Contra las máquinas
Una máquina puede hacer el trabajo de cincuenta hombres corrientes. Pero no existe ninguna máquina que pueda hacer el trabajo de un hombre extraordinario. Valga esta reflexión enmarcada en una día como el de ayer, 1 de mayo, donde mientras una multitud reclamaba, a voz en grito, su derecho a un trabajo digno, un puñado de artistas se echaban a la calle, lienzos en ristre, para participar en el vigésimo cuarto certamen de pintura rápida al aire libre El primero de mayo en los Jardines de Albia organizado por el Café Iruña. Ellos, que poseen el extraordinario don de crear de la nada, son insustituibles. Tienen la belleza en su cabeza; una inspiración que baja, como si fuese una corriente eléctrica, hasta la punta de su pincel, que manejan con precisión cirujana.
Durante toda la mañana y buena parte de la tarde, Jardines de Albia recordaban al empedrado de Montmartre, barrio parisién que fue cuna de los impresionistas, de la bohemia parisina del siglo XIX e importante teatro de batallas durante la Guerra Franco-Prusiana y la Comuna. Pablo Picasso, Amedeo Modigliani y otros artistas pobres vivieron y trabajaron en una comuna, un edificio llamado el Bateau-Lavoir, a principios del siglo XX y en sus calles se formaron asociaciones artísticas como Les Nabis o Incoherents, y artistas como Vincent van Gogh, Henri Matisse, Pierre-Auguste Renoir, Edgar Degas o Toulouse-Lautrec, entre otros crearon en aquellas calles. ¿El espíritu de alguno de ellos se paseó ayer por Bilbao...? Es difícil saberlo.
Echándose la tarde a acostar, el Café Iruña acogió la entrega de premios del certamen, un veredicto que estuvo en las manos y la sensibilidad del jurado. Presidido, de forma vitalicia, por José Javier Lacalle, Laka, el tribunal, como de costumbre, se enzarzó en un caliente debate. Al cabo del mismo, los hombres de José Javier -es decir, la directora de la Sala Rekalde, Alicia Fernández, y los profesores de la Facultad de Bellas Artes Erramun Landa, Amaia Lekerikabeaskoa e Isusko Vivas...- decretaron que los 1.500euros y el ramillete de violetas (son las flores que más temprano florecen...) fueran a parar a manos de Edurne Martínez, pintora de Erandio y mujer de sensibilidad tenebrosa. El segundo premio se posó en las manos de Diego Pedrero, mientras que la medalla de bronce recayó en la acuarela de Ekaitz Obeso. Testigos de la ceremonia, con Marino Montero como conductor, fueron Izar Sistiaga, Leticia Gaspar, Jon Mao, Beatriz Fernández, Silvia de la Cruz, Jorge Espinel, Luis Chicharro, Ana Catalina, David Navas, María Gonzalo, Amaia Seisós y Sandra Castelar, entre otros.
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