La solidaridad es inagotable. Antes se acaba la paciencia ante las injusticias, que las ganas de ayudar. Y hoy se ha vivido uno de estos casos en Bilbao, en pleno corazón del botxo. A la altura del número 66 de la calle Rodríguez Arias había colas de personas cargadas con ropas, con alimentos y leche infantil, pañales, productos de higiene femenina,... Esperaban su turno para ayudar a reconstruir la vida del medio centenar de personas que han dejado atrás su país Ucrania y están alojadas en el Hotel Ilunion.
En pocas horas, la respuesta local desbordó las previsiones que manejaba la gerencia de la cadena hotelera y el personal de este establecimiento se quedó apenas sin espacios libres donde depositar tantas y tantas bolsas. Como piezas de un puzle tuvieron que ser encajadas hasta que ya no cabía nada más hasta el punto de que han decidido suspender temporalmente la recogida, tal y como ha indicado Álvaro Díaz-Munío, después de haber agradecido el compromiso ciudadano con este grupo de personas.
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Hoy se esperan que lleguen otros veintitantos refugiados más al Hotel Ilunion. Estos y los 22 que llegaron ayer miércoles iban a haber recalado en en botxo hace un par de días, pero tuvieron que esperar en Hendaia. La burocracia manda y más cuando se abandona un país en guerra. Han venido con lo justo. Casi casi con lo puesto. Una maleta o una bolsa de deporte. Y ahora quieren borrar ese olor a destrucción que ensucia sus chaquetas y pantalones. Y olvidar. O no recordar. El convoy humanitario que ha sido alojado en el Hotel Ilunion de Bilbao lo sabe. Mujeres y niños pequeños y adolescentes que dejaron atrás su hogar para huir de la invasión rusa.