FUE la típica liada", suelta entre risas Andoni Saitua. "Unas cinco o siete chicas vinieron donde los jugadores del equipo masculino y empezaron a decirle a uno, a José Mari Martínez, que a ver si las entrenaba... Nos hizo mucha gracia", cuenta el ahora entrenador del Getxo Rugby femenino y presidente del club. Han pasado 25 años desde que aquel grupo de aficionadas a este deporte tan de hombres empezó a funcionar como equipo. "Yo creo que pensaba que no se iba a presentar nadie al entrenamiento. Y allí fueron las chicas. Y luego José Mari se tiró más de diez años dirigiéndolas. Él formó la esencia del equipo, de ese grupo de chicas que primero se une para aprender a jugar, luego para jugar y después para competir", describe Silvia Ruiz, exjugadora y actual delegada del conjunto.

La trayectoria del Getxo -ahora se llama Bizkarians tras la unión con Mungia- en este cuarto de siglo está plagada de éxitos deportivos: 24 Ligas vascas, dos Copas de la Reina, finalistas de la Copa de Europa? "Al principio eran como una banda de Pancho Villa que se pone a jugar. Yo llegué más tarde, cuando tenía 15 años, y en esa época nos apuntamos un montón de chavalas. Así que nos juntamos un grupo de chicas jóvenes con jugadoras que ya estaban consolidadas. Encajamos muy bien y ese grupo es el que después ha ganado títulos", indica Silvia. "Cuando empiezas a conseguir cosas la gente ve la importancia del esfuerzo que estás haciendo", añade. Y es que cualquier práctica deportiva femenina y en concreto, el rugby, con esa fama de agresividad y dureza que le persigue, supone luchar contra muchas barreras, muchas de ellas, sociales. "A mi ama sí le costó entender que yo jugara al rugby, hasta que luego ha sido, como otras madres, la aficionada número uno en las gradas", reconoce la delegada del Bizkarians. "El rugby tiene esa imagen violenta y hay reparos, sobre todo de las familias a que se juegue por el miedo a que la gente se haga daño. Sin embargo, las estadísticas y los ratios de lesiones están por debajo de otros deportes, es decir, los datos contradicen a la imagen", destaca Andoni.

Ser madres Una de las dificultades a las que tiene que hacer frente una deportista es a compaginar su afición con el embarazo y con su papel de madre. "Nosotras hemos tenido jugadoras que han tenido hijos y que han podido seguir jugando porque tienen mucho apoyo de la familia, pero si no es muy difícil. Nos pasó en una Copa del Mundo que se celebró en Barcelona, que una de las jugadoras había tenido un hijo hace poco y como era parte de la selección hizo el esfuerzo de estar allí. Pero eso conlleva dejar muchas cosas de lado y eso para una mujer es muy complicado", admite Silvia. Pero para estas jugadoras no profesionales -que se pagan ellas la ficha y no reciben un euro de sueldo ni tampoco en concepto de primas por éxitos- sacan las fuerzas de donde sea para luchar por su pasión. "Todos los deportes que no están remunerados, ya sea masculinos o femeninos, suponen un doble esfuerzo. Todo el mundo trabaja, tiene que entrenar y luego competir. Pero es tu ocio. Si te gusta te exiges. Es verdad que también son fines de semana de viajes, pero nosotras hemos hecho viajes de muchas horas de ida y vuelta en un día y nos lo hemos pasado genial. Y eso son vivencias también", apunta la exjugadora. Y al final, tal y como subraya Silvia, lo que queda de toda una carrera deportiva, es "la gente que conoces". De hecho, este fin de semana, el equipo está en Londres: una escapada para celebrar allí los 25 años.

Andoni pasó a entrenar a las chicas en la temporada 2011-12. "Yo he dirigido al segundo equipo masculino en varias etapas y estar con las chicas es algo distinto. Está siendo una experiencia muy satisfactoria. Las mujeres tienen otra forma de ver, no solo el rugby, sino el deporte y la vida en general", concluye el técnico deportivo.