Una de las mentes preclaras del negocio de la imagen, Robert Stephens, dejó una frase antológica, una cuasi perfecta definición ideada para definir la publicidad: es un impuesto que hay que pagar por no tener un producto memorable. ¿Impuesto, he dicho impuesto? La frase es tan certera que hace diana en el corazón del oficio, en la festividad de su patrón. No en vano, los publicistas conmemoran su onomástica, la conversión de San Pablo, en honor de Saulo de Tarso, el terrible recaudador de tributos que vio la luz tras cegarse y caer del caballo, camino de Damasco. Desde aquel día encabeza el santoral de los apóstoles de la publicidad, los hombres y mujeres que son capaces de hacernos creer sin ver.
Corren tiempos duros -"ya podían correr, pero la verdad es que pasan despacio, muy despacio", asegura un viejo amigo...- y la publicidad sufre en sus carnes la caída de la hoja; no por la llegada de su otoño sino por la guillotina de los recortes, sangrientos en muchos casos. Ayer, ¡yuyu, yuyu!, nadie quería hablar de ellos. Llorar es verbo prohibido. Por contagioso.
¿Acaso no son maestros de ponerle al mal tiempo buena cara...? Pues eso. La Asociación de Agencias de Publicidad de Bizkaia que preside Luis Sastre celebró anoche una cena de encuentros, donde no se saldaron cuentas pendientes. "Ojalá", chistó una voz anónima, algo asfixiada por los impagos. De nada eso se permitía hablar a viva voz. La cena, celebrada en el restaurante Zuria de Juanan Zaldua, sirvió de relax, entre lomos de bacalao y merluza a la brasa y suculentas chuleta deshuesadas; toda una isla de recreo para los sentidos.
Un panel -no se resisten al juego de espejos; son como niños...- anunciaba en encuentro con rotundidad de buena novela negra: La cena. Como si fuese la única, la grande. Lo vieron de cerca María Caballero, César Magallón, Olga Algar, Aitor Zumelzu, Yurdana Burgoa, Ane Mendibe, Ibone Txertudi, Libe Romaña, Juan Zubeldia, Luis Collell; Carlos Basterretxea en nombre de DEIA; Adolfo Lasarte, quien llegó a los postres, María José Gandarias, Gontzal Murillo, Elena Corral, Patxi Errazti, Josune Iratxeta, Willy Díaz de Vergara (¡cómo se añoró a Koke, a su hermano muerto!), Iker Lasaosa, Eddie Peñín, Agustín Villaescusa, quien cedió la lona donde se imprimió el cartel (no hay creativo sin soporte...); Belén Horas, Marcos Muro, Luis Talavera, Óscar Gil, Elena Askarza, Juan Baliño, Nagore García, Ludi Fierro, Idurre Albizu, Ainhoa Arrate, Maite Cuenca, Jon Ander Gurrutxaga, Luis Urkijo, Eduardo de la Cruz, Koldo Marcilla, Jon Ander Blanco, José Ramón Blázquez, José Luis Seco, Ana Garrido, Aida Pérez, Javier Onandia, Estibaliz Batiz, Ander Anitua, Juan Ángel Pérez y así hasta llegar casi a los cien cubiertos.
Hubo, según cuentan quienes estuvieron, más intercambio de impresiones que de ideas: al fin y al cabo ellos cobran por ese material tan frágil. Pero se intentó, por encima de todas las cosas, esquivar la sombra de los fantasmas. Hoy es el primer día para muchos de ellos de un mundo atractivo: el fin de semana. ¿Para qué lamerse las heridas, cuando el tigre aún lanza zarpazos?