bizkaia.