FUE, durante siglos, el primer y único puente que cruzaba la ría. No era un asunto de fidelidad o de amor puro con ese puente sino de poder, una de las energías que mueven el mundo. No por nada, los bilbainos emplearon todos los recursos legales, y hasta violentos, para impedir que otro puente les arrebatara el monopolio en las comunicaciones entre las dos orillas. Les hablo, como ya habrán deducido, del puente de San Antón, tan intrínseco en la historia de Bilbao que estaba en esa orilla antes de 1300, fecha de la creación de la villa. Al menos eso es lo que intuyen los historiadores. No hay testigo más fehaciente de la historia del Botxo, ya lo ven.

Los estudios aseguran, como les decía, que anteriormente a la fundación de la Villa por Don Diego López de Haro en 1300 ya existía un “Puente de San Antón” junto a la iglesia del mismo nombre. Se trata de un paso que tuvo que ser reconstruido varias veces a causa de las riadas. Y existe constancia, al menos, de su reconstrucción en madera en 1334 y de su posterior reconstrucción en piedra en 1463, lo que no evitó que siguiera siendo maltratado por las aguas de la ría de Bilbao y su costumbre de embravecerse.

Con tanta fragilidad y expuesto a las bravuconadas fluviales, ¿cómo es posible que la villa lo defendiese a capa y espada ya desde tiempos medievales? Por algo es el emblema de Bilbao y este puente viejo, llamado también la puente vieja, está reflejado en su escudo. Tuvo una importancia histórica, ya que era paso obligado para el comercio de Bizkaia con Castilla, tras el privilegio otorgado en tiempos de doña María Díaz de Haro.

Cuando los arcos del puente de San Antón se reflejan sobre las aguas de la ría se cierra una figura oval, como si fuesen los ojos de la villa. ¡Qué no habrán visto a lo largo de los siglos!

En la trepidante y salvaje Edad Media, sobre el siglo XV, Bilbao, Bizkaia entera, era tierra peligrosa. También lo sintió así el puente de San Antón, sobre todo si se juzga que se empozaba a los delincuentes bajo este puente.

El empozamiento era un método de ejecución muy arraigado que consistía en atar de pies y manos al reo y atarle una piedra a su cuello, siendo arrojado al agua hasta provocar su muerte por ahogamiento. Se aplicaba generalmente a los nobles, banderizos y personas ilustres, dejando los demás métodos, principalmente la horca, para las clases bajas, peones… Este tipo de ajusticiamientos constituían un acontecimiento social de primer orden y mucha gente acudía a presenciarlos, cosa normal si tenemos en cuenta que las ejecuciones se realizaban en espacios públicos, con ánimo de dar ejemplo.

Como les he dejado entrever, aguadutxus y riadas lo han derribado en reiteradas ocasiones. Y para poner fin al problema, el Ayuntamiento decidió sustituirlo a finales del siglo XIX, hacia 1870, por uno nuevo, que sería el actual situado, a diferencia del anterior, por delante de la iglesia de San Antón (aguas abajo) y que empezó a funcionar hacia 1880, después de sufrir las consecuencias de la última guerra carlista. Fue planificado por Hoffmeyer. Y tuvo que ser reedificado, una vez más, en 1937, después de su voladura durante la Guerra Civil española.

¿Cómo sucedió aquello? Durante la guerra, los puentes de Bilbao fueron destruidos antes de la entrada en la ciudad de las tropas franquistas. En la madrugada del 18 al 19 de junio, día de la entrada de las tropas franquistas en Bilbao, la Junta de Defensa dinamitó, entre otros, el puente de San Antón.

Al igual que el resto de los puentes, el de San Antón fue reconstruido por el nuevo Gobierno franquista. La reconstrucción de los puentes de Bilbao fue uno de los primeros proyectos que llevó a cabo el Ayuntamiento presidido por José María Areilza. La necesidad de conectar ambas márgenes de la Ría se unió a la utilización de la reconstrucción como propaganda de la dictadura. El franquismo se presentaba a sí mismo como un régimen constructor frente a la barbarie y el caos republicanos.

El 24 de junio de 1937 se creó la Oficina Técnica de Puentes Fijos, que se encargaría de la reconstrucción de los mismos. La celeridad que se dieron desde dicha oficina para adjudicar las obras y después realizarlas es muestra de la importancia que tenían. Así, el 19 de junio de 1938, en el aniversario de la conquista de Bilbao, fue inaugurado el puente de San Antón. A ambos lados se colocaron los lobos del escudo de Bilbao como elementos ornamentales. Aún hoy pueden verlos.

Cuentan las crónicas además que hubo un tiempo en que convivieron el viejo puente con el nuevo, hasta que el primero fue derruido. Imaginen un pueblo capaz de tirar abajo el símbolo de su ciudad en pro del progreso. Así somos en Bilbao. Tan tradicionalistas como progresistas. Tan románticos como prácticos. Como los amores que matan, la ría deja estar pero de vez en cuando recuerda quién manda. El puente ha sufrido sus escarnios y ha gozado de sus caricias. Desde su balaustrada se han lanzado a las aguas para el baño -incluso en 1839 un bando prohibió el baño desnudo en ella o hacerlo, pese a mantener ropa y pudor, en horario laboral. Muchos desafiaron la norma...- y se han celebrado cucañas.

En las obras de restauración integral de la iglesia de San Antón que corona el puente y que tuvieron lugar entre 1996 y 2003, se descubrió un muro de 2 metros de anchura, rodeando la llamada roca de Atxuri, que dicen enlazaba con el lienzo de la muralla que procedía de la calle Ronda. En la puerta de entrada a la iglesia aparece escrito: “Agregada a la Basílica de San Juan de Letrán”, que no es otra que la Catedral de Roma.

Además, el trazado de la iglesia junto con el puente forman parte del escudo de la Villa y, cómo no, del Athletic. En 2020, Bilbao estaba llamada a ser una de las trece ciudades anfitrionas del campeonato de fútbol de la UEFA Euro 2020, circunstancia que quedó in albis por la pandemia del covid. Quiso la casualidad que los logotipos de todas las sedes estuviesen inspirados en los puentes, como elemento de conexión entre pueblos y culturas. Era inevitable pues que, una vez más, el Puente de San Antón se uniera a la historia de Bilbao y a la imagen de su Athletic, apareciendo en el logotipo oficial de esta gran cita deportiva. Siempre testigo.