No quiere dar su nombre por miedo a posibles consecuencias. Se mudó a Zazpilanda hace años y cuando llegó, el barrio era un lugar tranquilo donde vivir lejos del bullicio del centro de Bilbao. Y así seguiría siendo si no fuese por el edificio que han okupado varias familias “conflictivas” que llevan “aterrorizando” al barrio cerca de siete años. Todo comenzó cuando uno de los bajos del edificio quedó vacío, entonces varios okupas se instalaron dentro y tras él, vinieron el resto de los pisos. “Cuando okuparon la primera vivienda, al ser gente conflictiva, eso hizo que el resto de las viviendas del bloque se fueran vaciando porque la convivencia era insoportable. Una vez se vaciaban las casas, acto seguido llegaban para okuparlo”, relata esta vecina que pide mantenerse en el anonimato. Al final, los ocho pisos del edificio quedaron okupados. Y ahora son el resto de bloques del barrio quienes lo sufren.

Discusiones, gritos, cantos, peleas y golpes a altas horas de la madrugada que se producen en un mismo edificio pero que se escucha en la totalidad del barrio. “Tengo que dormir con tapones porque si no es imposible conciliar el sueño”, relata esta vecina que asegura que durante el día tampoco mejora la situación. “Hay un hombre que vive en uno de los bloques que va con oxígeno y silla de ruedas y cuando baja a la calle muchas veces se encuentra heces de los perros de los okupas en el mismo portal. Su mujer les pidió por favor que las recogieran y la amenazaron. Vivimos aterrorizados”, cuenta. Y por miedo a tratar con ellos, han decidido llamar constantemente a la Policía Municipal de Bilbao, quienes aseguran, se han convertido en “unos ángeles” para ellos. “Siempre que les llamamos vienen a todo correr y ponen todo de su parte para solucionar los problemas que se generan”, relata, aunque reconoce que hay veces que optan por no llamar y hacer oídos sordos porque “también tienen otros fuegos que sofocar”. “Estamos muy agradecidos a cómo se portan porque siempre mantienen el anonimato de quien les llama y así nunca llegamos a tener un enfrentamiento directo”, dice. “Si no fuera por toda la ayuda que nos prestan, seguramente ni yo, ni más de la mitad de los vecinos, seguiríamos viviendo aquí”, confiesa.

"Conviven con ratas"

Sin embargo, aseguran que lo que viven “va mucho más allá de peleas y gritos”. Afirman que viven familias enteras con niños en unas condiciones “infrahumanas”. “Tienen el portal lleno de basura y cuando empieza el buen tiempo, cocinan en la calle y dejan ahí la comida, lo que hace que haya ratas, cucarachas y demás bichos”, cuenta preocupada por los menores que se encuentran viviendo en el edificio. “Hace un tiempo le regalé a uno de los niños un juguete y al día siguiente me dijo que se lo habían roto las ratas; se me rompió el alma”, relata con la voz entrecortada por la “angustia” que siente al “ver cómo viven esos niños que no tienen culpa de nada”.

Interior del portal del edificio okupado DEIA

En el portal, cuentan, “tienen de todo”. Ruedas de bicicletas, armarios, ropa, han llegado incluso a ver las bicicletas de BilbaoBizi dentro. “Cuando vemos que las traen, que ya han sido varias veces, llamamos a los municipales, pero claro, ellos intentan de cualquier forma hacerse con cosas que no son suyas”, indican. “Han venido muchas veces a detener a gente de ese edificio por la noche, no solo por lo que hacen aquí, también por lo que hacen en el resto de Bilbao”, apunta. Aunque el “aspecto del barrio es secundario”, señala que llama mucho la atención como todos los vecinos cuidan sus fachadas y “la de los okupas está destrozada”. “Nada más pasar se ve que algo va mal en ese bloque de viviendas”, indica.

Lo peor, asegura, llega en verano. “Con el buen tiempo y el calor, se crea un olor que es insoportable y como están en la calle todo el tiempo, las peleas y las broncas se oyen más. Yo tengo que estar con las ventanas cerradas y con el ventilador puesto, gastando luz, porque si no, no se puede vivir”, explica.

"No queremos tener que llevarnos las manos a la cabeza"

La situación, aseguran, es “insostenible”, aunque lleva siéndolo, cuentan “casi ocho años”. En este tiempo, entre los vecinos y la Policía Municipal han conseguido tapiar uno de los pisos para que no entre más gente, pero “todavía queda mucho por hacer”. Todo ello ha hecho que muchos vecinos del barrio opten por mudarse y tal como afirma una de las vecinas, en su portal, la mitad ya ha hecho las maletas. “Somos ocho vecinos, dos han vendido sus pisos y otros dos los han puesto en alquiler porque aquí no se puede aguantar ya más”, indica entristecida. “Hasta que no pase algo gordo, algo grave, el problema no se va a atajar y no queremos llegar a tener que llevarnos las manos a la cabeza”, lamenta.