La llegada a San Mamés de las más de 50.000 personas que tenían entrada para la final de la Europa League era una de las grandes preocupaciones de la organización. Pero el protocolo de seguridad diseñado para la ocasión funcionó a la perfección. Cierto es que hubo tres ensayos antes -las vueltas ante la Roma y el Rangers y la fatídica ida ante el Manchester United- pero este era el examen definitivo. San Mamés era el punto al que se desviaron todas las miradas, era el escenario de la lucha por el título entre dos equipos que congregaron a 15.000 personas por bando. Por eso, en esta ocasión no se pusieron dos perímetros de seguridad como venía ocurriendo en las rondas previas, sino tres. Y los tres cumplieron su función.
El primero se situó en la calle Sabino Arana, abrió puntual a las 18.00 horas y su objetivo fue filtrar los aficionados con entrada entre la marea inglesa que aterrizó en Bilbao sin billetes para la final. Una vez superado este anillo de seguridad llegaba el segundo: las famosas vallas y arcos que han estado rodeando La Catedral durante meses. El famoso arco de hierro. Aquí es donde se produjeron los primeros cacheos, con especial atención a los objetos prohibidos y a las banderas y pancartas -por eso de que la UEFA no quiere proclamas políticas en sus partidos-. Pero, de nuevo, el paso de los 50.000 afortunados con entrada también fue tranquilo y ordenado.
Entonces la masa se plantó en la explanada de San Mamés y llegó la sorpresa porque, a pesar de que en los ensayos previos en los que el Athletic ejerció de local se separaron a ambas hinchadas por vallas y amplias medidas de seguridad; este miércoles las dos aficiones se mezclaron para pasar los tornos. Es decir, los seguidores del Tottenham y del United compartieron espacio antes de pasar el tercer y definitivo anillo de seguridad, a pesar de que el dispositivo se desarrolló con el objetivo de distanciar siempre a ambas hinchadas. Con todo, ni los afines a los diablos rojos ni los simpatizantes de los Spurs se plantaron en San Mamés con ganas de bronca.
Francotiradores
La final de la Europa League ha sido el evento más complejo a nivel organizativo al que se ha enfrentado Bilbao y, por ello, el despliegue policial vivido en torno a San Mamés carece de precedentes. De hecho, no solo la tienda del Athletic optó por cerrarse al público durante la jornada de este miércoles, sino que también pudieron verse a varios francotiradores apostados en lo alto de la fachada de San Mamés. Pendientes de lo que pudiera ocurrir en la explanada de La Catedral, aunque afortunadamente no pasó nada. También hay que destacar los exhaustivos controles a los que fueron sometidos los coches que entraron al parking del estadio, a los que la Ertzaintza revisó hasta los bajos. Todo detalles que hicieron que La Catedral pasara el examen de seguridad con nota.