Tocar música en la calle, a pesar de los prejuicios existentes, representa la forma más libre de expresión. Desde la Gran Vía hasta el Casco Viejo de Bilbao, en cada rincón, diferentes melodías atrapan a los viandantes y les deleitan con distintos géneros musicales. Detrás de cada uno de esos artistas hay una pasión por descubrir. En el censo de la capital vizcaina son más de 340 los músicos callejeros que tocan por los diferentes puntos de la villa. Algunos con la guitarra, otros con acordeón. Incluso podemos llegar a ver instrumentos de lo más imaginativos como el uso de trombones de PVC reciclado o escuchar la composición de la banda sonora de Harry Potter provocada con el roce que produce la yema del dedo en la parte superior de una copa húmeda. Músicos de todos los géneros, clase e influencia componen una banda sonora única en la ciudad, propulsada con la misma ferocidad y vanguardia que recuerda a la que empleaban Iggy Pop y David Bowie en su respiro de Berlín. DEIA se acerca a algunos de ellos para conocer un poco más de su historia.

Cerca de El Corte Inglés, en plena milla de oro, es habitual encontrarse con Ilie Stan. Lleva la friolera de 15 años tocando en Bilbao y más de 50 años con el acordeón en sus brazos. Ha sido profesor de música y proviene de una familia donde todos han vivido del cuarto arte. “No me importa lo que me paguen. Esto lo que se hacer”, apunta. Ha tocado en todo tipo de sitios, abarcando diferentes países, pero pulsar las teclas de su instrumento le provoca una satisfacción única y el más profundo de los bienestares. “Bilbao tiene buena gente”, añade Ilie.

A tres minutos a pie de la zona, en el puente del Arenal, nos cruzamos con Alec Bedrod, Daniel Useche y Mikel Lasa. Estos jóvenes suelen tocar por separado, pero a veces se juntan para divertirse a modo de jam session. Mientras que a Alec le gusta experimentar con su guitarra y ahondar en su expresión instrumental como el mismísimo Jimi Hendrix, Mikel prefiere centrarse en el rap y en la improvisación freestyle. Los chicos buscan que cada actuación sea también un ensayo y nada les detiene. Dani, por ejemplo, ante la avería de su saxofón, ha decidido que el espectáculo debe continuar y ha desempolvado su bajo. Acerca de la experiencia de tocar en la calle, Alec afirma: “Te llevas sorpresas tanto buenas como malas”. Hace unas semanas se quedó aturdido cuando un transeúnte, de repente, le regaló un bono para el BBK Live, aunque también hay sucesos peores como cuando le robaron el móvil en plena actuación. Todo ello ha formado un intérprete con una gran capacidad de resiliencia. Entre sus influencias destaca el rock progresivo y el rastro que Roger Waters y David Gilmour –antiguos miembros de la británica banda Pink Floyd– han dejado en su manera de tocar las seis cuerdas. El joven realiza arreglos y todo tipos de solos. Cabe destacar su rompedora versión de Wish you were here con la que homenajea a sus ídolos.

Justo antes de adentrarnos en el Casco Viejo, en la intersección de El Arenal con la calle Correo, escuchamos una cautivadora versión de Shallow interpertada por Marko Tragodara. Con una dulce voz, este joven peruano –establecido en el botxo desde hace 5 años– triunfa allá donde pone la funda de su guitarra. Ha estudiado cocina, pero la música es su gran vocación. Su esmero por el arte musical no finaliza con su actuación, sino que también trabaja en el estudio Medusa Music, donde desempeña funciones de producción y de técnico de sonido. “La gente se cree que ponerse ante el micrófono es lo único que tienes que hacer, pero también es necesario entender cómo funciona la parte técnica y la formación musical”, detalla. Cuenta con un amplio repertorio que abarca géneros urbanos, comerciales y emocionantes baladas de rock. De poco importa que haga frío o calor, el espectáculo de este joven siempre envuelve a su alrededor un ambiente ardiente. A la hora de componer, también se luce ante los espectadores con canciones propias y su inquietud le lleva a somatizar la composición. “Le doy mil vueltas a la cabeza para crear un tema”, explica. El público a su alrededor escucha asombrado y muchos espectadores se detienen al reconocer la canciones que acompañan su repertorio. Esta vez, nos despide con una dulce versión de Patience de Guns N’ Roses.

Sinfonías relajantes

En el corazón de las siete calles, una mística versión del Canon en Re Mayor de Johann Pachelbel nos hipnotiza. Podría parecer que la melodía nos transporta al Teatro Arriaga, pero las notas musicales acercan a los paseantes hasta las inmediaciones de la Plaza Nueva. En un lateral se encuentra Leire Martín de Hijas, una joven de 21 años, que cuando no está estudiando la doble titulación en Ciencias de la Actividad Física y Educación Primaria aprovecha para salir a las calles con su violín. “Tocar en público polariza los sentimientos. Puedes salir un día malo a tocar y que se convierta en el mejor día de tu vida”, señala Leire, quien compara el subidón emocional de exponerse musicalmente con las endorfinas y el bienestar que se experimenta al salir a correr. También admite que cada día se ve a más mujeres artistas. “Es un buen síntoma”, declara.

Esta violinista del barrio bilbaino de San Inazio, con más de 10 años en el Conservatorio, está muy contenta debido a su última adquisición: un altavoz que le evita el cansancio y el dolor en las manos. Leire deleita a quienes se paran a escucharla con una suave versión de Txoria Txori de Mikel Laboa. La gente disfruta y aplaude. Es interesante apreciar cómo los instrumentos propios de la música clásica brillan en el bravío ambiente de la calle. Por un momento, gracias a la artista, un clima relajante neutraliza el estrés diario propio de la urbe. Su repertorio es amplio y plural, ofreciendo a los viandantes melodías para rellenar tanto su ánimo como su bagaje cultural. En el mismo resaltan temas como Yesterday y autores como Leonard Cohen, Schubert, Mägo de Oz... Al terminar, Leire comparte su deseo de seguir tocando e, incluso, confiesa que le gustaría producir alguna obra propia en el futuro, aunque de momento se encuentra feliz “tocando en bodas y otro tipo de eventos”.

En este particular recorrido por los músicos callejeros de Bilbao se escucha la voz de una mujer. Atenea, cuya performance no entiende de etiquetas pero su compromiso con el arte es inaudito. Sus palabras fueron breves, pero contienen un gran mensaje. “Canto en la calle para recuperar la sensibilidad y que pueda llegar a cualquiera. Se me acerca gente de todo tipo. La música no conoce discriminación”, explica. Además, confiesa que “hay gente que se emociona y llora, gente que me dice que les alegro la vida... Actuar en la calle trae magia a las aceras”, finaliza.

La primera vez

Los músicos y artistas recuerdan con cariño el primer día en que se dispusieron a tocar en las avenidas y callejones de la urbe, aunque también experimentaron cierto temor en su estreno. El caso más emocionante es el de Leire, quien, a pesar de ser menor de edad, motivada por vencer la timidez, salió a tocar mientras su madre la vigilaba desde el otro lado de la vía.

En cuanto a la convivencia en las calles, todos tienen claro que “los artistas en la calle deben ser responsables con respecto a dónde tocan, cuánto tiempo, el volumen, el tipo de música, etc.”, expone Atenea. Además, todos admiten llevarse a casa una “inmensa retroalimentación tanto positiva como, alguna vez, negativa”. Reconocen que no existe una forma ni una manera de tocar en la calle. Al igual que tampoco es algo exclusivo de un grupo o clase social.

En definitiva, no se puede cuestionar el gran tesoro que tenemos: artistas que –lejos de cachés, focos o venta de entradas– deciden ofrecer un espectáculo libre para emocionarnos y sacarnos una sonrisa. La calle es, sin duda, por encima de grandes estadios y velódromos, un lugar natural para el arte y la música.

Horarios, emplazamientos, decibelios...

340 artistas censados en la villa

La normativa de Bilbao. En la ciudad no se requiere ningún tipo de licencia, siempre y cuando se respeten las limitaciones impuestas por la Ordenanza de Espacio Público. No obstante, el Ayuntamiento, a modo de control, instauró un censo en 2019. A día de hoy son más de 340 los artistas inscritos que reciben una tarjeta identificativa anual junto a una copia de la normativa. Los músicos no pueden emitir un sonido superior a 70db, ni instalarse en las zonas cercanas a terrazas de hostelería. El horario en el que pueden actuar es de 10.00 a 15.00 horas y de 17.00 a 22.00 horas, pero en cada emplazamiento sólo se les permite tocar durante un máximo de 45 minutos y en ningún caso pueden repetir.