Era esa hora incierta en que sobre el cielo de Roma un humo blanco anunciaba la elección de un nuevo Papa (aún no se conocía su identidad y había un runrún de quinielas de última hora antes de saberse que el elegido era el argentino y jesuita Jorge Mario Bergoglio, Francisco I...) y en el concesionario oficial de Audi Alzaga Motor, en Máximo Aguirre, se entremezclaban las conversaciones. "Será un italiano seguro, han tardado poco en elegirlo" decían una voces. "Este coche es una máquina: un cincopuertas con aires de purasangre", decían otras. Todo sucedió en la presentación del nuevo Audi A3 Sportback, un vehículo del que los programas de mano hablan maravillas. "La deportividad, el diseño y la eficiencia son las señas de identidad del Nuevo Audi A3 Sportback. Un vehículo cargado de energía y conectado con el mundo", dicen de él.
Sonaba el jazz como si fuese el rugido del motor de la fiesta de presentación. A ella no faltaron el presidente del Grupo Torrealday, José Antonio Torrealday; el gerente del concesionario Alzaga Motor, Pedro Díez Menika; el director comercial, Roberto Aldaz, quien hablaba en términos de alta costura de pasarela parisién ("conjuga la deportividad con la elegancia de alta gama", dijo...); Rosa Ibarlucea, Paula Torrealday, Jesús Dalmau, Miguel Ángel Lujua, presidente de Confebask; Roberto Lauzirika, Iñaki Latorre, atento a que toda la tarde se deslizase con fluidez, sin problema alguno; María Baqué, Manuel Ruiz y Marta Rodríguez, del Banco Sabadell-Guipuzcoano; Imanol Barrena, Alberto Palacios, Jon Madariaga, Enrique Grijelmo, Jon Retolaza y un puñado de invitados que se quedaron sorprendidos con las prestaciones del vehículo: noventa kilos más ligero que el modelo anterior. En la versión equipada con el 1.4 TFSI, el modelo solo pesa, sin conductor, 1.205 kilos. Una gacela con corazón de leopardo.
Hablaban del Papa y del coche, digo. Y tras su llegada, también hablaron del Athletic. No en vano, por la puesta de largo pasaron los leones Óscar de Marcos, Aymeric Laporte e Iker Muniain, pese a la sesión doble recetada ayer por Marcelo Bielsa; los padres del delantero, Fernando Muniain y Nuria Goñi; Aitor Villar, Javier Olabarria, Txus Lambarri; Kike Hermosilla y Josu Molinos acudieron en nombre de DEIA; Alfredo Sánchez, Toño Foraster, José Luis Aranguren, Daniel Ruiz Bazán, Cristina García, Isabel Ballesteros y un buen número de invitados que no se perdieron detalle de la reluciente carrocería ni de los vinos servidos por Zorion Arruti y Jon Zubeldia en una tarde recubierta de emociones, una tarde con sus cinco puertas abiertas a un nuevo mundo.
Quienes lo han habitado -ese nuevo mundo sobre cuatro ruedas, digo...- hablan y no callan de las virtudes del vehículo. Anuncian los carteles que uno puede comprarse un pedacito de cielo desde 21.250 euros. Dicen que es más eficiente que su antecesor y sus cifras de consumo y emisiones son menores. Además, aumenta de tamaño y pierde peso. Y que está disponible con dos motores TDI y dos TFSI. Todo un lujo para los ciudadanos Audi.
Entre los datos que afloran en la ficha técnica del vehículo son de destacar los siguientes: tiene una longitud de 4,31 metros, una anchura de 1,78 metros y 1,43 metros de altura, lo que supone un aumento de todas sus dimensiones respecto a la anterior generación. Su batalla crece 58 milímetros, situándose en 2,64 metros, 35 más que en el Audi A3 de la anterior generación. Cuenta, también, que en lo que se refiere a los gasolina, el 1.4 TFSI entrega 122 CV y 200 Nm de par y alcanza los 100 en 9,5 segundos. El consumo es de 5,3 litros. Su velocidad máxima se queda en 203 kilómetros/hora.
Datos, datos y más datos. Un mar de números que bañan la presentación del coche. Un poco a la remanguillé (entraron a preguntar que ocurría y fueron invitadas a pasar...), María José Agirre y María Dolores Alonso no tuvieron reparos en abrir las puertas de atrás y tomar asiento. "Estás cómoda", dijo una de ellas. Era una buena publicidad, un resumen llano y perfecto de los mensajes con los que bombardeaban los comerciales a quienes se interesaban por conocer más detalles que los que saltaban a la vista. Que, por cierto, eran muchos y sugerentes.