Santurtzi. La sirena del puerto de Santurtzi vuelve a sonar. Alta y clara. A su llamada responden cientos de vecinos, algunos arrantzales en un pasado cercano; otras, sardineras con la piel curtida por el sol y, los últimos, conocedores cercados de la historia que ha concedido a la localidad el sobrenombre de marinera. Juntos abordan las rampas del puerto recreando una vieja, conocida y repetida escena santurtziarra, la llegada de la pesca. Lo hacen ataviados con sus trajes tradicionales y el morado por bandera, en homenaje a la histórica Cofradía que ayer volvía a la vida tras ser rehabilita por el Ayuntamiento. "¡Cuántos recuerdos! Esta era como nuestra segunda casa", cuenta Rosa con los ojos humedecidos recordando un pasado en el que llegaban a atracar hasta 37 embarcaciones pesqueras en el puerto.

Por la mar llega la Sotera. Al ritmo de los remos y recibida con los cantos tradicionales entonados por quienes esperan a pie de la rampa, acerca la placa con la que el alcalde, Ricardo Ituarte, y el presidente de la Cofradía de Pescadores, Benito Fernández, convierten una jornada "especial" en perpetua. "Es un símbolo porque supone la rehabilitación de un edificio que se construyó para honrar la memoria de los arrantzales, reconocer su trabajo y el de todos los de Santurtzi que se dedican a la mar", anticipaba el primer edil antes de abrir las puertas de la nueva casa de pescadores a los vecinos. "Lo que se va a ver es lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos seguir siendo. El presente, el pasado y el futuro", adelantaba a las cientos de personas que esperan bañadas en recuerdos. "Cuando llegaban los barcos, antes de que subieran las muestras de pescado a la sala de subastas, nuestras madres nos mandaban con un pañuelo en las manos y los arran-tzales nos daban un puñado de anchoas a cada una. Luego volvíamos contentísimas a casa", cuentan Gloria, Felisa, Isabel, Begoña y Ascen, una de ellas llegada desde Málaga con tan solo cinco años. "La Cofradía, era nuestro lugar de encuentro, donde estaban nuestras madres, tías, amamas... y donde veníamos a limpiar los barcos por el pico, la cantidad de pescado que nos daban los arrantzales a cambio y que luego nosotros vendíamos a buen precio en la subasta", ríen mientras hacen cábalas sobre cómo habrá quedado el interior del edificio.

Caras conocidas Las dudas se despejan enseguida. La sala más esperada -el inmueble ha sido rehabilitado y transformado en varias aulas de exposición, oficinas, una lonja de venta de pescado y la oficina de Turismo de la localidad- era sin duda Santurtzi Itsasoa, el museo dedicado a la mar donde el área de Cultura ha recogido las recuerdos de al menos 80 personas mayores del pueblo. "Mira, les conocemos a todos los que salen, son amigos, familiares, vecinos", explica Fidela, "aquí todo el mundo me conoce así, Fidela, hija de Juli la ronca, sardinera", añade orgullosa de su pasado arrantzale. "Está precioso, lo mejor que han podido hacer con la cofradía, que estaba ya muy deteriorada", narra recorriendo los pasillos de sus recuerdos apoyada en el brazo de su amiga Pili.

El sendero de su memoria retorna a Fidela hasta el Santurtzi de los avisos a través de las campanas de la Cofradía. Al de las sardinas en abundancia y los barcos partiendo y atrancado a diario. Al bullicio, las alpargatas y los arrantzales con pantalones remangados y descalzos. También le viene a la memoria el Santurtzi de los motes. "Todos nos conocíamos así, estaban las Pitxinas, la Tomasa, la Juli.... También a las sardineras se las llamaba por el apodo", comparten también entre Rosa, Jasone, Jesús, Justino y Txusmari. Entre sus palabras se cuela alguna lágrima salada. "Siempre subíamos a la Cofradía para ver cómo se discutía por el precio del pescado. Tenían que estar listas las sardineras porque si levantaban pronto el brazo en la subasta pagaban mucho y si esperaban demasiado, se quedaban sin el mejor pescado", cuentan con los recuerdos a flor de piel tras recorrer el museo.

"Te vienen muchas cosas a la cabeza. Cosas que parecía que habíamos olvidado pero no, están ahí", asegura Pili al visitar el Rincón de la memoria, nombre que han recibido las pantallas que visionan incesantes las vivencas de aquellos que mejor recuerdan la historia santurtziarra.

El museo estará abierto todos los días, gratis para los vecinos de Santurtzi y con un precio simbólico para los que vengan de fuera -hoy es jornada de puertas abiertas-. "No me imaginaba que fuera así, recoge perfectamente lo que ha sido y es Santurtzi hasta ahora", asegura el presidente de la Cofradía tras un primer paseo por las salas.

La Virgen del Carmen, la época de las sardinas, imágenes de los más pequeños santurtziarras bañándose en aguas del puerto, la pesca, la escuela náutica, la sotera, los primeros gigantes de la localidad... "Esta visita hay que realizarla más tranquilo para disfrutar y escuchar cada uno de los vídeos", subraya Benito, que no podía contener las lágrimas de emoción. De "orgullo". "Para los que somos de Santurtzi, este museo es un gran regalo".