La directora de Internacionalización del Instituto de Investigación y Planificación Urbana de Curitiba (IPPC) recogió ayer un reconocimiento al desarrollo de la ciudad brasileña que firmó su primer plan allá en 1966. La labor del IPPC de pensar la ciudad teniendo el transporte como elemento estructural siempre ha mirado a largo plazo lo que le ha permitido un crecimiento ordenado y con soluciones pioneras.

¿Qué supone ganar este galardón?

—Todo un orgullo. Ser parte de los tres finalistas ya es un premio, pero tener el reconocimiento por el conjunto del trabajo es muy importante.

¿Por qué cree que se lo han dado?

—Por ser pioneros. Que valoren cómo empezamos teniendo una visión de futuro, un planeamiento integrado cuando no se sabía que era la sustentabilidad (sostenibilidad). Aglutinar el transporte, el uso del suelo y el sistema vial para conseguir un desarrollo social y económico con la preservación del medio natural, eso es sustentabilidad, y lo venimos haciendo hace décadas.

¿Cómo puede ser el transporte el eje principal de transformación?

—El crecimiento que teníamos a finales de los años 60 era muy fuerte. Entonces teníamos 600.000 habitantes y hoy un 1,8 millones, así que había que orientar el crecimiento, llevando antes el omnibus (autobús) a través de ejes de expansión de alta intensidad con suelo para futuros usos mixtos como vivienda, comercios u hospitales. Es una solución que hoy sigue siendo factible.

¿Y porque no un metro?

—Porque estaba fuera del presupuesto municipal, pero hemos usado su filosofía en superficie. Como dato, los primeros omnibus tenían capacidad para 100 pasajeros, hoy tenemos los doblemente articulados para 230 viajeros con plataformas de embarque y paradas como las de un metro. Y ya estamos trabajando con nuevas estaciones que acogerán los omnibuses de motor eléctrico.

No dejan el transporte.

—Claro, funciona con las actualizaciones necesarias y las implementaciones tecnológicas que llegan. Con el metro, las extensiones tardarían una década y para cuando llegaran igual la solución inicial ya no era válida. Con el omnibus es más rápido y barato.

Sorprende un desarrollo de casi seis décadas sin, vamos a decir, interrupciones de los políticos.

—Es una continuidad en parte debido a que el éxito de la fórmula hacia imposible que los alcaldes sucesivos quisieran cambiarla. Y luego está nuestro instituto, que es el encargado del planeamiento de la municipalidad, actualizándolo siempre.

Ademas ha participado la ciudadanía en todo este proceso.

—Sí, y eso ha creado también un orgullo de ciudad en la población. Nosotros hacemos las propuestas y se llevan a discusión con la población, claro que hay otras versiones, las analizamos y se hace lo posible para tenerlas en cuenta, pero siempre teniendo soluciones simples porque hay que implementarlas rápido.

Es responsable internacional del IPPC, ¿conocía la evolución urbanística que ha tenido Bilbao?

—Conozco su éxito, su visión a largo plazo y lo que me impacta es saber quién tomó la decisión de llevarla a cabo. Porque la sociedad Bilbao Metropoli 30 es como un paraguas publico privado, que allí no tenemos, que ofrece ideas para que luego las entidades públicas de aquí las recojan. Eso en cierta manera también es participación ciudadana.

¿Había estado antes en Bilbao?

—Estuve de vacaciones hace 23 años y luego volví hace tres meses a visitar a unos amigos, sin saber que iba a venir ahora. El cambio ha sido total. El Guggenheim ya estaba entonces pero cómo se ha desarrollado la ciudad, me gusta mucho. El diseño urbano que se adoptó para transformar las calles más amigables con el peatón disminuyendo el paso de los vehículos, es algo que también se está haciendo allá, lo llamamos de calles completas. Bilbao puede inspirar adaptando sus soluciones a las necesidades de Curitiba.

Son ciudades geográficamente muy distintas, allí tienen espacio plano para crecer, aquí no.

—Es cierto, de hecho seguimos extendiendo ejes de transporte con otro concepto de ordenamiento porque la ciudad sigue creciendo y es orgánica.

¿Qué pueden aportarse mutuamente Curitiba y Bilbao?

—Bilbao inspira que siempre es posible más y además hacerlo bien. La transformación que se hizo buscando con el Guggenheim un arquitecto internacional fue una apuesta muy fuerte. Es algo que se tuvo que trabajar y además siguió con esa filosofía de grandes arquitectos para nuevos edificios que son iconos que, por ejemplo, traen turismo y promueven economía. Nosotros tenemos otros iconos, más modestos, como la transformación de una vieja cantera en nuestro teatro, la Ópera de Alambre, pero con diseño de arquitectos locales.

¿Y en sentido inverso?

—Nuestros parques, con lagos artificiales, pero siempre respetando las realidades. Se puede captar la filosofía, la esencia de lo que se hace en cada ciudad en temas de actualidad como el cambio climático, la falta de natalidad, el medio natural...

¿Las ciudades bien pensadas son el futuro de la humanidad?

—Tienen que serlo. Si tienes una ciudad planificada que te ofrece soluciones variables, con servicios buenos y calidad de vida, es el futuro.