No por nada le dieron el sobrenombre de Pasmo de Triana o le abrieron los brazos -"es uno de los nuestros", llegaron a decir...- Valle-Inclán, Ignacio Zuloaga o Julio Camba entre otros, los hijos de la Generación del 98, pese a su tartamudeo demostoniano. Ernest Hemingway lo tuvo por un héroe moderno, las pasarelas de París se fijaron en su revolucionario toreo (fue el primero en pararse, en medir terrenos y distancias...) y aún se recuerda el día en el que el propio Juan acudió a un festival benéfico presidido por Joaquín Miranda, un hombre que había trabajado junto a él como banderillero. Joaquín era, para entonces, gobernador civil de Huelva y alguien le preguntó al diestro cómo era posible pasar de banderillero de Juan Belmonte a tan alto cargo político. El diestro le miró fijo y respondió: "¡Degenerando!".

Ahí se refleja una personalidad que, sin embargo, tuvo una vida tormentosa. Fue legendario su duelo de época con Joselito El Gallo pero él, Juan Belmonte, buscaba la gloria inmortal para un torero: la muerte en el ruedo. Quien sabe si aquella tarde de mayo de 1920, cuando Bailador quitó la vida a Joselito El Gallo en Talavera de la Reina (la impresión fue tal que Nuestra Señora de la Esperanza Macarena vistió de luto por su muerte, por primera y única vez...), no empezó su derrumbe. Sobrevivió, sí. Pero a punto de cumplir 70 años, Juan Belmonte se suicidó de un disparo en su cortijo de Gómez Cardeña el 8 de abril de 1962. Aquella bala era su pasaporte para el mito.

La historia que hoy les traigo es esa, la de los pensamientos de Juan, un hombre de talla intelectual y estética, en el último cuarto de hora de su vida. Así lo han querido los autores de Soleá, el cortometraje que recoge esos últimos quince minutos y que ayer fue presentado en el Hotel Domine de Bilbao. Dirigido por Gerardo Alameda y Ricardo Blackman, ambos presentes, tras las directrices del guión de Gabriel Rodrigo se esconde la figura del actor Saturnino García, espléndido en el otoño del patriarca. Junto a él, el diestro José Ignacio Ramos borda el papel de Joselito, El Gallo (se aprovechó la tarde para homenajearle, ahora que el diestro burgalés, con cartel en Bilbao, se corta la coleta...) mientras que las actrices Leire Berrocal y Julia Rodríguez dan vida a Lucía y Julia. El microfilm (¿se puede llamar así a un cortometraje...?) es un canto duro y romántico en el sentido más pasional del término.

Entre laconías y cavilaciones, entre los fantasmas del ayer que visitan y mortifican a Juan, discurre Soleá, producida por Jesús Rodrigo y Juan Carlos Vinuesa. A su desgarradora llamada acudieron, entre otros, Dolores Azpiazu, presidenta de la Sociedad El Sitio, Santos Alonso, Rafael Leonisio, Agustín Larra, Antonio Basagoiti, Pilar Terreiro, Teresa Saratxo, Paloma Apraiz, Emilio Martínez, Mari Ángeles Guridi, María Reyes Acha, Alex Díaz, Marta Galán, Luis Alonso, Andoni Manso, Jon Ander Allica, Inés Goiri, Merche Quintana,Iñaki Zumeta, Luis Rabanera, Pilar Urkijo, Enrique Villegas, nuevo presidente del Club Cocherito; Luis Hermosa, Mari Carmen Sánchez, Gonzalo Zorrilla, Elisa Álvarez, Javier Martínez, José Luis Marcaida, José Luis Sáenz de Santamaría, Loli Martín, Joseba Sanz, Luis María Bilbao, Iker Guerrero; el modelo venezolano, Samuel Uriarte; David Pasarin-Gegunde, Pilar Hierro, Iratxe Suso, Verónica Torres, Rafael Martínez, Elena Giraldez, Ramón Talasac; el director del Hotel Domine, Javier Campuzano, Joseba Andoni Ruiz, Yemila Saleh Fraile y un buen número de invitados que disfrutaron y se emocionaron con una de esas grandes biografías (lean, si pueden, la de Chaves Nogales sobre Juan...) que cruzan la tierra y dejan huella a su paso.