Areatza

SI algo conservan en Arratia, eso son las tradiciones. Algunos vestigios culturales se mantienen gracias al trabajo de recuperación de los grupos de la zona, como el encendido del calero de San Justo. Otras, por el contrario, permanecen vivas por obras y gracia de los propios habitantes del valle, que se niegan a perder hábitos que no han salido de sus casas desde hace siglos. Es el caso de las Morrokotas o Mokotsas. Un especial regalo que los padrinos y madrinas elaboran para sus ahijados. Se trata de un pan casero de tres puntas en cuyo centro lleva uno o dos huevos incorporados. Este curioso obsequio es ofrecido por los mayores a los niños el Domingo de Pascua o Resurrección por lo que el significado de esta acción tiene, a priori, un marcado carácter religioso anterior a la llegada de los primeros cristianos al valle.

Y es que al parecer, esta tradición tiene su origen en el paganismo, ya que una gran cantidad de costumbres precristianas que celebraban los antiguos para dar la bienvenida al retorno de la primavera se introdujeron en la Pascua y se sumaron a las celebraciones que rodean el nacimiento y la muerte de Jesús.

Desde los comienzos de la humanidad, el huevo fue sinónimo de nacimiento, fertilidad y resurrección, y estos panecillos con huevo de Pascua pasaron con el tiempo a convertirse en símbolo de Cristo resucitado. En su asimilación al cristianismo la costumbre de obsequiar la morrokota o mokotsa puede rememorar el bautismo y expresa una relación entre el padrino y la madrina y el ahijado o ahijada.

Pan casero Aunque se trata de una tradición que aún pervive, su vigencia ha ido pareja a la fabricación del pan casero, ya que las morrokotas o mokotsas se elaboraban aprovechando la hornada semanal que se realizaba en los caseríos, concretamente el Sábado Santo, víspera del Domingo de Resurrección.

A pesar de que actualmente la realización de la hornada semanal ha desaparecido prácticamente de los caseríos, todos aquellos padrinos y madrinas que quieran obsequiar a sus ahijados este domingo con uno de estos panes, podrán adquirir estas tortas pascuales en las panaderías de los municipios de Gorbeialdea.

Este panecillo es presentado de diferentes formas -circular o triangular- y recibe diversas denominaciones: mokotsa o morrokota en la zona de Arratia, olatea en Orozko, pazkopile en Busturia o cornite en Santurtzi. Y es que la tradición de obsequiar a los pequeños con este pan no es solo típica de los municipios del Gorbeia. Así, se cree que los huevos de Pascua e incluso las modernas y famosas Monas que se elaboran en el levante español son versiones evolucionadas de esta receta original.

Muchos países de Europa y de EE.UU. también mantienen entre sus costumbres regalar a los niños huevos de Pascua, una opción más dulce que la arratiarra pues en la mayor parte de los casos, estos presentes están hechos de chocolate.

Entre los establecimientos arratiarras de elaboración de pan, hay dos que se dedican en cuerpo y alma a la creación de estos panecillos. Uno de ellos está en Areatza y está regentada por Eduardo Zamakona. Según cuenta este panadero, ya su aita, su abuelo y el padre de este elaboraban morrokotas. No en vano, el establecimiento que mantiene abierto tiene más de un siglo de vida. A pesar de ello, cada Semana Santa Eduardo se mete al horno para hacer este tradicional pan. Los pedidos que recibe de sus vecinos son los que mantienen viva la tradición en el pueblo. Aunque las costumbres con el paso del tiempo han variado. Así, los habitantes de esta villa arratiarra ya no acuden en masa a comprar la mokotsa el Domingo de Resurrección pues se encuentran pasando los días de fiesta fuera del valle.

"Aquí solo nos quedamos cuatro autónomos a cuidar del pueblo. Antes, por estas fechas todo el mundo se quedaba aquí, pero las cosas van cambiando", explica Eduardo.

Por ello, el panadero, viendo que a pesar de esta realidad los vecinos no querían renunciar a regalar el pan a sus pequeños, ha adelantado la cocción de los obsequios. "Llevo una semana haciendo morrokotas", asegura el regente de la panadería Zamakona.

Receta variada La mayor parte de los panes que elabora tienen la forma original de tres puntas, "que parecen representar la Santísima trinidad" y un huevo en el centro "que simboliza a Cristo". No obstante, "hay gente para todo", y algunos clientes le piden que incorpore chorizo a la receta o que les coloque varios huevos que den más sustancia al manjar. "Me dicen que ellos mismos me traen el chorizo que quieren ponerle al pan", añade el panadero.

Respecto a si el pan lleva uno o dos huevos, esta decisión depende de los lazos familiares de cada cliente. Según cuentan los más mayores de la zona, si los padrinos son de la misma casa, se regala una única mokotsa con dos centros, representando al padrino y a la madrina. Si viven en hogares diferentes, el niño recibe dos obsequios, cada uno presidido por un único huevo.

La elaboración de este pan es sencilla, según explica Eduardo. Primero elabora una bola de masa de unos 200 gramos que después alisa como si fuera el clásico talo. En medio coloca un huevo crudo que rodea con la torta resultante del paso anterior. En el horno, la masa y el huevo se cuecen a la vez haciendo que el último quede aprisionado en el centro.

Además de la ya mencionada panadería Zamakona de Areatza, el txoko Sagarna, en Zeanuri, también ayuda a mantener viva esta tradición desde que abriera sus puertas hace ya seis años. "En mi casa se llamaba mokotsa y siempre se elaboraba para el domingo de Pascua", recuerda María Luisa Egiluz, Malu, la propietaria de este establecimiento.

Según cuenta, la cantidad de panes con huevo que elabora estos días es "enorme". "No puedo decir cuántos porque los pedidos aún están abiertos, pero es un número muy grande", admite. "Antes, todos los caseríos tenían horno de leña pero ahora nos encargamos nosotros de hacer los panes que los aita-amabitxis siguen regalando a sus ahijados, aunque estos sean ya mayores", explica.