LOS viernes y los sábados el centro de la capital vizcaina se convierte en el centro neurálgico de la fiesta. Cuando el sol abandona la ciudad por su occidente, son muchos los jóvenes que, katxi en mano, terminan la semana lubricándose el gaznate a base de alcohol en las discotecas de Abando e Indautuxu. Cuando hay más etanol que sangre en el organismo, se multiplican las muestras de afecto. Pero, según muchos residentes de estos barrios bilbainos, también lo hacen los actos vandálicos. Denuncian que los jóvenes que acuden a las salas que se encuentran en los bajos de sus inmuebles muestran actitudes incívicas que afectan demasiado a su descanso.

Pablo González, gasteiztarra que estudia en Leioa, entiende su punto de vista. Aún con todo, matiza que estas actitudes son minoritarias. “Entiendo que cuando la gente va muy pasada a veces ocurren este tipo de hechos, pero no creo que sean habituales”, afirma. Asimismo, considera que éstos suceden en lugares muy concretos de la ciudad. “Hay discotecas que pueden llegar a ser conflictivas. Está todo muy localizado”, dice.

¿Hechos aislados?

Pablo sitúa este tipo de hechos en determinadas salas de fiesta del centro de Bilbao. María Gutiérrez es camarera en un pub de esa zona. “En el garito donde trabajo no suele haber demasiados problemas –aclara–, pero en la discoteca que hay en la otra acera sí”, reconoce. María constata que cuando termina su jornada laboral en torno a las seis de la mañana, se encuentra con agentes de policía y ambulancias en la entrada de dicha discoteca atendiendo –o identificando– a chavales.

El local en el que trabaja no suele ser frecuentado por ellos. “El 80% de los clientes tienen más de 30 años”, detalla. Y, en ocasiones, con arreglo a su experiencia, son más conflictivos que el 20% restante, que rondan la veintena. “Hace un par de sábados tuve que echar a un hombre de más de cuarenta años porque estaba orinando en una esquina del bar, fue asqueroso”, relata, indignada. Como camarera, ha sido testigo de más situaciones similares.

Vándalos del ‘baby boom’

Por suerte, no ocurren con frecuencia, pero cuando lo hacen, según María, sus protagonistas siempre son los mismos: personas adultas. “Hay una señora que viene todos los sábados y se dedica a reventar el WC”, asegura. La joven considera que, en no pocas ocasiones, son los jóvenes a quienes se sitúa como los más conflictivos en el contexto de la fiesta. Y cree que esta es una visión injusta y sesgada de una realidad mucho más compleja. Iker Mojón suscribe sus palabras. “En un momento dado, personas de todas las edades pueden actuar de maneras incorrectas”, asevera.

El joven ermuarra cree que el consumo de alcohol es el verdadero responsable de que se den unas situaciones que, a su parecer, no son en absoluto frecuentes. “No percibo que la situación del ocio nocturno sea tan grave. En determinados momentos, cuando estamos celebrando algo, todos alzamos un poco la voz y entiendo que pueda molestar, pero de ahí a que haya un boom de actos vandálicos...”, valora.

Confiesa, no obstante, que ese “poquitín de ruido” que pueden generar las fiestas en las discotecas suponen un incordio para las personas que residen cerca de ellas. A fin de solventar este problema, Iker aboga por un modelo de ocio nocturno que aleje las salas de los centros de las ciudades. “Creo que se debería apostar por el modelo de Fever –que está situada en un pabellón industrial en Bolueta–. De esta manera, se solucionaría este problema”, propone.

En otro orden de ideas, también denuncia existe una cada vez más acusada tendencia a criminalizar a la juventud. Según el joven, en no pocas ocasiones se achaca al comportamiento o al modo de vida de los más jóvenes problemas que no están necesariamente relacionados con ellos. “Es necesario que se amplíen las miras. No tenemos la culpa de todo”.