El coleccionismo está a la orden del día. El abanico de posibilidades que las personas pueden ir coleccionando es infinitivo. Desde reunir cucharas o billetes de diferentes países, incluso de épocas antiguas, hasta las tradicionales colecciones de cromos de fútbol o de consolas. Bárbara Soroa es una coleccionista con bastante trayectoria recorriendo diferentes países en busca de objetos para coleccionar. En la actualidad, aunque sigue buscando piezas, tiene en venta en su tienda Deco For Curious, en Bilbao, algunos elementos de todas partes del mundo que ha ido coleccionando.
¿Por qué coleccionar objetos?
—Desde pequeña siempre me ha gustado lo que se sale del tiesto, es decir, lo poco convencional. Me gustan las cosas particulares, y me parece que las piezas antiguas tienen un aura de misterio. Soy una persona muy curiosa y siempre me pregunto en qué época se fabricaron, para qué servían, cómo se vivía en ese momento a nivel social, político... Son piezas especiales que tienen un plus, las antigüedades en general siempre me han encantado.
Su bisabuelo, Félix Fernández-Valdés, fue uno de los mayores coleccionistas de arte de Euskadi. ¿Fue él el que le despertó el gusanillo por coleccionar?
—No, mi bisabuelo era coleccionista de arte y yo tampoco le conocí aunque es cierto que muchas de sus piezas estaban en casa de mi madre. Lo que sí es cierto es que me he rodeado de piezas un poco especiales a la vez que antiguas. Diría que no viene de mi bisabuelo porque no tiene nada que ver el estilo aunque supongo que el coleccionismo lo llevo en las venas.
¿Cómo empezó con el coleccionismo?
—Sin ser consciente, me divertía, pensaba en Suiza y me venía a la cabeza una marmota, pues buscaba un peluche de una marmota de Suiza. Poco a poco empiezas a tener peluches de cada país y con eso ya vas teniendo la colección. Con las antigüedades es lo mismo, te compras la primera la segunda y la tercera y poco a poco vas haciendo la colección. Aparte, me parece ridículo comprar todo nuevo, cuando hay cosas antiguas que son una maravilla y que están mucho mejor fabricadas que muchas cosas modernas.
¿Cómo selecciona los objetos?
—Me tienen que enamorar. Las antigüedades muy importantes no me suelen llamar aunque me fascinan. Las rarezas siempre me han encantado pero tiro más hacia un ambiente más rústico. ¿Por qué te gusta una chica o un chico? Es una forma, un olor, un momento, lo que le rodea, es la magia del momento.
¿Alguna anécdota sobre alguna pieza que le haya costado encontrar?
—En Marruecos compré los collares míticos con los que se casaban las marroquíes. Me costó encontrarlos, estuve detrás de ellos porque yo quería un collar antiguo de matrimonio bereber que se ponían las mujeres. Recientemente, en Países Bajos, buscando azulejos antiguos llegué a un señor que era coleccionista y esto me llevó a su padre que había escrito un libro sobre la cerámica de Delft del siglo XVII y XVIII.
¿Qué es lo más extraño o difícil de conseguir que tiene en la colección?
—Tengo una mascara de esgrima de finales del siglo XVIII. Es una máscara que compré mediante un contacto en Australia. Es una pieza muy rara y muy especial que viene de Francia.
Al final, el coleccionismo funciona de esa manera, quieres una pieza y no es tan simple como bajar a la calle y comprarla, es un proceso que requiere de una búsqueda mayor.
—A los que nos gusta esto buscamos contactos debajo de las piedras. Es una forma de vida, estás todo el rato buscando quién puede tener una pieza, hablando con personas que le interesa lo mismo y una cosa lleva a la otra, es una búsqueda continua.
¿Los contactos en el coleccionismo son los que abren las puertas y le proporciona el acceso a objetos que sin ellos no tendría?
—Al final acabas llegando a lo que buscas, crees que vas a encontrar algo por una vía pero hay mil caminos que se cruzan y llegas a otras distintas, entonces vas encontrando tesoros inesperados. Es algo muy típico, una búsqueda te lleva a una conversación, una llamada a un contacto, con el que adquieres la pieza buscada.
¿Qué busca actualmente?
—Ahora mismo estoy muy centrada en los azulejos, textiles antiguos y las vírgenes cap i pota (un tipo de imaginería religiosa doméstica). Las vírgenes llevo buscándolas mucho tiempo porque hay, pero te tienen que gustar. También estoy muy interesada en toda la cerámica antigua. En esa búsqueda me he quedado prendada de unas muñecas articuladas que miden 1,60 metros de altura y por ello me he desviado de mi búsqueda. Es algo que pasa continuamente, tengo a la virgen cap i pota esperando en la cola hasta que la encuentre algún día.
Además de las colecciones que va adquiriendo, ¿compra objetos que se va encontrando?
—Si, creo que es todo el camino que uno lleva en su búsqueda. Se te van presentando cosas muy diferentes que te enamoran, entonces dejas lo otro de lado hasta que te llegan. Yo sé que hay piezas que busco que algún día me llegarán de alguna manera, ahora no es el momento de que lleguen.
¿Qué le llevó a abrir la tienda y poner en venta parte de su colección?
—Considero que no nos pertenece nada, son objetos que están conmigo un tiempo en el que los disfruto. Llevo comprando mucho tiempo y hay piezas que, por el motivo que sea, han acabado en la tienda mientras hay otras que no las he puesto a la venta. Las piezas van y vienen partiendo de la base del sentimiento que tengo y las antigüedades. Nos agarramos a tener todo nuestro cuando en realidad las cosas que han sido usadas en otros tiempos no nos pertenecen. Por lo que no considero que sea mío, simplemente pasan por mis manos, y más cuando son antigüedades creadas antes de yo naciera.
Tiene tres hijas y dos hijastros. ¿Le ha despertado a alguno de ellos la curiosidad por el coleccionismo?
—Ellos no coleccionan pero saben perfectamente mi gusto. Han adquirido los cinco una sensibilidad tremenda para las piezas, las antigüedades y la decoración. Son súper pacientes conmigo, de hecho creo que en el fondo, aunque no coleccionen lo están sintiendo y disfrutando. Tienen un sentido de la estética al ver una antigüedad que no corresponde a la edad que tienen. Cada vez que vamos de viaje nos pateamos todos los mercadillos posibles, ellos me acompañan. Entienden que antigüedad tiene más magia.