ARRIGORRIAGA. Una de las señas de identidad de la sabiduría es la generosidad. Y es un don de Patxi Gutiérrez, arquitecto de Arrigorriaga durante 31 años, que personifica esta cualidad en todo momento compartiendo el fruto de su conocimiento.

¿El parque-cementerio de Landaederraga es su obra cumbre?

Sí. Es la más significativa, vistosa y distinta porque no se hacen cementerios normalmente. La oportunidad de hacer una obra como esta surgió desde el planeamiento urbanístico.

¿De dónde sacó la idea?

La idea surgió con unas premisas muy claras: la igualdad de todos los seres humanos por lo menos en la muerte. En una sociedad tan desigual... Tenemos que intentar que no perdure la prepotencia o la primacía de alguien sobre los demás; al menos, con sus restos. Es decir, hay que promover la igualdad hasta el final, lo que representa que se entierre a la gente con los mismos ritos, sin dar la opción de elegir, ya que somos todos iguales.

Con esta base nos situamos todos en el mismo plano.

La igualdad es la idea que mejor se manifiesta en el parque-cementerio de Arrigorriaga. ¿Dónde nacen las grandes diferencias? En las herencias. Pues bien, el parque-cementerio de Landaederraga representa una forma de erradicar este problema. También pretende evitar ese temor oscuro que siempre han despertado los cementerios, así como evitar el concepto de que un cementerio es para visitarlo un día al año, llevar unas flores, y acordarse únicamente ese día del muerto.

¿Esa misma filosofía igualitaria es la que ha marcado la estética rompedora?

Sí, porque tiene que dejar también de ser algo tabú. Para conseguirlo, hemos creado un espacio abierto y amable, con un cierre liviano, que no desanima a acceder a él, y no inspira miedo o temor a que salga una calavera o una guadaña. Hay que evitar tergiversar el sentido de los cementerios a base de añadirle una decoración desordenada sin ningún rigor con fotos, flores y distinta ornamentación por todas partes.

Algunos demuestran así su cariño hacia el muerto. Otros lo miden…

Sí. Y otras veces parece que tras la muerte, remuerde lo que no has hecho en vida. En definitiva, es un desastre estético. Sí tiene que haber una especie de ábside donde converja todo el cementerio y algún elemento identificativo, pero nada más.

Este es un cementerio que está creando tendencia.

Nuestra filosofía igualitaria no es una filosofía nueva en el municipio. Llevamos años sin permitir hacer panteones y erradicando grandes elementos ornamentales. Supongo que es una postura que habrá ido calando en el exterior.

Tanto en esta obra como en otras llevadas a cabo, se demuestra su compromiso con el medio ambiente.

Es algo que siempre me ha preocupado mucho y me he esforzado por hacer cursos para estar siempre preparado. Además, se da la circunstancia de que he trabajado en un ayuntamiento pequeño que no dispone de técnico de medio ambiente, así que he tenido que ser yo quien se ocupe de este aspecto. En los ayuntamientos pequeños, hay que hacer de todo: grandes proyectos y cosas pequeñitas.

Entre los grandes proyectos, ¿la redacción de un nuevo planeamiento ocupa el primer puesto de la lista?

Sí. Es un tema de los políticos, que representan al pueblo, que decide cómo quiere que sea el municipio en el que quiere vivir. No es un capricho de los técnicos, que estamos a merced, por lo tanto, del pueblo, que tiene derecho a equivocarse.

¿Cuántos planeamientos ha redactado ya en Arrigorriaga?

Tres. Del primero nació el cementerio. El planeamiento obligaba a que hubiese una separación entre el cementerio y las viviendas de quinientos metros, algo que nadie respetaba.

¿Tiene alguna inclinación especial por algún planeamiento?

No. Son distintos porque dependen de los políticos, que también cambian. Todos los alcaldes que han ido pasando por Arrigorriaga son distintos, lo que no quiere decir que uno sea mejor que otro. Y han sido ya cuatro, pertenecientes a cuatro generaciones distintas.

¿Su mejor momento en el Ayuntamiento?

Ahora, estoy viviendo el momento más dulce de mi carrera profesional en Arrigorriaga. Estoy muy agradecido por el premio que me vais a dar y por la manera tan natural en la que está transcurriendo todo.