Bilbao. DE un tiempo a esta parte, Iñaki Egaña ha dejado de ser el conocido músico vizcaino que llegó a tocar con Fernando Arbex, de los Brincos, Juan Pardo, o Los Mitos, entre otros grupos, para convertirse en el padre de Maizenita. A punto de cumplir los 65 años, Iñaki ha relegado a un segundo plano sus proyectos profesionales, que todavía los tiene, para apoyar la carrera musical de su hijo Lander como cantaor de flamenco. Tanto es así que hace dos años se trasladó a vivir a Jerez de la Frontera, "la cuna del flamenco", con Lander y Arantza, su esposa, dejando en Bilbao a sus otras dos hijas, Itxaso y Maitane. No se arrepiente de la decisión porque Maizenita, de 23 años, está triunfando en los festivales y foros flamencos en los que actúa. Para matar el gusanillo, Iñaki sigue tocando el bajo en el grupo, Caeman, con el objetivo puesto en grabar un disco.
Aunque nació en Portugalete, Iñaki se considera de Romo. Allí se trasladó su familia cuando él tenía tres años, y allí, en el popular barrio getxotarra, se crió e hizo sus primeros pinitos musicales en el coro de la parroquia. De todas formas, donde verdaderamente mamó la cultura musical fue en casa. "Mi aita fue uno de los socios fundadores del otxote Danok Bat de Portugalete y en mi familia todo el mundo cantaba: mis padres, mis tíos, mis tías?", recuerda. Así que desde muy pequeño comenzó, según cuenta, "a escuchar música". Y con el virus inoculado, Iñaki formó a los 13 años un dúo con su amigo, Ángel Cajigas, después de que aprendiera de forma totalmente autodidacta a tocar la guitarra. "La guitarra era de mi hermano", cuenta, "pero yo la empecé a coger y a inventarme acordes". Con más ilusión que conocimientos, Iñaki y su amigo se fueron presentando a concursos, ampliaron el grupo, le pusieron de nombre Dangers, y se fueron a Madrid a dar el Salto a la Fama de Televisión Española. La carrera musical de Iñaki se había iniciado.
Profesión
El golpe de suerte le llegó cuando entró a formar parte del grupo los Tañidores. Apenas tenía 15 años, pero fue cuando vio claro que él quería ser músico. Así que les pidió a sus padres que le compraran un bajo, "un Jomadi". Y con él se convirtió en todo un profesional. Con los Tañidores hacía bolos en las salas de fiesta, en Landatxueta, en el Kai Eder de Plentzia, en la Escuela de Ingenieros y en cualquier sitio que les llamaran. Así hasta que conoció a José María Íñigo, que les ayudaría a grabar su primer disco, y que a él le conocieran en una de sus actuaciones en el Arizona. "Me vio tocar un grupo de Madrid que se llamaba los Buenos y me invitaron a ir con ellos", recuerda. No se lo pensó dos veces. A pesar de que era menor de edad, ya que solo tenía 17 años, se fue a la capital. "Aproveché que mis padres se habían ido de vacaciones a Mallorca para irme", cuenta el pillo de él. Cuando regresaron, los padres de Iñaki recurrieron al párroco de Romo para que intermediara. "Pero el cura, que me conocía, les dijo que no se preocuparan, que era buen chico, y que volvería", dice Iñaki. Pero no volvió. Se quedó a vivir en Madrid porque allí tenía trabajo. Atrás dejaba a la familia y los estudios. "Nunca fui buen estudiante", confiesa, "aunque hice hasta sexto de Bachiller, pero no me presenté a la reválida". Lo dejó todo por la música.
En Madrid conoció a Fernando Arbex, que le ofreció formar parte de un grupo tras la disolución de los Brincos. También a Juan Pardo, al que luego le acompañaría en las giras durante siete años, a Miguel Ríos y a Dani Daniel, entre otros muchos cantantes. Se fue metiendo de tal forma en el círculo musical madrileño que nunca le faltó trabajo. Pero como Iñaki es un culo inquieto, se fue a Jerez de la Frontera tras conocer a Manolito y Kiko. Con ellos fundó el grupo Imán Califato. La aventura duró tres años hasta que a principios de los ochenta regresó a Madrid. "Dejé Jerez porque siempre he sido un poco aventurero y me gusta seguir mi propio camino", dice. Con ese espíritu se embarcó en proyectos viajeros. Se fue a Londres, Miami y Sudamérica de gira con el grupo Mariachi. Tras este periodo trotamundos conoció a Arantza, con la que se casó, y decidió instalarse en Bilbao. Corría el año 1983. Primero vivieron en Leioa y posteriormente en Txurdinaga. En su vuelta a Euskadi aprovechó para formarse musicalmente. Cursó los cuatro años de solfeo en el Conservatorio de Leioa y el preparatorio de piano. "Eso me sirvió", dice, "para saber escribir música y poder leer las partituras". También fueron los años que nacieron sus hijos, entre ellos Lander.
Flamenco
Y allí, en Txurdinaga, Lander Egaña se convirtió en el Maizenita. El proceso fue muy sencillo. Lo explica Iñaki: "En casa no escuchábamos flamenco, pero en el barrio se oía mucho a los gitanitos cantar y tocar la guitarra y él se fue aficionando". De esa forma el pequeño se fue empapando y enamorando del arte flamenco hasta que a la misma edad a la que su padre se había ido de casa en busca de nuevos horizontes, Lander les planteó que quería ser cantaor. Sus padres, Iñaki y Arantza decidieron volcarse con su hijo. Cogieron todos las maletas y se trasladaron a Jerez de la Frontera. "Como yo ya había vivido allí y tenía amigos, y Jerez es la cuna del flamenco, decidimos irnos". Y allí siguen, Maizenita actuando y presentándose a todos los festivales e Iñaki haciendo bolos. "Nadie se explica cómo una persona que no ha vivido desde pequeño el ambiente flamenco lo haya captado y lo pueda expresar de esa forma", concluye su orgulloso padre.