Mucho antes de que el Guggenheim favoreciera el atractivo turístico que Bilbao ostenta actualmente, guías profesionales como Iratxe Muñoz ya ejercían su actividad mostrando las virtudes de la ciudad. “Entonces las cosas eran distintas”, considera la presidenta de la Asociación Profesional de Guías Turísticos de Euskadi (Apit Euskadi), desde donde reclaman una regulación para un sector, cada día con más intrusismo, que se encuentra en el limbo. “Hay muchos grupos y son muy numerosos, se genera mucho ruido con la megafonía”, se lamenta Muñoz, quien desvela que la asociación que preside está participando en la elaboración del decálogo de buenas prácticas que última el Ayuntamiento de Bilbao al respecto. De hecho, se prevé que uno de los puntos clave sea la prohibición de usar altavoces, una medida que ya se ha puesto en marcha por consistorios como el donostiarra.

Hace casi un año que el Ayuntamiento de Bilbao se propuso acotar esta actividad tras un compromiso plenario. De ahí que el verano pasado abordara un estudio del impacto que la proliferación de esta actividad está teniendo en la ciudad, analizando detalladamente los sistemas de audio, el número de personas por grupo y los recorridos. Con esa información, el área de Turismo prepara un manual junto a las empresas del sector y Apit Euskadi. Fuentes municipales aseveran que el borrador está muy avanzado, pero que no será hasta verano cuando lo presenten. “El que se ponga en marcha el decálogo, con unas medidas similares a las de Donostia, nos parecería lo correcto”, opina Iratxe Muñoz, quien considera que la iniciativa limitará, sobre todo, la actividad de las visitas se que se publicitan como gratuitas en Internet.

“Nosotros ni somos free tours ni compartimos su filosofía; están en las antípodas de lo que hacemos”, asegura Iratxe Muñoz sobre este tipo de formato para conocer una ciudad abanderada por grandes empresas que operan en diversos países. Según evidencia, Apit Euskadi aglutina una treintena de guías turísticos profesionales que pagan sus impuestos religiosamente. “Ejercemos una actividad en toda regla” sentencia, a diferencia de la contribución realizada al territorio por los free tours. “No creemos que sea comprensible que, estando en el siglo XXI, se pague con una propina un tour. Son una lacra que no hacen ninguna aportación al territorio. Hay personas que trabajan para que después la organización que está detrás salga beneficiada”, asevera la presidenta de Apit Euskadi, quien revela que si tributaran en la oficina correspondiente, todos estarían jugando bajo las mismas reglas.

Bilbao. La gran transformación, Mitos y Leyendas de Bilbao o Ruta Alternative & Street Art son algunos de los recorridos que se ofertan en Internet como free tours. Tras realizar la reserva on line, el visitante se persona donde se le cita a la hora acordada. Habitualmente suelen partir todos los días, a la misma hora, del mismo lugar. “El guía en cuestión se presenta, cuenta que también es autónomo... pero inmediatamente dice que agradecerá una aportación al final de la visita y dice, incluso, de qué aportación se trata”, relata Muñoz, quien ha asistido a una de estas visitas, por lo que sabe de lo que habla.

De hecho, a pesar de publicitarse como gratuitos, la página web de una de estas empresas integra un simulador con el que un eventual guía turístico puede calcular las ganancias que obtendría: con un tour diario –de entre dos y tres horas de duración– con una media 20 personas, el guía conseguiría un salario mensual de, aproximadamente, 3.200 euros. Y la organización llega a ese conjetura porque garantiza que el 99,8% de los clientes realizan un pago apropiado, de entre 10 y 20 euros, dependiendo del destino, al final del recorrido.

Un problema global

La gestión de esta actividad en Bilbao se ha vuelto urgente desde que tras la pandemia hayan proliferado este tipo de recorridos. Sin embargo, muchas ciudades de todo el mundo llevan años padeciendo esta saturación. “Supone un problema porque no parece que haya forma de cortarlo de raíz”, considera Iratxe Muñoz, quien expone que hay una ley europea que ampara esta actividad. “Esto traspasa las competencias de las administraciones locales”, declara la presidenta de Apit Euskadi, que de momento se muestra satisfecha con que el Consistorio bilbaino, como ya hiciera antes Barcelona, esté preparando una guía de buenas prácticas para delimitar la forma de ejercer en los free tours.

Dentro de las medidas coercitivas, se estudia sancionar el uso de megafonías. En Donostia, por ejemplo, el uso reincidente de estos sistemas puede exponer al guía a una multa de hasta 750 euros. “Es imposible no enterarse de lo que dicen porque van con esos altavoces a todo volumen”, indica Muñoz, quien además evidencia que muchos de los datos y anécdotas de la ciudad que se aportan en los free tours son de procedencia dudosa. Al margen de la calidad de las visitas, la guía pone el acento en los inconvenientes que generan. “Convendría que todo el mundo fuera con un circuito cerrado en lugar de micrófonos abiertos”, considera Muñoz, quien asevera que “al alterar la vida cotidiana de los residentes, muchos se molestan cuando pasas por su calle, lo que hace que paguen justos por pecadores”.

Guía de buenas prácticas

Grupos de 25 o 30 personas, no más

Una cifra “razonable”. Lo que podrá regular el Ayuntamiento, sin excederse en sus competencias, son aspectos como los elementos de audio que utilizan en las visitas guiadas, los recorridos más concurridos, los contenidos que se presentan en las visitas o el número máximo de participantes. Este último punto es relevante porque interfiere mucho en la ciudad. “Consideramos que una cifra razonable serían grupos de entre 25 y 30 personas”, expone Iratxe Muñoz, quien defiende que muchos de ellos trabajan con grupos muy reducidos. “Eso también repercute en positivo, porque no estás vociferando, sino mantenido una conversación. Además a estos grupos se les presta más atención y se les ofrece más calidad”, afirma.