Barakaldo
Barandillas rotas, alcantarillas sin tapa, suciedad, farolas torcidas, calles mal asfaltadas, falta de mantenimiento y tráfico de vehículos pesados por su casco urbano. Estas son algunas de las situaciones que viven los vecinos de Kastrexana, un pequeño barrio situado en la periferia de Barakaldo. Los 300 habitantes denuncian que el Ayuntamiento les tiene "abandonados desde hace muchos años", por eso, cansados de esta dejadez municipal, han elaborado un informe para dar a conocer la situación en la que se encuentra este núcleo de población situado a medio camino entre la localidad fabril y el vecino municipio de Alonsotegi.
El documento, al que ha tenido acceso DEIA, tiene 16 páginas y lleva por título Kastrexana: el barrio olvidado de Barakaldo. Se trata de un extenso reportaje fotográfico que recoge todas las deficiencias y carencias que los residentes han detectado a lo largo y ancho del barrio y que, en su opinión, el equipo de gobierno socialista, comandado por su alcalde Tontxu Rodríguez a la cabeza, no hace nada por resolver. "Esta zona siempre ha sido una vergüenza. Como estamos muy alejados del centro y encima somos pocos habitantes, les importamos un carajo", se duele un vecino llamado Manu.
"Está claro que desde hace muchos años el Consistorio tiene abandonado al barrio y no se preocupa en absoluto de los problemas y necesidades que tienen sus vecinos", comienza diciendo el informe. Los vecinos afirman que este hecho quedó probado cuando el Ayuntamiento contrató a una empresa para elaborar un estudio sobre los posibles recorridos del futuro autobús urbano y "le dio un mapa de la localidad donde no salía el barrio". Como consecuencia, Kastrexana será uno de los distritos que quedará fuera del recorrido del Barakabus, cuya entrada en servicio se producirá seguramente en las próximas semanas, a pesar de haber quejas vecinales por el funcionamiento del transporte público.
"Quizás el Ayuntamiento no sepa que los vecinos de Zubileta y los trabajadores del polígono Ibarreta tienen que andar cerca de dos kilómetros" hasta llegar a Burtzeña, donde se encuentra la parada de autobús más cercana, "ni tampoco sabrá que algunos vecinos tienen que juntarse y coger un taxi entre varios para hacer las compras. Todos estos problemas son ajenos para un consistorio que no sólo no hace nada para Kastrexana, es que ya ni se lo plantea", indica el informe.
Otra de sus principales protestas viene motivada por el escaso mantenimiento que se realiza de los elementos urbanos. Así, se puede comprobar que la barandilla de hormigón que separa la carretera y el río Kadagua se encuentra "rota desde hace años y sin intención de arreglarla". La mejora de los desagües es otra de sus reivindicaciones. En la actualidad muchos de ellos se encuentran "sin limpiar y llenos de tierra" provocando que los días de lluvia "el agua se desborde por todas partes". "En muchos puntos son los propios vecinos los que limpian los caños debido a que el Ayuntamiento solo manda a las brigadas de limpieza en contadas ocasiones".
En su informe, los residentes alertan sobre el riesgo de caídas en algunas escaleras de acceso a las calles que no tienen barandilla y en un paso peatonal "muy empinado y resbaladizo" por donde suele transitar gente mayor "que puede caerse y romperse una cadera". El goteo de fallos que se denuncian es continuo a lo largo de las dieciséis páginas, como las farolas, vallas y pasamanos que están caídas o a punto de venirse abajo, la ausencia de tapas en algunas alcantarillas o el tapón que se ha creado en el paso natural de algunos riachuelos.
Basta con dar una pequeña vuelta por la zona para saber que la contaminación es una de sus mayores preocupaciones. En el barrio opera desde hace muchos años una planta que emplea carbón en su proceso de producción y que ha teñido de negro fachadas y calles. Angeriñe Echevarria, una residente de Las Delicias, comenta que el tráfico de camiones cargados de hulla que se dirigen hacia la planta aumenta de forma considerable por temporadas, por eso el vecindario pide a las administraciones públicas soluciones, tanto en el control de las emisiones como en la búsqueda de un acceso alternativo al puente del diablo.
En la pequeña barriada de Larrazabal se quejan también por un gigantesco tanque que almacena gas en su interior "y algunos días huele fuerte". "Es una infraestructura que no tiene el más mínimo mantenimiento y cuando nos quejamos la solución que nos dan es pintarlo", comenta una familia que reside a su lado. Aunque en la memoria no parece recogido, muchos residentes muestran su preocupación por paulatino el envejecimiento de la población, un fenómeno que achacan a la falta de viviendas nuevas que favorezcan el relevo generacional. Por eso muchos los vecinos están a favor de impulsar alguna promoción urbanística. "Hace años un promotor se planteó construir pisos, pero no hemos vuelto a tener noticias suyas", lamenta Cecilio Martínez, otro vecino.