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"La crisis ha llegado a la clase media, lo notamos por el valor de las joyas"

Javier Calderón y Manu Valle abrieron en septiembre de 2009 su primera oficina de compraventa de oro en Bilbao. Entonces solo había 6 establecimientos. Hoy hay 45. El perfil de la persona que acude a sus tiendas ha cambiado. "Se nota que la crisis ha llegado a la clase media", dice

"La crisis ha llegado a la clase media, lo notamos por el valor de las joyas"Foto: David de haro

Bilbao. Manu Valle, el socio de Javier, tenía una joyería en Galdakao, pero se vio obligado a cerrarla por la crisis. "La gente le iba a vender oro en lugar de ir a comprarle joyas y relojes", cuenta. Y eso les dio una idea. En septiembre de hace tres años, Manu y Javier abrieron un despacho de compraventa de oro en un piso de la calle Alameda Urquijo. "Empezamos de forma discreta porque pensábamos que a la gente le daba pudor ir a vender las joyas de la familia", señala Javier. El negocio comenzó a funcionar y hoy es el día que tienen tres establecimientos funcionando a pleno rendimiento en la capital vizcaina bajo la marca Oro Bilbao, dos de ellos a pie de calle.

¿Satisfecho con el negocio?

Sí. Estamos contentos, pero también con miedo.

¿Miedo? ¿Por qué?

Porque este es un negocio que tiene fecha de caducidad. Lo tenemos asumido. Sabemos que en unos años esto se acabará, porque la gente ya no tendrá joyas para vender.

¿Ni aún manteniéndose la crisis?

Sí seguimos así, la crisis cogerá a las clases más altas, pero ahí se acabará todo.

¿Hasta ahora, cuál ha sido el perfil de las personas que entran en sus oficinas?

Ha ido variando con el tiempo. En un principio venían más chavales y extranjeros con pequeñas joyas, pero actualmente nuestro cliente es de un nivel medio, medio-alto.

¿Ha aumentado la clientela?

No en número, pero sí en cuanto a la calidad de la clientela. Ahora vienen menos clientes, pero los que entran lo hacen con más cantidad de oro. Eso significa que la crisis ha subido un peldaño y ha llegado a la clase media, que tiene en sus casas joyas de más valor.

¿Los clientes se han despojado de la vergüenza que suponía en muchos casos entrar en un establecimiento de este tipo?

Sí. Yo creo que los clientes, por lo menos en nuestras oficinas, entran con mucha naturalidad y sin ningún tipo de vergüenza. Aunque en un principio fue diferente.

¿Qué pasaba?

Que la gente tenía cierto pudor. Ir a una establecimiento de este tipo daba la misma vergüenza que entrar a un sex shop. Parecía que si a alguien le veían salir de una tienda de compraventa de oro todo el mundo iba a pensar que andaba mal de dinero. Por eso, nosotros montamos la primera oficina en un primer piso, para que nadie supiera si uno iba al médico o a vender joyas. Pero con el tiempo la gente fue quitando ese pudor.

¿Qué tipo de joyas venden sus clientes?

De todo. Desde un alfiler de corbata a una medalla de la primera comunión, hasta un lingote de oro.

¿Un lingote de oro?

Sí, hay gente que tiene en casa monedas y lingotes de oro.

¿Cuál es la transacción media que hacen en sus oficinas?

Depende. En la zona de Indautxu, por ejemplo, los clientes llevan cosas de más valor, y en la oficina de El Arenal, la media es algo más baja. Es difícil de dar una cifra, lo mismo viene una señora con una pulsera cuyo valor es de 2.100 euros que otra con una cadena de 250.

¿Cuál ha sido la operación más importante que ha hecho?

Comprar un lingote de oro de un kilo por casi 50.000 euros.

¿A cuánto está el oro?

A unos 25 euros el gramo de oro de 18 kilates. Pero hay que tener en cuenta que el precio del oro cambia diariamente. Por la mañana se marca en Londres y, en base a ese precio, tenemos que hacer las compras.

¿Es un buen precio?

Sí. Es un buen precio, por eso es un buen momento para vender. En los últimos diez años, el precio del oro se ha multiplicado por seis.

¿Qué hacen con todas las joyas que ustedes compran?

Enviarlas a Suiza para que allí las fundan. El oro se funde y vuelve a entrar en el circuito productivo. Es decir, vuelve a la electrónica, a la joyería, a la industria... Este es un negocio ecológico. El oro de las joyas se funde, se recicla. No pierde nada de su valor como metal.

¿A qué se debe que en los últimos cuatro años hayan aumentado de forma tan espectacular las tiendas de compraventa de oro?

A dos cosas: a la crisis y al precio del oro, que, como decía, se ha disparado. Cuando nosotros nos decidimos a entrar en este negocio solo había seis oficinas en Bilbao. Hoy en día hay 45, y en Bizkaia, 92, según los datos de la Ertzaintza.

Ahora que menciona a la Ertzain-tza, ¿cómo controlan las operaciones que ustedes realizan?

De forma muy exhaustiva. Nosotros, en cada compra que hacemos tenemos que escanear los objetos, así como el DNI de la persona que viene a venderlos. Rellenamos una ficha muy completa con las características de las joyas y llevamos toda la documentación a la Er-tzaintza.

¿Y si resulta que compran una joya que había sido robada?

La Ertzaintza nos la requisa. Lo único que podemos hacer nosotros en esos casos es denunciar por estafa a la persona que nos la ha vendido. La Ertzaintza nos obliga a tener inmovilizadas las piezas que compramos durante 15 días por si acaso surgen denuncias de robos de alguna de las joyas que compramos. Pasado ese tiempo, las mandamos a fundir a Suiza.

¿Le han estafado alguna vez?

Sí. Una señora de 71 años que venía casi todos los días con alguna joya, que luego resultó ser que era de algún familiar que le había denunciado. Lógicamente, a mí me las requisaron.

¿Usted cree que todas las personas que se acercan hasta sus oficinas para vender joyas lo hacen por necesidad?

No, en nuestros establecimientos, por lo menos, no es la generalidad. Yo creo que hay mucha gente que está viendo que tiene joyas en casa de valor que están pasadas de moda, que las ha heredado, no se las va a poner nunca y ahora, que el precio del oro es alto, ve que puede sacar un buen dinero. Además, el tema de los robos en las casas está influyendo para que mucha gente quiera deshacerse de las joyas.

El oro que compran, ¿de cuántos kilates es?

Generalmente, de 18 kilates. Para comprobar su pureza se hace una prueba química ante el cliente, y enseguida se ve si es de calidad o no.

¿Y con la plata?

También se tiene que comprobar a través de comprobaciones con productos químicos. El problema es que muchos de los juegos de café o te, o la cubertería que traen no son de plata auténtica.