A calle es corta y breve pero esta investida de un aura especial, de un porte único. Les hablo de la calle Teófilo Guiard, tierra noble de Bilbao que comienza en la calle Máximo Aguirre y desemboca en la alameda Conde de Arteche (fue un empresario del que se recuerda su permanencia en los órganos de gobierno del Banco de Bilbao durante cincuenta y seis años...), inmersa en la naturaleza del parque de Doña Casilda, célebre parque de los patos para la bilbainía de toda la vida. La calle, ya les digo, luce en todo su esplendor como si fuese una avenida de la elegancia.

Ahí se detiene la mirada. Pero antes de fijar la vista donde desea este artículo para recrearse en la contemplación, allá en la casa Anduiza, situada en el portal número 1, conviene recordar quién era Teófilo, un hombre que dejó huella. Teófilo Salvador Guiard Larrauri nació en 1876 y fue el undécimo hijo, octavo varón, del matrimonio formado por Alphonse Guiard y Juliana Larrauri. Alphonse nació en la villa de St. Beat (departamento del Alto Garona, Francia) y recaló en Bilbao en 1857 merced a su afición de fotógrafo ambulante. Aquí detuvo sus andanzas y se dedicó a la profesión de óptico, en sus orígenes en un local de la Plaza Nueva, publicitándose como "célebre óptico de París". Tal era la atmósfera donde nació Teófilo, con otras inquietudes bien distintas a las de su familia.

En 1897 obtuvo ya la licenciatura de Filosofía y Letras, doctorándose más tarde en la Universidad de Madrid, siempre bajo el sello de las fatigas económicas. En el mismo año de su licenciatura salmantina, aparece de director del semanario Baserritarra, fundado por Sabino Arana. Más adelante fue miembro, desde 1912, de la Academia de la Historia, cronista, archivero y bibliotecario municipal de Bilbao, puestos que aprovechó concienzudamente para sus tareas de investigación histórica. Sus grandes obras giraron en torno a la historia de Bilbao y de sus instituciones centenarias. Abrió la marcha su monumental Historia de la Noble Villa de Bilbao, en cuatro volúmenes que fueron apareciendo sucesivamente en las prensas bilbainas entre los años 1905-1912. Era, por aquel entonces, un hombre reconocido en la ciudad.

La otra gran obra de Guiard relativa a su villa natal fue la Historia del Consulado y Casa de Contratación de Bilbao y del Comercio de la Villa, aparecida en dos gruesos volúmenes en 1913-1914, también en Bilbao. En esta venía a recoger el diligente archivero bilbaino cuantos datos pudo reunir sobre la gloriosa institución, desde su fundación en 1511 hasta su extinción en el 1830. En 1917 lanzaron las prensas bilbainas un nuevo libro de Guiard, en una edición verdaderamente de lujo, magníficamente impresa y que, entre otras, contaba con ilustraciones del pintor Adolfo Guiard, hermano del autor. Se titulaba La industria naval vizcaína. Anotaciones históricas y estadísticas y la dedicaba el autor a Ramón de la Sota y Llano, "poderoso restaurador de la industria naval vizcaina".

De ideología nacionalista, en 1937 fue encarcelado y desposeído de todo cargo político. Militó en el PNV hasta su muerte, acaecida en Bilbao el 29 de junio de 1945. Tres años más tarde, el 13 de agosto de 1948, Bilbao le concedió su nombre a la mencionada calle. Ya para entonces el edificio de viviendas localizado en el nº 1 de esta calle era una realidad. Fue realizado en 1928 por los arquitectos Rafael Garamendi y José María Basterra. Este edificio de estilo ecléctico regionalista, con aires de palacio y elegantes trazos, alcanzó la categoría de monumento en 2010 tras la catalogación del Gobierno vasco.

Quienes lo han conocido por dentro bien saben que consta de sótano, planta baja y siete alturas, y su fachada en chaflán con la calle Máximo Aguirre está rematada por una torre poligonal coronada por canes de piedra y pináculos que muestra el escudo de Anduiza. De ahí su nombre popular, Casa Anduiza. Todo tenía su porqué. No en vano, la promovió la familia Anduiza y, en concreto, José y Eduardo Anduiza Gorostiza. Como es bien sabido, aquel Bilbao de la oligarquía y las altas clases medias aportó a la ciudad importantes muestras de arquitectura como la que hoy se recuerda. Además, por su permanencia en el tiempo y la calidad de su construcción, que se mantiene casi intacta en la mayor parte de ellos, se han convertido en indiscutibles hitos de la Villa del siglo XXI.

Los especialistas hablan de la sabia utilización de los materiales tradicionales. Es el caso del tratamiento de la propia piedra, de los bellos hierros forjados de las rejas y balcones o de la cuidada y exquisita colocación de la cerámica en los balcones existentes en el conjunto. Vista en su conjunto resulta todo un recreo para los ojos. ¿Puede considerarse en el top de los edificios más bellos de Bilbao? ¡Sin dudarlo!

Ha de considerarse, con carácter general, que el edificio es una casa de viviendas, a razón de dos por planta, que se proyecta en las cinco alturas del alzado más otras dos alturas, que albergan dos dúplex, ligeramente retranqueadas. Se trata, como puede sospechar cualquiera, de unas viviendas para las clases más pujantes. Sin la extensión de las de otros proyectos, como las casas de Chávarri y Lezama Legizamón, ubicadas en otras tantas entradas al Parque, estas viviendas responden a un programa señorial y a un trazado arquitectónico cuidadoso y detallado. Se trata, como ven, una expresión hermosa del aquel Bilbao de principios del siglo XX, cuando la ciudad parecía un paraíso. l