Peter era un niño que jugaba entre acordes, un músico que con su guitarra amenizaba el tránsito constante de quienes a diario pasaban por la esquina entre las calles Anselma Salces y Uribarri, en Bilbao.

Desde el pasado 12 de marzo, ese rincón de la villa se ha quedado en silencio, huérfano de melodías encadenadas. La noticia de que Peter, el músico callejero de esa zona de la capital vizcaina había fallecido ha entristecido enormemente a los vecinos del barrio. En su recuerdo y en agradecimiento a tantas horas de música, quienes disfrutaban de su compañía en forma de canciones han levantado un improvisado altar repleto de mensajes, flores, velas y fotos del joven artista: "Aquí pasaba las horas Peter. Falleció el 12 de marzo tras una vida entre acordes y rebeldía", se puede leer en uno de los mensajes.

Durante meses el asfalto gris fue el escenario de ese músico rebelde y de gran corazón -así le recuerdan los vecinos- que desde muy lejos recaló un buen día en Bilbao en compañía de su inseparable guitarra: "Todos los días tocaba la guitarra frente al supermercado Coviran. Era un chaval muy simpático y aunque chapurreaba castellano, creo que era americano, hacía un esfuerzo para hablar con todo el mundo que se le acercaba", recuerda Javier, vecino de la zona.

Según explica este vecino de Uribarri, durante los días de confinamiento por la pandemia del coronavirus se formaban interminables colas para entrar a comprar en el supermercado. Y ahí, a veces de pie y otras sentado, en esa esquina pasaba las mañanas y algunas tardes, Peter, poniendo música a la larga espera de los clientes. "Tocabas muy bien tu guitarra y esos punteos... Donde estés seguirás tocando. Buen viaje, Peter", se puede leer en otro de los mensajes pegados en la cristalera del supermercado.

El confinamiento pasó y poco a poco los vecinos fueron recuperando las calles y la deseada movilidad. Peter seguía ahí, como si la pandemia fuera ajena a él. "La gente le apreciaba mucho. Hablaba con la gente joven, con los mayores".

Peter no faltaba ningún día a su particular escenario, sin focos, pero con el aplauso de los vecinos que le agradecían las canciones que interpretaba. Pero un día Peter ya no volvió y su hueco se hizo cada día más grande. "La gente se preguntaba dónde estaba Peter hasta que un día se enteraron que el joven músico había fallecido", relatan.

Ahora, entre velas, flores y fotos de Peter se asoman mensajes de los vecinos. En medio del altar en una cartulina de color azul se puede leer el siguiente mensaje: "El niño que jugaba entre acordes adolescentes; entre crestas rebeldes y corazón afable. Terremoto de sensaciones y hacedor de su propio camino; entre bromas y sonrisas".