Las historias que se cuentan en prensa a veces quedan ahí, en papel o en pantalla. Otras veces, producen un efecto inesperado. Eso ocurrió este sábado tras la publicación en DEIA del recorrido por las calles de Bilbao durante la llegada del frío, donde aparecía Abdelkader Kelalech, un hombre de 61 años que sobrevive pidiendo limosna mientras intenta costear la medicación que necesita para controlar su diabetes.

Un paso al frente

A las pocas horas de difundirse el artículo, una lectora quiso dar un paso al frente. Se trata de Amaiur Díez, vecina de Sopela, 34 años, formada en Integración Social y también diabética tipo I. Con un mensaje dirigido al periódico, anunció su intención de ayudar al hombre argelino: "Mi ama ha fallecido repentinamente y querría darle todo el material diabético que nos ha quedado".

"No me quiero imaginar lo que tiene que ser estar en la calle con diabetes"

La familia afronta todavía un duelo reciente. La madre de Amaiur, Tamara Freire, falleció de manera inesperada hace apenas unos días. Junto al vacío que deja, quedaron en casa medidores de azúcar, tiras reactivas y material sanitario que su ama utilizaba a diario. “Nos ha sobrado un montón y quizá pueda servirle de utilidad a Abdelkader. No me quiero imaginar lo que tiene que ser estar en la calle con diabetes”, explica la mujer.

Transformar el dolor en ayuda

El gesto va más allá de una simple donación. Amaiur reconoce que el impacto emocional ha sido fuerte. “El palo ha sido tan grande que incluso el perro de mi madre, muy apegado a ella, murió al día siguiente”, lamenta. Con una hija de 14 meses en brazos y todavía recolocándose tras lo sucedido, decidió que lo más coherente era transformar el dolor en ayuda.

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Díez trabaja en el servicio de emergencias de SOS Deiak, aunque afirma que estos días está centrada en recomponerse y organizar el material para su entrega. Su intención es hacerlo llegar en los próximos días.

La historia de Abdelkader -que pasa las horas frente a un supermercado del Casco Viejo y guarda su medicación en un carro cubierto por una bolsa de basura- despertó en ella una reacción inmediata. “Mi ama siempre fue muy generosa. Sé que habría querido que ayudáramos a ese hombre”, afirma. El sábado pasado las calles de Bilbao helaban de frío; gestos como este le aportaron un poco de calor humano que ni el invierno puede apagar.