DURANGO

El Durango vasco tiene su gentilicio: durangués o durangarra. Este segundo, según la acepción actualizada de Euskaltzaindia, Real Academia de la Lengua Vasca. Atrás quedó la tradición de durangotarra. Desde tiempos que se pierden en la memoria, a estos vizcainos se les apoda como sapuherris -o vulgarmente, sapos- y también tromperris.

La persona que, posiblemente, más ha indagado sobre este costumbrismo es el, precisamente sapuherri, Jesús Iturralde Garai. Este tromperri baraja diferentes hipótesis al respecto. Las puertas siguen abiertas a más interpretaciones.

El nombre de Durango puede significar, de Urango, "valle" o también "dehesa de agua". Lo que es objetivo, a ciencia cierta, es que la villa está surcada por numerosos ríos subterráneos, además de los dos grandes que conviven a diario con los sapuherris y tromperris: Ibaizabal y Mañaria. De esa realidad de manantiales, se podría pensar que los durangarras son sapos "como a los de Oñati se les llama txantxikus, ranas", agrega el historiador iurretarra Jon Irazabal Agirre.

Iturralde, en su libro Anecdotario de Durango, profundiza en el "por qué de este tema, que la mayoría de durangueses desconoce", comenta a este diario. La teoría del apodo de sapuherris es cuando menos curiosa. "Cuenta la historia que hace muchos años cayó tal tromba de agua que llegaron a llover sapaburus (crías de sapos). Aunque pareza un cuento chino, existe una explicación lógica, según me explicaron en Málaga, donde me dijeron que era un fenómeno común en Andalucía. Ocurren tornados en África que pillan a su paso de todo y Andalucía, al estar cerca, llega. Pudo acaecer lo mismo en Durango", relata Iturralde.

Para la denominación tromperri apunta hasta cuatro hipótesis. El investigador jesuita Vicente Zavala dejó impreso, refiriéndose a la herejía que vivió Durango en el siglo XV, que la autoridad de entonces prohibió las reuniones nocturnas de los herejes y éstos burlaban la vigilancia comunicándose con trompas, hechas con cuernos de ganado vacuno. "De las trompas, tomperris", resume Iturralde.

La segunda versión es similar. En esta se cita, en vez de cuerno, un instrumento similar -casi igual- a la guimbarda, de forma de herradura con una lengüeta metálica y que funciona acercándola a la boca y haciendo vibrar esa lengüeta. "Pero no tiene forma de trompa o cuerno, por lo que nada tiene que ver con tromperri", valora el investigador.

La tercera teoría llega a manos de Iturralde por "el gran heraldista", historiador y "auténtico ratón de bibliotecas", Joseba Trueba Lejarreta. A juicio de Trueba, "hace centurias", en el solar que más tarde ocupó la fábrica de limas de Baqué -en Pinondo-, se facturaban trompas para la caza que se exportaban a Gran Bretaña. "Esta es una versión con muchos visos de ser cierta", valora Iturralde, quien su anecdotario publicado hace alusión a una cuarta.

Antiguamente, cuando la villa estaba amurallada y arribaba una comitiva importante, de monte a monte anunciaban su llegada mediante cuernos y trompas. "El sonido llegaba a Durango y desde el balconcillo -antigua puerta de la muralla-, los tromperris contestaban haciendo sonar sus trompas para hacer saber que estaban debidamente enterados", redondea.