La reina de la huerta vive en Urduliz
Adela Andikoetxea recibirá el DEIA Hemendik Turismo Saria por su promoción del sector agrario
LAS hay más grandes y más pequeñas, cada una con su sello particular. Pero desde hace 24 años todas las ferias de Bizkaia comparten la misma certeza: la ganadora de las hortalizas es Adela Andikoetxea. La reina de las hortalizas ha hecho de Urduliz, su pueblo natal, un pequeño templo del sabor de la huerta con una producción en su baserri avalada concurso a concurso. Esta mujer laboriosa ha recibido tal avalancha de premios que tiene problemas para guardarlos. De los 600 que acumula muestra un puñado en una sala de su casa. Entre ellos se encuentran varios Molinos de Aixerrota de la feria algortarra de San Lorenzo, una de sus preferidas y donde más vende.
Su esfuerzo y tesón es el motivo por el que recibirá el DEIA Hemendik Turismo Saria en la III gala de entrega de estos galardones que tendrá lugar el miércoles próximo a las ocho de la tarde en la Kultur Etxea de Sopelana. Adela asegura se superan sus expectativas con este reconocimiento implícito que transciende del sector: "No me lo esperaba. Me ha sorprendido. Ha sido un detalle", señala. El galardón reconoce la labor de esta embajadora del campo que ha llevado el nombre de Urduliz por todos los rincones de Bizkaia.
La baserritarra está convencida de que no hay otra fórmula de éxito más allá del trabajo duro y abnegado. "Hay que estar encima de la plantación y cuidarla constantemente", apunta. La puesta de presentación de sus productos en el puesto es siempre impecable y se convierte en uno de los atractivos de las ferias a las que va. Detrás del montaje en las azokas hay un trabajo de tres horas para colocar el género en el mercado. La preparación incluye una paciente selección de los productos en su vivienda y la colocación de adornos como lacitos. El resultado de esta decoración es fruto de la realidad cotidiana de la huerta, un trabajo mucho más terrenal. Ni siquiera ella está a salvo de los caprichos de la naturaleza y los vaivenes de la tierra. "Sale de todo, bueno y malo, pequeño y grande", reconoce con sinceridad.
Adela añade a su receta triunfadora la innovación al trabajo. Su puesto luce con aspecto multicolor, con todo tipo de variedades minoritarias como acelgas amarillas o naranjas. Sin embargo, este singular género sólo decora porque el público no acaba de atreverse a probarlo. "Su sabor acaba siendo muy parecido, pero la mayoría de la gente compra lo que está acostumbrada de siempre", señala. A cambio, los productos alternativos generan una expectación adicional en el puesto al aportar un atractivo añadido. Adela siempre se ha distinguido por su apertura al exterior introduciendo especies.
Aportación
Introducción de especies exóticas
La urduliztarra fue la primera que ofreció patatas chinas, un tubérculo de espectacular imagen. "La gente no compraba, pero me volvían loca a preguntas", recuerda. Finalmente, abandonó esta especie por su insípido sabor. Últimamente, Adela ha suavizado la incorporación de productos nuevos, aunque su imagen aperturista ya ha calado entre el público. "Siempre hay alguien que me pregunta qué novedad tengo", señala.
La atención a las últimas tendencias es influencia de su marido. Hace 20 años, compraron semillas de un tomate de un tamaño superior en una feria estatal por 500 pesetas de entonces. "Era un dineral, pero no había más", recuerda. Esta especie les ha permitido obtener ejemplares récord con un peso de 2,5 kilogramos. A día de hoy, se aprovisionan de estas especies a través de empresas proveedoras de Francia.
Paradójicamente, esta baserritarra empezó a dedicarse a la huerta de forma casual. Primero fue una excedencia por maternidad con su primer hijo, al que siguió el cierre final de la fábrica en la que trabajaba. Adela empezaba a acudir al mercado diario de Portugalete cuando decidió presentarse a la feria de San Lorenzo por su buena fama compradora. Su bautismo ya le puso en la senda del éxito con un tercer puesto.
Curiosamente, vivió desapegada del campo a pesar del entorno rural en el que creció. Durante su juventud, ayudaba lo justo en la huerta familiar que tenían para el autoconsumo. Ya casada, se decidió a poner un pequeño invernadero y, con el paso del tiempo, fue incrementando el tamaño de la plantación a modo de "sobresueldo". "Hasta entonces no había hecho mucho, pero ya lo tenía visto de casa", señala.
Actualmente, se siente una superviviente en la producción agrícola, una cultura que se marchita. "Antes todos teníamos una huertita para consumo propio. Ahora todo son campas sin plantar", lamenta. Ella misma ha tratado de alejar a sus dos hijos del campo, por la dureza que entraña. A veces se le pasa por la cabeza dejarlo. "Siempre tienes una cosecha mala de tomates, pimientos o lo que sea. Entonces te preguntas: "¿Tanto esfuerzo para qué?". A sus 56 años se siente todavía con fuerzas para continuar, aunque reconoce su dependencia con su marido, con el que forma un tándem en la plantación. "Si cualquiera de los dos se pusiera malo no podríamos continuar", apunta. En cualquier caso, está dispuesta a seguir en la brecha animada por las relaciones que ha labrado en las ferias. "Los premios me ayudan a seguir, son una recompensa", destaca. A la pareja le quedan planes de futuro tras la compra de un terreno rural en Fika.
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