El jueves, Diego Sorni volvía hacia Bilbao por carretera desde Valencia, su tierra natal. Como otros muchos levantinos diseminados por la geografía peninsular, había viajado a casa para intentar echar una mano en las labores de limpieza tras las terribles inundaciones sufridas la pasada semana. Mientras conducía, iba dándole vueltas a la cabeza en busca de alguna manera de poder seguir colaborando desde la distancia. Y la encontró. Nada más llegar al Botxo, donde regenta desde hace casi siete años el restaurante Sokarrat, ubicado en la calle San Francisco, Diego llamó a su amigo Joan Sastre, otro cocinero levantino que trabaja en la capital vizcaina, y le hizo una propuesta: preparar juntos en su local unas cenas solidarias. Es la forma de ayudar de estos dos integrantes de la colonia de la Comunidad Valenciana afincada en Bizkaia, la cual sigue con dolor y rabia todo lo que ha sucedido a raíz de aquel fatídico 29 de octubre, en el que una brutal dana dejó en su lugar de origen un rastro de muerte y destrucción imposible de borrar.
Diego y Joan se reunieron ayer en el Sokarrat para cerrar las fechas de las citadas cenas. “No se pueden dejar para muy lejos”, coincidían ambos. Se fijaron para los sábados 16 y 23 de noviembre. El menú, como no podía ser de otro modo, será genuinamente valenciano. “El vino lo pone gratis una bodega de allí, Celler del Roure, de Moixent”, remarca Sorni. La recaudación se destinará íntegramente a ayudar en las tareas de reconstrucción. Unas labores que van a prolongarse por mucho tiempo, como explica el dueño del Sokarrat, aún impactado por lo visto allí. Como su pueblo, Vinalesa, ubicado en la comarca de la Huerta Norte, no se ha visto afectado, fue a echar una mano a otros que sí sufrieron de lleno la furia de la dana, como Picanya o el ya tristemente célebre Paiporta. “Es un desastre, un desastre total”, repite como en una letanía. “En televisión puedes ver cosas jodidas, pero ahí, in situ, te das cuenta de que es eso y mucho más. Aún se necesita sacar mucha mierda”, manifiesta.
No faltan manos, pero sí la maquinaria necesaria para agilizar los trabajos. “En las calles hay montañas y montañas de muebles, pero hay momentos en los que no puedes limpiar más hasta que no te quitan todos esos escombros y estás esperando a que los retiren”, lamenta Sorni, agitado por un torbellino de sentimientos: “Siento tristeza, dolor… Por contra, ves la fuerza del pueblo, pero da mucha rabia, porque se podían haber evitado muchas muertes”.
“En televisión ves cosas jodidas, pero ahí, ‘in situ’, te das cuenta de que es eso y mucho más”
A Sastre, por el contrario, sus compromisos laborales le han impedido bajar a su tierra. Aunque lleva casi tres años residiendo en Bilbao, donde trabaja en los fogones del restaurante del Hotel Vincci Consulado, él es de Pego, un municipio perteneciente a Alicante, pero límitrofe con la provincia de Valencia. Allí, curiosamente, la riada llegó este pasado jueves, si bien no tuvo apenas consecuencias: “Se desbordaron dos barrancos, pero un par de horas después se encauzó todo de nuevo. Eso sí, viendo los vídeos que me mandaron mis amigos, se me puso el corazón en un puño”. Admite que el seguir los acontecimientos a distancia le está generando ansiedad: “Me he tenido que cuidar mucho de ver las redes sociales porque me estaba empezando a costar dormir y concentrarme en el trabajo. Está siendo duro estar tan lejos y no poder ayudar, hay mucha gente que se siente culpable por ello”. En esa misma línea, Sastre apunta que “la afectación de la salud mental se va a alargar más en el tiempo que la reposición de lo material. Aunque todo vuelva a verse limpio y en su sitio, ¿cómo gestionas la pérdida de tus recuerdos, el no poder volver a ver ese álbum de fotos?”.
A José Miguel Rochina, la dana le pilló pasando lo que, a priori, iban a ser unos plácidos días de asueto en su pueblo, Bugarra. Él es uno de la veintena de músicos valencianos que forman parte de la Banda Municipal de Bilbao. “Yo por suerte no tengo afectados en mi familia, pero las de algún compañero han perdido coches y han sufrido destrozos”, dice. El encargado de tocar la tuba en la formación musical desde hace dos décadas no se enteró de la dimensión de la tragedia hasta el jueves por la tarde: “El martes nos quedamos sin luz y sin cobertura de teléfono. De hecho, la alerta me llegó al día siguiente, cuando subí a los campos de naranjos de la familia, que están a siete kilómetros del pueblo… Ahí empezó a pitar el móvil en el coche y dije: a buenas horas”.
La electricidad no se repuso hasta el jueves y fue entonces, al conectar el televisor, cuando fueron realmente conscientes de lo ocurrido. En Bugarra, aunque las aguas del Turia causaron daños en el camping y en un restaurante situados cerca de la orilla, estas no llegaron al centro de la localidad. En cambio, en la vecina Pedralba, la cosa fue peor: “Allí fuimos unos 50 vecinos del pueblo a ayudar. Se te ponían los pelos de punta”.
De la tristeza y la impotencia, Rochina salta a la indignación al abordar el papel de los responsables políticos en esta catástrofe. “Vino a colaborar un río de gente, hasta demasiada... La solidaridad es inmensa, pero falta organización. Los que se encargan de organizar son ellos mismos el desastre, no hacen nada bien y eso da rabia”, concluye José Miguel, que ayer mismo se puso en carretera junto a otros dos compañeros de la Banda de Bilbao, los hermanos Jordi y Marcos Ripoll, naturales de Cullera, para regresar a tierras valencianas.
“Está siendo duro estar tan lejos y no poder ayudar, mucha gente se siente culpable por ello”
Y también músico, pero en este caso de la Bilbao Orkestra Sinfonikoa (BOS), es Vicente Olmos, uno más de la quincena de maestros valencianos de dicha formación. A él, que es de Paiporta, sí le ha tocado sufrir el dolor de la pérdida de una persona allegada: “Nuria, una amiga, íbamos juntos al colegio”. Como no ha podido ir a su pueblo, Vicente se ha puesto manos a la obra para ayudar a distancia: “Amigos míos se ponen en contacto conmigo para enviar material a Valencia y yo lo coordino. En estos últimos días me han llamado del Conservatorio de Gran Canaria, del de Santander...”. Algunas de esas ayudas van destinadas a la Primitiva de Paiporta, la banda de música en la que se formó Olmos. “Las instalaciones están destrozadas por completo. El auditorio, la escuela... Todo desaparecido”.
Olmos comparte la indignación de sus paisanos, reflejada en la visita del rey y del presidente del Gobierno a Paiporta. “La gente está sacando adelante los trabajos por la solidaridad, pero ¿y las administraciones dónde están? No comparto la violencia, pero ¿qué esperaban, que les recibiéramos con paellas?”. Por último, el trompetista solista de la BOS confía en que “no nos olviden”, consciente de que “recobrar la normalidad costará mucho, porque en Paiporta no queda ni un solo negocio en pie y los polígonos cercanos están totalmente afectados… Lo duro viene ahora”.