Bilbao

El trasiego en el centro de duchas públicas es constante, las puertas de los habitáculos se abren y se cierran sin descanso, y el agua que se escapa por debajo fluye copiosamente hacia uno de los sumideros, situado en el centro de la zona de los lavabos. En la recepción, Jose Mari, encargado del establecimiento, reparte los tickets de los turnos y cuida de que todo funcione correctamente. "Nunca hay problemas, pero se establece un precio simbólico para el jabón para evitar que alguien coja más de lo que necesita", explica sobre los seis céntimos que cuesta una pastilla. El resto es gratuito, incluido el papel higiénico, aunque es Jose Mari quien lo custodia y lo reparte entre quienes se lo piden, tal y como señala un cartel colgado en la recepción. Y es que, además de las veinte duchas, el local cuenta con dos WC adaptados y una zona de lavabos para un aseo completo.

Además del remojón bajo el agua, muchos usuarios aprovechan las instalaciones para lavarse la cara o afeitarse, tarea no siempre sencilla si es frente a unos espejos continuamente empañados por la condensación que forma el constante flujo de agua. La preocupación por el cuidado de la higiene en las instalaciones es fundamental en un centro que ve transitar en su interior a tantas personas cada día, durante las cinco horas en que funciona a pleno rendimiento. Por ello, dentro, entre el inevitable vaho que lo nubla todo, se distingue a cualquier hora la figura del encargado del mantenimiento, quien trabaja durante toda la mañana para que las instalaciones presenten siempre un estado de impecable saneamiento y desinfección. El anonimato está garantizado, ya que no es necesario ningún registro previo.