Etxebarria
Nació como una modesta cooperativa que buscaba facilitar el suministro de semillas, piensos y otros productos a los baserritarras y pequeños ganaderos del entorno de Markina-Xemein que requerían para sus caseríos y explotaciones. Las siglas que conforman su nombre aún lo recuerdan: Markina Inguruko Baserritarren Alkartasuna. Por eso, en aquel ya lejano abril de 1963, eran poco más de una treintena los socios de esta agrupación que, poco a poco, ha ido creciendo hasta tener clientes en toda la Euskal Herria y otras provincias limítrofes.
El próximo día 25 de mayo conmemorarán con una fiesta el medio siglo desde que se pusiera en marcha la pequeña lonja primigenia, a medio camino entre los núcleos de Markina-Xemein y Etxebarria, donde actualmente sigue desarrollando labores de almacén de reparto. Tres eran los trabajadores que se encargaban de almacenar, expender y gestionar los productos que se compraban a otras firmas para que los baserritarras las adquirieran de la manera más económica posible para sus bolsillos.
Uno de ellos era Ramón Anitua, que, al igual que otros trabajadores jubilados de la cooperativa, así como los primeros partícipes del primer consejo rector, recibirán un cálido homenaje el próximo sábado en Etxebarria. El inexorable paso de los años impide que algunos de los pioneros que pusieron en marcha el proyecto estén en la cita, aunque su recuerdo estará presente.
Uno de esos grandes ausentes será Julián Olazabalaga, Don Julián. Él personifica en la comarca el entonces pujante espíritu cooperativista que en aquella época germinaba con fuerza en muchos rincones de Euskal Herria, y resultó una figura clave en el nacimiento de Miba y otras muchas empresas en el entorno.
"En aquél entonces la creación de este tipo de cooperativas era una necesidad", explica el comercial de la firma, Alberto Etxebarria. "Era una forma de obtener mejores precios en la compra de los productos que se requerían; entonces había una fábrica de pienso en cada comarca y un volumen potente", analiza.
Aquellos primeros socios y clientes eran, en su mayoría, modestos baserritarras de Lea Artibai, y la actividad se centraba en comprar y almacenar los productos para que los clientes finales pasaran a llevárselos. Sólo tres trabajadores formaban la pequeña plantilla de la originaria Miba, y su labor se desarrollaba de manera completamente manual. Sacos cargados al hombro o, como mucho, a lomos de un burro componían la estampa de unos años en los que la tecnología parecía una quimera.
Máquinas La compra de máquinas para crear piensos fue el primer paso en una evolución que ha llevado a la cooperativa a producir en la actualidad 43.500 toneladas de compuestos en la moderna planta que se erige en la zona industrial de Galartza, en el municipio de Etxebarria. "El gran salto de Miba se produjo en el año 2002, cuando nos trasladamos a la nueva planta", ratifica Etxebarria.
Para entonces, este paso se ha había convertido poco menos que en una necesidad, por cuanto que en 1998 se había fusionado la cooperativa CAVA (Cooperativa Agraria del Valle de Arratia). Entre los socios de una y otra agrupación, la cifra superaba el millar, y la demanda también se había multiplicado. "En la actualidad somos aproximadamente 1.200 socios, de los que el 90% son de ambas comarcas, aunque también hay asociados de Durangaldea y otras zonas", desvela.
De esta manera, además de los tradicionales clientes en Aulesti, Ispaster, Etxebarria, Markina o Lekeitio, los productos de Miba llegan ya hasta La Rioja, Burgos o Cantabria. "En el entorno repartimos con una furgoneta; a los lugares más lejanos, alcanzamos hasta los 300 kilómetros, mediante una empresa subcontratada de Markina-Xemein", explica Etxebarria.
Aunque se sigue suministrando a los pequeños baserritarras, lo cierto es que el 90% de la producción de Miba son grandes productores a quienes se suministra el pienso a granel "elaborado a la carta". Es decir, compuesto con la mezcla exacta que requiere el cliente según el tipo de explotación que tenga. "Los camiones los transportan y los vuelcan en sus silos".
Similar es la manera en la que se trabaja en la actual planta de Etxebarria: sin que los trabajadores manipulen manualmente el producto casi en ningún momento. "El camión descarga los cereales en el silo correspondiente y no lo volvemos a tocar hasta que sale en los sacos; el resto del proceso está completamente automatizado", indica el responsable comercial. Un enorme panel informativo y tres sencillos ordenadores son suficientes para que un solo trabajador controle todo el proceso de mezclado de cada composición.
Aún así, son 27 los empleados que llevan adelante la actividad de Miba, repartidos en sus tres ubicaciones: la planta de Etxebarria y las tiendas de Igorre y Markina-Xemein. Englobado en el Grupo Mondragón, sin embargo, aunque el tamaño y la producción de la planta sea importante a nivel de Euskal Herria, "en otras comunidades hay otras de las mismas características que son mucho más grandes: en Cataluña, Aragón...", apunta Etxebarria.
Lo que sí está garantizada es la calidad del producto; adquirido en localizaciones como Las Landas, la meseta castellana o Araba -"el volumen de producción no puede ser cubierto por las explotaciones de los socios"-, son examinadas con rigor antes de almacenarse en los silos y de cada uno de los sacos se recoge una muestra para asegurarse la trazabilidad del producto. "En eso somos estrictos: si hubiera alguna reclamación podríamos seguir el rastro del pienso puesto en duda desde el destino hasta llegar hasta la misma granja, además de por nuestra planta. Esto es vital cuando se trata de la cadena alimenticia", sentencia el responsable.
baserritarras, en declive Al contrario que en los inicios de la cooperativa, las más de 43.000 toneladas de piensos compuestos en la planta -una media de 3.500 al mes-, no tienen como destinatario mayoritario a los pequeños baserritarras, cuya situación es más desfavorable que hace medio siglo. "Aunque la materia prima que emplean se ha encarecido mucho: maíz, cebada... sus precios de venta no se han movido prácticamente, lo que reduce mucho su margen de beneficio", evalúa el responsable comercial.
El beneficio no es, pues, según el asociado de Miba, el motivo que mueve aún a los baserritarras a mantener con vida su actividad. "Muchos lo tienen como una filosofía de vida: es algo que han hecho siempre y les cuesta quitar el ganado de sus caseríos. Más que por el beneficio que puedan lograr, lo hacen porque ceban los animales para su propio consumo y así saben que es de la mejor calidad", asume.
En esa labor ha contribuido en el último medio siglo la cooperativa Miba, que celebra sus bodas de oro a lo largo de estos días en un estado de salud envidiable.