a cumplir la tradición. Vecinos de Muntsaratz -foto superior- acudieron a la feria en grupo. Los que más gozaron fueron los más pequeños, a los que "les encanta mirar el ganado, pero tras un rato aquí ya demandan su talo", reconocían los mayores. Los durangarras de la imagen inferior -Urko, Asier, Nerea, Paule, Izaro, Iune y Aroa- aprovecharon que era domingo y la tregua del tiempo para acudir a Abadiño. Foto: j.m. Martínez
Abadiño. Se esperaba un intenso frío, lluvia e incluso nieve. Conocida la predicción, y pese a ser domingo, se podía intuir una jornada descafeinada. Pero la naturaleza fue benigna con todos aquellos que ayer pretendían disfrutar de la feria de San Blas, quienes se llevaron un alegrón cuando alzaron la persiana. Así que, si bien todos los años cuando llega el 3 de febrero Abadiño se llena hasta la bandera, el de ayer fue uno de los Sanblases más multitudinarios de los últimos tiempos. "Está el pueblo que no se puede ni andar. Hace hasta calor", apuntaba un veterano a su acompañante minutos después del mediodía.
Y es que fueron miles y miles de personas las que aprovecharon el domingo para ver el ganado, degustar productos de la tierra, comer un talo de chorizo regado con sidra o txakoli de la zona y, como no, volver a casa con los tradicionales cordones de colores al cuello y la bolsa de rosquillas y pastas marca de la casa. De las que llevan serigrafiado el nombre del santo que provoca todo ese alboroto festivo.
A primera hora el ambiente no era nada del otro mundo, pero el goteo fue constante y las calles se fueron abarrotando con el paso de las horas. No había necesidad de madrugar, los domingos la gente vive más relajada. Si no que se lo pregunten a los txistularis que inauguraron el sonido de la fiesta a eso de las 09.00 horas y que un rato más tarde presenciaron cómo la multitud que acompañaba a los trikitilaris de las 11.30 horas era mucho más numerosa.
Una vez llegado el mediodía había lugares por los que resultaba complicado caminar, como la zona de los puestos agrícolas ubicada junto al Trinkete. Eso sí, la gran afluencia de personal no siempre tiene porqué ser sinónimo de más ventas. "El ambiente está muy bien, pero se nota que la gente está más triste a nivel económico", lamentó Joseba, productor de miel llegado desde el municipio alavés de El Villar. Con esa frase reflejó el sentir de la mayoría de los más de 70 expositores que acudieron a la cita abadiñarra, que para ellos supone una manera de "reivindicar el producto y el trabajo de campo".
También los hubo más optimistas, como el quesero otxandiarra Martín Ajuria. "Aunque siempre queremos vender más, no me puedo quejar", apuntó, y elogió que en este tipo de eventos "además de vender nos damos a conocer y luego la gente puede buscarnos".
Otra de las señas históricas de identidad de los Sanblases es su feria ganadera, que esta vez reunió más de 200 animales. Los tiempos van cambiando y la que en su día era una cita más que interesante para la venta, hoy en día se ha convertido sobre todo en "una exposición de calidad", apuntaba Aitor, miembro de una asociación de Azkoitia que se dedica a organizar pruebas de bueyes.
"El sector cada día está peor, el pienso está muy caro y cada vez se mata menos ganado", explicó Iñaki Etxebarria, de Orozko, que acudió con ocho caballos. Aún así, "es bonito ver a tanta gente en una feria tan importante como la de San Blas, y que se vea el fruto de nuestro trabajo y se valore", apuntaba el iurretarra Jon Koldo Bikandi, que acudió con la intención de vender dos novillos, a los que puso un precio de 2.400 euros.
Lo que tiene más fácil salida son los cordones. "El morado y el negro se nos han acabado", destacó pasada la una del mediodía la bilbaina Iratxe, que llevó los rojiblancos del Athletic hechos de casa. "De la Real también hay pero se venden menos", matizó. Lo del poder del cordón también fue tema de debate. Y es que para algunos comprarlo es solo "una tradición". Para los más devotos, en cambio, "sí cura la garganta, pero para eso hay que tener fe". Lo que sí pone de acuerdo a todo el mundo es que "las rosquillas, cuanto más bañadas en azúcar, mejor".