Bakio. UNA sonrisa pícara delata a Juana Osa. Ha trabajado durante más de cincuenta años como cocinera, camarera y "chica para todo" en el Sabin'en Jatetxea de Bakio. "Si las paredes hablaran...", deja caer ante la cómplice mirada de sus amigas Edurne Rodríguez, del restaurante Gotzon, y Gregoria Rentería, del hotel-restaurante Joshe Mari, ambos también en Bakio. Las tres hosteleras han dedicado "toda una vida" a sacar adelante sus respectivos establecimientos. Pese a las jornadas interminables y la inexistencia de vacaciones, el término jubilación no acaba de casar con ninguna de las veteranas. "Mis hijas me dicen que me quede en casa tranquila, que no hace falta que vaya al restaurante, pero yo siento una necesidad imperiosa de ir allí", comenta Rodríguez.

Rentería comprende a la perfección a su colega. "Mi vida está en la cocina", señala. Comenzaron a trabajar cuando eran unas adolescentes, y desde entonces han hecho "de todo", desde cocinar hasta servir copas, sin olvidar las arduas tareas de limpieza y el cuidado de los hijos a la vuelta del trabajo. "La fregona es un privilegio del que carecíamos", recuerda Rodríguez. "Lavábamos sin lavadora, fregábamos sin fregona... por no hablar de la cocina de carbón, con todo lo que ensuciaba", sostiene Osa. "La verdad es que ahora se trabaja mucho mejor, muchas veces no sé de qué se queja la gente. Ahora puedes estar elegantemente en la cocina con un bonito delantal", añade Rodríguez. La propietaria del Gotzon, ubicado frente a la playa bakiotarra, recuerda que cuando cerraba el restaurante, "a veces a las tres de la mañana o más tarde", se acercaba a la orilla del mar, "a remojarse los pies". Por su parte, Rentería madrugaba "muchísimo" para poder dar un paseo antes de comenzar la jornada laboral.

Osa fue la más precoz en su andadura profesional, pues a los 14 años ya estaba entre los fogones del Sabin. No fue hasta que cumplió 35 años cuando se tomó sus primeras vacaciones, las cuales no estuvieron exentas de algún que otro incidente. "Los amigos se empeñaron en llevarme a las barracas, y aunque no quería, accedí. Llevaba al hombro mi precioso jersey rosa, que me había comprado con el dinero ahorrado de las propinas. Tuve la mala suerte de que se me enganchó en una de esas chocolateras que daban vueltas y se quedó atrapado debajo de la misma. Jamás lo recuperé, ¡menuda llorera me llevé!", relata.

anécdotas Los contratiempos también los sufrieron en el lugar de trabajo. Rodríguez y Rentería rememoran los apuros que les hicieron pasar las bombonas de butano de las cocinas. "Teníamos que esperar a que el gas pasara de una bombona a otra y esto coincidía con los momentos en que el comedor estaba lleno. En más de una ocasión nos hemos ido a cocinar a casa, porque no podíamos esperar", cuentan. Pese a todo, son muchos los buenos momentos y las anécdotas que han vivido en sus restaurantes. Rodríguez no olvidará "jamás" cuando tuvo como comensales a los integrantes del Dúo Dinámico. "¡Qué fue aquello! ¡Bakio se revolucionó!". Aunque los tuvo muy cerca, admite que no se atrevió a pedirles una fotografía con ellos. "Me dio mucha vergüenza, algo que no tendría ahora si volvieran a aparecer por la puerta", confiesa. "¡A nuestra edad ya hemos perdido la vergüenza!", apunta Osa entre risas. La cantante Paloma San Basilio fue otra de las clientas del Gotzon. "Estuvo comiendo nécoras, y recuerdo que era muy pequeñita", indica Rodríguez.

innovadoras Especialistas en la cocina tradicional vasca, también fueron innovadoras en su época, ya que viajaban con frecuencia a Francia en busca de productos como coñac o foie. También allí vivieron peripecias en la aduana. Rentería da fe de ello: "Un agente nos retuvo y empezó a preguntar para qué queríamos tanto coñac. Tuve que improvisar y dije que era para celebrar la boda de mi hija. Por suerte, coló", explica. Rodríguez, sin embargo, no tuvo tanta suerte cuando la Guardia Civil apareció en su restaurante y se llevó las sillas y los manteles "porque decían que los colores de las mismas, junto con el césped, formaban la ikurriña", recuerda indignada.

Después de tantos guisos y desaguisados, las veteranas hosteleras miran hacia el mar de Bakio, con la tranquilidad que otorga el trabajo bien hecho. "Estamos en lo mejor de la vida", aseguran satisfechas. Por delante tienen el tiempo libre que les privó su dedicación a los suyos y a las cocinas que las vieron crecer. Mientras Osa tiene planes para irse a Benidorm y realizar varias excursiones, Rentería rechaza el destino turístico predilecto de los jubilados. "Para ir a Benidorm, me quedo aquí", apostilla. Por su parte, Rodríguez tampoco ambiciona viajar demasiado lejos. "Mi sitio está aquí", afirma rotunda.