Ugao-Miraballes
Un 4 de marzo de 1375, el infante Don Juan, por entonces Señor de Vizcaya, fundó la villa de Ugao bajo el nombre de Villanueva de Miravalles. Lo hizo guiado por el interés de los hidalgos y labradores de la comarca -sobre todo de Zeberio, pero también de Arrankudiaga, Arrigorriaga, Zaratamo e, incluso, Arakaldo- por participar de los beneficios derivados del comercio que se canalizaba a través del Camino Real de comunicación entre Castilla y Bilbao.
Los habitantes del valle zeberiano celebraron aquel gran día por todo lo alto con un festejo del que se tuvo noticias desde Orduña hasta Bilbao. Hombres y mujeres salieron a la calle para preparar pucheros de alubias y participar en una gran comida popular. Juan y Domeca, del caserío Beldui de Laudio, aparecen en el lugar dispuestos a vender sus verduras, queso y rico txakoli. Ajenos a tan importante evento coincidieron con herreros, carpinteros, aldeanas, señores, ladronzuelos e incluso con un maestre ciego y su lazarillo.
Son los singulares personajes que tomaron ayer la plaza de Ugao-Miraballes para acercar al pueblo y al gran público un retazo de la historia y el pasado del municipio. La compañía de teatro Ugaoko-Bidea se sumó de esta manera a los actos de conmemoración del 637 aniversario de la fundación de la villa organizados en colaboración entre el Ayuntamiento y el Centro de Interpretación Histórica.
La representación, bajo el guión y dirección del escritor Jose Luis Urrutia, "se ha creado específicamente para este día y para animar el programa de actos de la jornada que gira en torno al concurso de alubias y la comida popular", explicó un miembro del grupo.
Alubias de menú En ese certamen culinario se animaron a participar 16 cuadrillas de amigos de Ugao-Miraballes. Entre ellas se encontraba un grupo de ocho mujeres que, armadas de paciencia, se animaron a realizar el guiso tradicional en una puchera típica de la vecina comarca de Enkarterri. Se trata de la también llamada olla ferroviaria ya que fue una invención de los maquinistas de la antigua línea de ferrocarril de La Robla (Bilbao-León) que en invierno, cuando el frío les impedía bajar del tren para comer, calentaban la comida en este artilugio valiéndose del vapor de la máquina del tren.
Pili, Marian y sus compañeras utilizaron ayer "carbón vegetal y un fuego muy bajo para que el cocido se vaya haciendo poco a poco". Tiempo había, puesto que comenzaron con los preparativos a las nueve de la mañana y hasta las 13.30 horas no había que presentar las cazuelas. "Hemos elegido alubia alavesa con verduras y sacramentos y estamos seguras de que quedarán muy ricas y sabrosas".
Al resguardo de la zona cubierta del Palacio Jane estaban también muy atentos a los fogones Oscar, José Luis, Ibon, Guille y Floren. "Hemos sido muy madrugadores. Llevamos aquí desde las ocho de la mañana y nos vamos a juntar unos veinte a comer, más siete niños". Esta cuadrilla de amigos se decantó por la alubia canela para preparar el guiso "ya que no se deshace, queda entera y blandita, y con muy buena presencia".
Su objetivo era lograr, como poco, "el primer y segundo puesto del concurso" aunque su participación era más bien una excusa para disfrutar de una mañana de cata de vinos. "Tenemos una gran variedad, desde priorato, Bierzo, syrah de Jumilla hasta vino de Salamanca, Rioja e incluso zurrakapote. Para todos los gustos y paladares", enumeraron con orgullo.
Comida en Palacio Y es que lo importante, al fin y al cabo, era pasar una mañana agradable y colaborar en los actos de conmemoración del 637 aniversario de la villa. Tras el concurso, cocineros, ayudantes y vecinos se reunieron en torno a una mesa con 240 comensales para degustar el plato del día. "Iba a ser en plena plaza pero como ha amanecido con lluvia se ha decidido trasladar la comida dentro del Palacio Jane. Es una pena pero lo importante es mantener el acto", explicó Natalia Vico, del Centro de Interpretación Histórica.
La jornada festiva estuvo ambientada también por una kalejira de saltimbanquis y malabaristas medievales. Además, los niños pudieron entretenerse con juegos artesanales de madera en los patios cubiertos de la ikastola Leitoki.
La programación continuó por la tarde con un taller circense en el gazteleku donde los jóvenes pudieron aprender y practicar acrobacias, malabares y equilibrios. Una nueva kalejira medieval ambientó después el centro de la villa y el día se cerró con un espectáculo nocturno.