BILBAO. Los vecinos de Zorrotzaurre están explorando la mediación en todas sus derivadas para solucionar los conflictos surgidos por la llegada de un asentamiento de unos diez jóvenes inmigrantes que, al parecer, son protagonistas de agresiones, robos y amenazas, lo que ha creado un ambiente hostil y de inseguridad en la zona. El primer paso de la Asociación de Vecinos Euskaldunako Zubia de la Ribera de Deusto y Zorrotzaurre fue pedir a las personas que llevan años asentadas en la península de manera pacífica que mediaran con los jóvenes conflictivos, pero resultó poco fructífero.

Después, los propios vecinos fueron en busca de este grupo de jóvenes problemáticos para, de forma tranquila, solucionar la situación, sin que tampoco tuvieran resultados. Finalmente, acudieron a los educadores de calle de la Asociación Bizitegi, que colaboran con el Ayuntamiento, así como a SOS Racismo para que trataran de buscar una solución a esta problemática diferenciando entre inseguridad y delincuencia.

Desde hace cinco meses, las mujeres no andan solas, especialmente cuando cae la noche; los padres acompañan a sus hijos a la parada del autobús escolar cuando antes iban solos; los vecinos cierran sus puertas con llave cuando siempre las dejaban abiertas sin preocupación; y, en general sienten "miedo".

"Se ha creado muy mal rollo en el barrio. Todos tenemos sensación de inseguridad", afirma Ruth, integrante de la asociación cultural La Hacería que desde hace 15 años forma parte del barrio. El cambio vino con la llegada de un grupo de inmigrantes que apenas rozan la mayoría de edad que han decidido asentarse en la zona y que han protagonizado diferentes altercados.

Agresiones e intimidaciones "Agreden a los vecinos, se han registrado dos intentos de violación, uno de ellos a una menor, hay amenazas e intimidaciones directas a las personas. Nos encontramos ante una situación alarmante y nos echaremos las manos a la cabeza cuando pase algo", denuncia Eneko Herrán, de la asociación vecinal.

Actitudes violentas El problema, según los vecinos, no es la existencia de los asentamientos en sí, tampoco el hecho de que se trate de personas extranjeras, el problema es la "actitud violenta y el mal carácter" de estos jóvenes. Cansados de esta situación, los vecinos han tomado cartas en el asunto y trataron de llegar a un acuerdo con los responsables directos del problema.

Su primera opción fue acudir a los otros inmigrantes asentados en la zona para que mediaran con este grupo. Aludiendo a una posible afinidad por ser compatriotas les pidieron que dialogaran con el grupo de jóvenes difíciles para hacerles entrar en razón, pero el intento no sirvió de nada e incluso hubo algún conato de reyerta.

Lo peor es que su comportamiento nos afecta a todos, para nosotros también es un problema", asegura Kaba, uno de los inmigrantes que lleva asentado en Zorrotzaurre desde hace año y medio y que como otros tantos llevan viviendo en los barracones de las fábricas abandonadas de forma pacífica con el resto de vecinos del barrio. "Se han integrado perfectamente, son unos vecinos más en el barrio.

A veces te los encuentras tomando una café en el bar y charlamos sin problemas", asegura Ruth sobre estas personas. "Qui-tando algunos prejuicios, nunca ha habido problemas de convivencia con ellos porque no generan problemas. Son asentamientos pacíficos", sostiene Eneko.

Segundo intento Este primer intento no resultó, pero los vecinos no cesaron en su empeño por recuperar la tranquilidad del barrio. Ellos mismos se dirigieron a las inmediaciones donde se asientan los jóvenes problemáticos. "Encontramos a algunos y hablamos con ellos de forma pacífica. Fuimos muy claros y les explicamos que si ellos nos respetan, nosotros también, pero que si su comportamiento no es el adecuado el nuestro tampoco lo será", manifiesta el portavoz vecinal.

La primera impresión desde la asociación fue que habían captado el mensaje, sin embargo las molestias volvieron. "Los chicos con los que hablamos parece que nos entendieron, pero tal vez no fueran ellos los que causan problemas", explica. Ante el fracaso del segundo intento, los vecinos solo vieron una vía de escape, acudir a los educadores de calle especializados y a los asistentes sociales del Ayuntamiento que trabajan por la integración en la zona, así como a la organización SOS Racismo para que interactúen con estos jóvenes y evitar que se confundan lo problemas originados por la delincuencia con el fenómeno de la inmigración.

"Esperamos que estas personas como profesionales que son puedan hacer algo con estos chavales y les hagan entender que deben abandonar esa actitud. De lo contrario, nos veremos obligados a aislar a este grupo hasta conseguir que se vayan de motu propio", finaliza el portavoz vecinal.