Bilbao

Aquellos bocadillos de nocilla, la hierba recién cortada del campo de fútbol, las piscinas en verano...", los recuerdos se amontonan en la memoria de miles de vizcainos que durante dos décadas, de 1962 a 1981, pasaron por la Residencia Infantil Nuestra Señora de los Ángeles, en Villarcayo, buque insignia de la obra social de la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao.

Este espacio, que el pasado mes de octubre cumplió sus bodas de oro, se ideó, en principio, para acoger a niños con dificultades respiratorias y que pasasen periodos en invierno, escolarizados todo el curso o durante el verano. En aquella época, Bizkaia estaba consumida por la industrialización y la contaminación causó muchos problemas entre la población infantil. En este sentido, Villarcayo era un oasis, con un clima perfecto para recuperarse.

a la aventura "Me gustaban las excursiones, conocer gente..., era como los Erasmus de ahora pero con gente de distintos sitios de Bizkaia, porque en aquella época todo era mucho más lejano y no había las mismas comunicaciones que hoy en día", compara Iñaki Llamas, portugalujo de 45 años, que tuvo su primer contacto con la resi de Villarcayo en 1976, con nueve años. "Mis hermanas habían estado el año anterior y mi madre me mandó al año siguiente un verano para ver si me aclimataba porque sufría problemas respiratorios y el clima seco de allí y sin polución me venía muy bien", recuerda. Tal fue su grata experiencia que repitió durante los tres años siguientes para hacer los cursos de 5º a 7º de EGB. "Estuve de 1977 a 1980 y siempre he guardado un gran recuerdo. Me acuerdo sobre todo que teníamos cine todos lo domingos y eso era todo un lujo", afirma. Uno de los aspectos que más le marcaron y que tiene grabado a fuego son las instalaciones. "Era un complejo enorme, había una gran diferencia en cuanto a las instalaciones a las que yo estaba acostumbrado, por eso cuando volví a la vida real todo me parecía mucho más pequeño y fue un chasco", explica. Joserra Gil, otro exalumno, más conocido por Charlie, también coincide con su compañero al señalar que el regreso "era triste porque significaba volver al cemento y dejar el campo".

instalaciones Ubicada en un paraje natural inigualable, a la entrada de Villarcayo y a orillas del río Nela -destino de muchas de las excursiones que realizaban-, disponía de varias aulas, nueve dormitorios divididos en ocho camarillas, iglesia, comedor, salón de actos con cine.... y en el exterior campos de fútbol y baloncesto, así como, cuatro piscinas -envidia de los niños del pueblo-, a lo largo y ancho de una enorme finca rodeada por árboles. La calidad de las instalaciones, orgullo de la Caja vizcaina, hizo que se encargase la realización en 1965 del documental Vivir un sueño donde se narraban las experiencias de los chavales en la residencia.

La enorme capacidad de este recinto permitía albergar a más de cuatrocientos niños y niñas. Para controlar tal cantidad de txikis fue necesaria una flota de empleados, que llegó incluso al centenar. Una de ellas es la ex monitora Marisa Lamas. "Lo que más me sorprende visto con perspectiva histórica es ver cómo éramos capaces de tenerles a todos controlados", -cada monitora debía vigilar a 48 niños- señala al tiempo que recuerda anécdotas que le van surgiendo. "Una vez nos recorrimos todo el pueblo de Villarcayo buscando a un niño que se había enfadado y resulta que se había escondido debajo de la cama y se había dormido", relata.

En total, estuvo cinco años en la residencia, de 1975 a 1980, y vivió dentro de sus muros el profundo cambio acaecido en España con el final del franquismo y la transición. "Al principio las religiosas eran nuestras jefas y una de ellas era muy heavy. Quería que las monitoras hiciésemos la misma vida que ella. Aunque también había otras que eran estupendas como Sor Teresa y Sor Aurelia", destaca. "Con el final del franquismo cambió todo", añade. Y es que con la entrada de la última directora del centro, María Jesús Casas, de 1979 a 1981, acabada ya la etapa de religiosas, la separación entre sexos se fue aboliendo. "Hubo un gran cambio en cuanto a la libertad. Nos empezaron a dejar juntarnos a la hora de misa, en el patio y en otras actividades", señala Charlie, cuya etapa en Villarcayo se inició un verano de 1977 cuando dejó su La Arboleda natal. "Fui quince días para probar y me quedé asombrado con aquellas instalaciones. ¡Era un colegio de lujo! Luego hice los cursos de 6º y 7º de EGB entre 1978 y 1980", indica. De aquella época guarda sus "mejores recuerdos de la etapa estudiantil". "Era maravilloso estar las 24 horas del día con los amigos y hacer actividades con las chicas". Además, Charlie, que era muy deportista, encontró en Villarcayo un paraíso. "Había unos campos para jugar a fútbol impresionantes", apunta. Sobre la adaptación cita dos claves. "No es lo mismo ir con 12 años que con nueve. Además, mi familia venía a visitarme todos los domingos", recuerda.

Por otro lado, uno de los recuerdos imborrables para Charlie es aquella celebración del año internacional del niño. "Creo que fue en 1979 cuando salimos a bailar con una ikurriña por Villarcayo y recuerdo mucha tensión entre los mayores del lugar", bromea.

reencuentro Pese a que la crisis y otras circunstancias acabaron con la residencia en 1981, el espíritu de Villarcayo sigue vivo en la memoria de miles de vizcainos. Todos esos recuerdos quizás se hubieran perdido o por lo menos no se hubieran compartido sin la existencia de una página web, (villarcayo.net46.net) que ha permitido a su impulsor Iñaki Llamas, "encontrar más compañeros". "Con la web mucha gente retrocede treinta años en su cerebro", destaca Gil.

Una vez cerrado el complejo, pasó por distintas manos, tanto a nivel estatal como regional. Albergó en los ochenta un centro piloto de protección de menores y, actualmente, es un geriátrico, un centro de salud, un centro de especialidades médicas de la comarca y el colegio Princesa de España.