El padre de Rafa Natera era de Cádiz. “Durante la guerra estuvieron a punto de fusilarle y luego le desterraron”. Al menos eso es lo que tiene entendido porque nunca le contó su historia. Tras vivir en Nafarroa, la familia se mudó al barrio de Uretamendi, en Bilbao, donde nació Rafa hace 75 años. “Mi casa era una chabola de tablas y teníamos como tejado papel alquitranado. Poníamos piedras encima para que no se lo llevara el viento. Cuando se prendía una chabola, corríamos todos a apagarla porque, al estar juntas, se quemaban todas”, recuerda.
Feli Carretero, que llegó al barrio de niña con sus padres y sus cinco hermanos, procedentes de Extremadura, también vivía en una chabola. “Mi madre tenía un cubo aquí, otro aquí, un paraguas, porque había goteras. Algunos las hacían con cajas de sardinas y las forraban de papel. No había ni agua ni luz, no teníamos nada, pero qué felices fuimos en la infancia. Nuestros padres sí que lo pasarían mal”, reconoce. Los de Feli trabajaban para un terrateniente en el Valle del Jerte, emigraron a Bilbao por “el boca a boca” y construyeron “un futuro”. “Mi hermana mayor vino con 13 años y no sabía ni leer ni escribir y aquí aprendimos todos. Mi madre decía: Es una chabola de madera, pero por lo menos es nuestra, porque en el pueblo no tenían nada”, relata Feli, a la que le da la risa cuando cuenta que dormían “las cinco chicas en dos camas de 1,20, cuatro en las cabeceras y una en los pies”. También Rafa compartía colchón con su hermano. “Cada uno tenía los pies en la cabeza del otro, pero fui feliz, no pasé hambre”. En otras familias vivían aún más apretados. “No había ni televisión ni radio, se hacían hijos como moscas”, dice.
La sonrisa se le borra cuando se da de bruces, hoy en día, con la misma miseria que vivió su familia. “Ahora por los caminos al monte, al Pagasarri, al Arraiz, también hay chabolas de plástico donde duerme gente. Vas por Rekalde o por Bilbao y ves en cantidad de sitios a gente durmiendo con unos cartones. Muchos han venido a trabajar, como mis padres, sean marroquíes, negros... La historia se repite”, lamenta Rafa. “Cuando los veo, siento volver 70 años atrás”, confiesa. “Son los que emigran. Si se saben portar y se integran en la sociedad, habría que hacer, no digo yo unas viviendas, pero alguna cosa”, plantea Feli, mientras Rafa se despide con otra triste pincelada. “En Uretamendi y Betolaza murieron más de 30 o 40 chavales por la heroína. Hoy día tendrían 60 años”.