Estamos en diciembre y la Navidad es omnipresente allá por donde uno va. Ha pasado ya más de una semana desde que el alumbrado típico empezara a iluminar las calles céntricas de Bilbao. Y bastantes más desde que turrones y polvorones se hicieran con un lugar preferencial en los supermercados. También en los restaurantes están habituados a este cada vez más acentuado adelanto de los mitos y ritos que acompañan a estas fiestas. Ya desde principios de noviembre, y en algunos casos incluso desde finales de octubre, los clásicos banquetes que reúnen a compañeros de trabajo como anticipo de las celebraciones navideñas abarrotan sus comedores para evitar el colapso en las fechas más próximas a la llegada de Olentzero y los Reyes Magos. Y es que, si no está ya reservada con antelación, encontrar en estos días, especialmente en fin de semana, una mesa para un grupo que supere la media docena de comensales resulta ya prácticamente una misión imposible en la mayoría de los locales hosteleros de la villa. Precisamente “imposible” es la palabra que más repiten en estos días los encargados de gestionar las reservas en los restaurantes bilbainos. Sus teléfonos no paran de recibir llamadas de personas que, a la desesperada, se encomiendan al milagro de encontrar sitio a estas alturas para la tradicional comida prenavideña. “En noviembre todavía había algún hueco entre semana, pero ya ni eso. De aquí hasta Reyes estamos llenos todos los días. De no ser alguna mesa para dos o tener la suerte de pillar justo alguna cancelación, nada de nada”, dice Eduardo Bustamante. Él regenta junto a su hermano Iñaki el Miren Itziar, el local que lleva el nombre de su amatxu, quien hace medio siglo lo puso en marcha en la calle Atxuri. 

“Vengo recibiendo llamadas para reservar mesa en estos días desde verano”

Eduardo Bustamante - Restaurante Miren Itziar

Miren Ortuzar falleció en 2023, pero el legado que dejó esta arratiana, que encandilaba con sus guisos al difunto alcalde Azkuna, entre otras muchas celebridades, sigue atrayendo a muchos devotos de la cocina tradicional vasca. “Aquí la gente viene a lo clásico: fritos, almejas, cabrito, merluza, begihaundi si entra…”, señala Eduardo. Aunque trabajan mucho a la carta, en el caso de estos grupos más nutridos se recurre más a un menú cerrado, que ronda entre los 50 y 60 euros, en virtud de su composición. Pero en estas fechas solo lo podrán degustar quienes hayan sido previsores. “Empezamos a dar este tipo de comidas a finales de octubre, pero vengo recibiendo llamadas para reservar desde el verano, incluso desde el año pasado en el caso de algunos clientes habituales”, añade. 

Desde su larga experiencia atendiendo a los comensales, Bustamante constata que “estas comidas de Navidad antes eran más nocturnas y ahora cada vez más son diurnas. Es algo que ocurre en general, ya no solo comidas de empresa, también el resto del año… Hay cada vez más demanda para el mediodía”.

Cada vez antes

“Entre semana damos más comidas, las cenas se concentran en viernes y sábado”

Natxo López - Restaurante Kasko

Es algo en lo que coincide Natxo López, gerente del Kasko. Y en el caso de las cenas, añade que los horarios se han adelantado. “Antes lo normal era sentarse a las diez y media o hasta a las once de la noche. Ahora hay reservas incluso para las ocho y media de la tarde”, asevera. Esto es más patente entre semana. “En la hostelería tenemos el problema de las comunicaciones. De lunes a jueves, si sales a las once y pico de cena y quieres tomar algo, ya no hay metro. Y taxi, como llueva, a ver quién encuentra uno… Por eso, entre semana hay más comidas de empresa y las cenas se concentran en viernes y sábado”, explica.

El Kasko se reabrió el pasado 30 de octubre, tres meses después del incendio que arrasó el local, ubicado en la calle Santa María, en pleno corazón del Casco Viejo. Ya bajo su nuevo y reluciente aspecto, este coqueto espacio con capacidad para 80 comensales no da abasto para tanta demanda. “De lunes a miércoles todavía se puede encontrar algún hueco pequeño, pero de jueves en adelante tenemos la agenda a tope”, apostilla López. Muchas de esas reservas se hicieron cuando el restaurante estaba clausurado por obras: “Tenemos peticiones desde agosto. Mucha gente no sabía ni que estábamos cerrado, pero reservaba por internet”. 

Iker Rodríguez, cocinero del restaurante Ágape, en plena faena. Borja Guerrero

El incendio ya es pasado, aunque ha conllevado una carrera contra reloj para que el Kasko esté a punto y pueda remontar el vuelo subiéndose a la ola de esta campaña navideña. “Entre el estrés de la reapertura y que tenemos dos menús de muy buena relación calidad-precio -el Kasko y el Sustraiak, de 42 y 48 euros, respectivamente- este año no hemos hecho menú especial de Navidad”, desvela el gerente de este establecimiento, comprometido con el producto kilómetro cero: “No tenemos ni jamón ibérico… Tenemos uno de vaca de Eusko Label que está de muerte”.

“Todos quieren comer el viernes, pero al final tienen que conformarse con otro día”

Iratxe Portillo - Restaurante Ágape

Al igual que en los dos casos anteriores, en el restaurante Ágape tienen hechas reservas de grupos para estas fechas desde el pasado mes de agosto. Eso sí, en este local de la calle Hernani, en Bilbao La Vieja, intentan acotar más las fechas dedicadas a este tipo de encuentros, como explica Iratxe Portillo, propietaria del establecimiento: “Empezamos siempre dos viernes antes de Nochebuena, en este caso el 13 de diciembre. A partir de ese día ofrecemos un menú de Navidad, con tres entrantes, segundo a elegir, postre y bebida por 45 euros. Eso, hasta el día 28, ya que después cerramos hasta después de Reyes”.

Portillo coincide con los responsables del Miren Itziar y del Kasko en que, en estas reuniones de compañeros de empresa, las comidas se imponen a las cenas. El viernes al mediodía es el horario más reclamado. No hay huecos en esa franja: “El sábado la gente prefiere irse con sus amigos o la familia… Todos quieren el viernes, pero al final tienen que conformarse con otro día”. Y es que el local, que en abril del año que viene cumplirá su vigésimo aniversario, saca chispas a las 60 plazas de que dispone. “Salvo una mesa que tenemos para 30 personas, no solemos coger grupos de más de doce porque nos condiciona el montaje de todo el comedor”, explica. 

Tras la opípara comida, llega el momento de pasar por caja. “Antes pagaba siempre el jefe y ahora se hace más a escote”, manifiesta Natxo, del Kasko. La misma opinión comparte Eduardo, del Miren Itziar, aunque matiza: “Si la empresa es pequeña y el número de comensales reducido, a veces sí se hace cargo el dueño”. En el Ágape, asegura Iratxe, la cosa está al cincuenta por ciento: “Hay empresas que todavía siguen pagando la cuenta”. Las buenas costumbres hay que mantenerlas.