Bilbao. Sale del astillero, tras una mano de chapa y pintura, dispuesto a navegar a toda máquina en esta su nueva andadura. El Museo Marítimo Ría de Bilbao se ha salpicado sus viejos complejos y está dispuesto a encandilar a cuantos visitantes, vizcainos o foráneos, conozcan sus bodegas. "Queremos que la gente nos vea como algo propio y aspiramos a convertirnos en el tercer museo de Bilbao en visitantes", anuncia su nuevo director, Jon Ruigómez, que se estrenó en el cargo en septiembre del año pasado.
El año 2009 marcó un antes y un después en la historia del museo. Los patronos -el Ayuntamiento, la Diputación, la Cámara de Comercio y la Autoridad Portuaria- tenían claro que querían dar un nuevo rumbo a un proyecto que no terminaba de levantar cabeza. Convocaron un concurso de ideas para definir su estrategia futura, redujeron drásticamente la plantilla y, el año pasado, se estrenó un nuevo director, el bilbaino Jon Ruigómez. "Este museo tiene un pasado, todos lo asimismo, pero ya es agua pasada. Ahora es momento de mirar hacia adelante, porque el Museo Marítimo tiene mucho futuro y mucha potencialidad", defiende.
La palabra clave es dinamizar. Ruigómez quiere abrir el museo, hacerlo más atractivo, ganar visitantes. "Queremos ganarnos al bilbaino, que sea el mejor cicerone del museo, y atraer al visitante. Aquí nos encanta, cuando viene un amigo, llevarle al Guggenheim y a tomar unos pintxos; queremos que también le traiga al museo", explica. Con una media de 60.000 visitantes anuales -con picos como los 115.000 en 2005, año de la exposición del Titanic, y los menos de 30.000 en 2010-, el Marítimo tiene vocación de convertirse en el tercer museo de Bilbao, tras el Guggenheim, "que juega en otra división", y el Bellas Artes. ¿Un objetivo demasiado ambicioso? Quizá, pero Ruigómez está convencido de que el museo tiene atractivo suficiente para ello. "Queremos más visitas y creemos que podemos conseguirlo. Tenemos un margen de mejora muy importante, muchas ganas y muchas ideas. Somos optimistas; estamos en el momento adecuado porque esta es la continuación natural del nuevo Bilbao. No será de un día para otro, pero podemos conseguirlo", confía el director.
El director ha asumido su cargo con entusiasmo y lleno de ideas e ilusión. "El museo es algo que pertenece a todos. Nos gustaría que los vizcainos nos vieran como un museo amable, cercano y participativo; queremos que sean nuestros cómplices, que nos sientan como algo propio". Desde el inicio del pasado curso se han volcado en tratar de enganchar al visitante. "Estamos haciendo muchas cosas para atraer a la gente. Queremos abrir el museo, hacerlo cercano", explica el director. Las visitas escolares -cada año recorren las instalaciones más de 6.000 estudiantes- son un gancho perfecto para que los más pequeños quieran repetir la experiencia con sus padres. Pensando en ellos se han preparado dioramas con clicks de Playmobil en cada una de las escenas que se recrean en el museo: un naufragio en la Galea y su rescate, el ataque pirata a Portugalete, la botadura de un barco en un astillero moderno... A los aitas, además, se les entrega una guía en la entrada para que puedan explicar a sus hijos, de forma divertida, la historia de la ría, sus características y su evolución. Las escenas guardan, además, otro guiño para los pequeños; en todas hay un ratón que tienen que buscar.
La gente del mar es otro de los públicos en los que se han fijado. Para ellos llevan organizando, desde noviembre, los Martes Náuticos, encuentros mensuales en los que se tratan diferentes temáticas relacionadas con el mar: vela, pesca, meteorología... Otro guiño: la entrada al museo da ahora derecho a una gilda en la cafetería, que ha sustituido al caldo marinero del invierno.
Para el otoño quieren retomar las visitas guiadas -ahora se puede solicitar con cita previa- que, junto a la exposición El mar en el arte, el arte del mar, explicaba también la muestra permanente. "Merecen la pena porque explican muy bien el contexto, dónde estás...", afirma el director.
El camino: la colaboración El museo tiene claro también que, con un presupuesto exiguo como el suyo, el camino a recorrer es el de la colaboración. Y es que, a pesar de que los recursos propios -entradas, cafetería, tienda, alquiler de espacios y patrocinios privados- suponen el 68% de los ingresos, las cuentas no dan para todo lo que les gustaría. "Como no tenemos mucho presupuesto, optamos por ir colaborando con diferentes instituciones y agentes de la cultura, del turismo, de Bilbao, del mar...", explica Ruigómez. La fundación CRAM, por ejemplo, que ahora expone la muestra sobre tiburones, ha abierto sus oficinas en Euskadi en el propio museo y la muestra El mar en el arte, el arte del mar fue posible gracias a la colaboración con el museo Bellas Artes, "para el que solo tengo palabras de agradecimiento con mayúsculas", que cedió algunas de sus obras. El museo está siendo especialmente activo es este sentido y la lista es extensa: con el PRIDE, el promotor de la regata Ingenieros-Deusto; con la Fundación Peñascal; con la Asociación de Modelistas; con Itsasplanet para celebrar la I Feria del Turismo Marítimo Vasco; con Hirukide, con Betizu, con Gazte Txartela, con la Sociedad de Ciencias Médicas... Ruigómez tiene claro que la colaboración es el camino. "El resto de agentes culturales, lejos de ser una competencia, es un apoyo. Si en Bilbao y en Bizkaia armamos entre todos una oferta cultural y turística conjunta va a ser mucho más atractivo que si cada uno hacemos la guerra por nuestro lado", defiende.
Trabajan ya con el Museo Vasco para organizar, en otoño, una exposición sobre el Consulado de Bilbao por el quinto centenario de su creación, junto a la sala Ondare de la Diputación. Con motivo de esa efeméride, han preparado un audiovisual con un recorrido por la ría para mostrar en la réplica de la falúa del consulado -una barca que utilizaban para sus ceremonias, festejos y traslado de autoridades-, a la que podrán acceder los visitantes. En otoño también abrirán una exposición sobre el remo, en colaboración con la Federación Vizcaina y la Diputación, "un deporte autóctono con muchos seguidores". Antes, este mismo verano, prometen una "sorpresa", aunque Ruigómez no suelta prenda. "Todavía no está del todo cerrada", se excusa.
El museo prepara su entrada en la Red de Museos Navales del Estado y, junto a los Museos Navales del Cantábrico, preparan una exposición conjunta itinerante en la que cada uno cedería algunas de sus maquetas.
La mirada puesta en 2012 Pero en el Museo Marítimo tienen la mirada ya puesta en 2012, con un ambicioso proyecto que están perfilando y en el que, en otoño, invitarán a participar también a todos los bilbainos. "Queremos hacer un museo más divertido, más atractivo, más experiencial, que combine el rigor de un museo con el aprendizaje a través de las experiencias", adelanta Ruigómez.
También quieren exprimir al máximo la amplia explanada que rodea las instalaciones y los elementos que en ella se exponen, como el gangil Portu, el primero que se construyó en los astilleros por encargo de Altos Hornos, que lo utilizaba para desechar escoria en alta mar. Y convertir a Carola, la singular grúa, en uno de sus iconos más identificables. "Todo el mundo la conoce, pero pocos la identifican con el museo", admite Ruigómez. Junto con Tecnalia, han realizado un estudio para comprobar el estado de la estructura y estudian la posibilidad de que se pueda visitar. "Todavía no sabemos si será posible, aunque la estructura está en buen estado, pero sería bonito que todo el mundo pudiera disfrutar de la vista y del elemento patrimonial tan particular que es", confía.